Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Aún hoy no se sabe con exactitud la procedencia de la palabra bruja. Parece ser que la etimología originaria de la palabra lleva la letra x y sería de origen catalán (bruixa). Los expertos piensan que su génesis es ibérica o celta y que significa “que vuela”.

Seguramente es un personaje que alberga ciertas características dentro de nuestro imaginario (bella, siniestra, sabia, vieja, joven, enigmática,con nariz ganchuda y muchas cosas más) pero sobre todo mujer.

Una de las diosas más antiguas de la magia y los hechizos fue Hécate para la cultura grecorromana. No solo lograba transformarse en distintos animales (perra, loba, etc.) sino que estaba estrechamente ligada al mundo de las sombras.

Otra hechicera del mundo antiguo era Circe quien tuvo el poder de convertir a los compañeros de Ulises, en la Odisea de Homero, en cerdos.

Durante largos años las brujas eran aquellas encargadas de la salud de las pequeñas aldeas. Sus conocimientos eran legados oralmente de generación en generación, especialmente aquellos relacionados con lo que la naturaleza les podía proporcionar.

Los grandes señores feudales, los papas, los nobles, los emperadores y los mandatarios contaban con la presencia de los médicos. Sin embargo el pueblo consultaba exclusivamente a las curanderas. Pero cuando sus conjuros o pócimas no daban los resultados esperados pasaban de ser curanderas a brujas.

En la Edad Media la posición de estas mujeres dio un giro ya que la Iglesia consideraba que sólo Dios era capaz de curar el cuerpo y el alma, por lo cual toda persona que pretendiese ir en contra de este precepto era encarcelada, juzgada y ajusticiada. No solo fueron víctimas de ello las mujeres en su gran mayoría, también hubo ejecuciones de niños, niñas, hombres, moriscos, judíos, etc.

La inquisición fue legitimada desde 1199 pero fue creada oficialmente en 1231. Sin embargo el gran auge de la quema de brujas en la hoguera se remonta a fines del siglo XVI.

Tal vez uno de los libros más famosos sobre brujas es “La Brujas de Salem” de Arthur Miller. Este relata como en una pequeña aldea dedicada “al servicio de Dios”, un grupo de jovencitas y niñas intimidadas por adultos son abusadas. Así asustadas y solas, desvían la atención confesando haber visto al mismísimo diablo. Acusan a diferentes habitantes de colaborar con el demonio para ocultar los hechos aberrantes a los que fueron sometidas. La histeria colectiva se apodera del pueblo y desencadena en un juicio en que una a una, las acusadas, van cayendo en un entramado de culpas y denuncias que desatan más que una sentencia, una simple venganza.

Veinte mujeres fueron ejecutadas y otras diecisiete murieron en la cárcel. Los procesos judiciales finalizaron luego que la mujer del gobernador recibiera acusaciones de brujería y se suspendieron los arrestos. Luego su esposo procedió a cancelar la corte especial que se ocupaba de estos casos y las prisioneras que habían sobrevivido fueron puestas en libertad a cambio de fianzas por las que perdieron la mayoría de sus propiedades (según cuentan las crónicas de la época).

Está claro que no siempre ganan los buenos y la verdad. Temas tales como la hipocresía, la dignidad, el honor y la intolerancia jugaron sus cartas más fuertes.

La horca ayudó a silenciar a aquellos quienes no estaban de acuerdo con el fanatismo religioso y sus puntos de vista. No compartir las opiniones de la mayoría trajo sus consecuencias. La represión arrolló con fuerza por sobre la moralidad y la dignidad de los seres humanos que habitaban Salem.

Aquí Arthur Miller establece un paralelismo entre esta persecución de las supuestas brujas con su propio hostigamiento que hoy se conoce con el término de macarthismo. Entre 1950 y 1956 el senador Joseph Mc Carthy llevó adelante una cacería contra aquellos (que según él) podían demostrar de alguna forma su simpatía con el comunismo. Muchas personas ilustres fueron perseguidas (directores de cine, guionistas, intelectuales, periodistas, actores, escritores, etc.) entre ellos Arthur Miller. Este declaró no ser comunista, sin embargo se le exigían los nombres de sus compañeros. Él se negó a hacerlo por lo cual se declaró culpable de desacato, pudiendo ir a prisión. En 1958 esa sentencia quedó nula. A pesar de ello este libro refleja la denuncia de represión que él vivió durante la década de los cincuenta.

Parece que ante estas dos historias  enfocadas en diferentes creencias, el destino de las personas se inclina según las opiniones del resto. A los jueces de “Las Brujas de Salem” les convenía creer que aquellas mujeres eran verdaderamente brujas y que el demonio era el directo culpable de todos los males. Un terreno fértil de paranoia, persecución y verdades incuestionables. Una historia repetida a lo largo del camino de la humanidad. Hoy otras minorías son cuestionadas por ser, pensar o actuar diferente y las personas llamadas a “corregir el descarrilamiento” de quienes no quieren ir por los mismos raíles se convierten en policías de nosotros mismos.

Practicar la tolerancia en tiempos confusos ayudará sin duda a orientarse a una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los demás.

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