Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

El INDEC dio a conocer los números de la pobreza e indigencia para el primer semestre del año confirmando lo que todos temíamos, un crecimiento elevado de la pobreza de forma generalizada para todo el país.

El 40,9% de las personas en nuestro país se encuentra bajo la línea de pobreza, con un 10,5% bajo la línea de indigencia. Esto representa un incremento de 5,5 puntos porcentuales para el primer caso y 2,8 puntos porcentuales para el segundo caso, con respecto al segundo semestre del 2019. 

Una cuestión a tener en cuenta es que se profundizó uno de los problemas más graves que tiene nuestro país, la pobreza infantil, alcanzando un 56,3%. Sin embargo, donde hubo mayor variación es en el sector de 15 a 29 años, con un crecimiento de 7,1 puntos porcentuales respecto a segundo semestre de 2019, alcanzando un 49,6%. La franja de 30 a 64 años no tuvo una situación muy distinta dado que tuvo un crecimiento de 5,7 puntos para el mismo periodo de análisis, alcanzando un 36,2% de pobreza. Los mayores de 65 años prácticamente no tuvieron casi modificaciones y se mantuvieron en 11,4% bajo la línea de pobreza. 

Más allá del pésimo contexto que atraviesa el mundo y en particular nuestro país por la pandemia, es realmente preocupante que desde 2018 hay una tendencia firme al crecimiento de este flagelo y Argentina no ha encontrado la forma de revertir esta situación. Las recetas tradicionales respecto a la falta de competitividad de nuestro país en el plano internacional y las sucesivas devaluaciones que han acompañado ese diagnóstico (fogoneadas por una fuga de divisas colosal) no han resultado ser de mucha ayuda para mejorar los niveles de actividad, de empleo y mejorar los indicadores sociales. Evidentemente el problema no pasa por ahí.

Es claro que en una economía tan vulnerable a shocks externos como la nuestra, es necesario dar cierta certidumbre al sector productivo, para que invertir en producir no se vuelva un deporte extremo. Una herramienta para lograr ese cometido es tener una demanda interna fuerte, con capacidad de compra, variable que se viene deteriorando hace años. 

Otro factor importante es tener un mercado cambiario previsible (ni planchado ni volátil), otra arista caótica de nuestra historia reciente. Esta problemática es más compleja que inyectar dinero para robustecer a la demanda. Claramente subyacen cuestiones culturales, históricas y económicas a resolver. Sin embargo, aplicar mejores regulaciones a este mercado, dar opciones rentables para ahorrar en pesos y tener una estrategia de largo plazo para generar y recuperar las divisas fugadas es central para recomponer un área que tiene a mal traer a toda la economía de nuestro país.

En medio de este contexto, el Ministro de Economía, Martin Guzmán presentó una batería de medidas de reactivación económica y fomento de las exportaciones, para mejorar la entrada de dólares. Algunas de las iniciativas están centradas en una reducción de los derechos de exportación para los sectores industriales y el agro.

Por otro lado, se le dará un fuerte espaldarazo al sector de la construcción, del cual se espera que sea uno de los puntales de la recuperación del mercado interno, a través de exenciones impositivas vinculadas a impuestos a los bienes personales y a las ganancias para aquellas personas que realicen proyectos vinculados a la construcción.

Estas medidas se suman a las que ya están en funcionamiento y se espera que ayuden a revertir este panorama. Más allá de las malas noticias en materia de pobreza, se espera una recuperación para el segundo semestre de este año, basado en la mejora en los niveles de actividad, recaudación y producción. Esperemos que estas señales positivas perduren durante lo que resta del año y sean el puntapié para un periodo prolongado de crecimiento.

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