Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

Este viernes es el último día para que los bonistas acepten la propuesta del Gobierno Nacional en torno a la renegociación de la deuda. Este tema tiene en vilo al Estado como así también a buena parte de la comunidad internacional. No es para menos, en este contexto incierto en donde el gasto debe estar orientado a la sostenibilidad de la vida, la restricción planteada por la deuda externa ya no condiciona el ansiado desarrollo económico como sucedía antaño, sino algo más primitivo, la supervivencia física y/o económica de millones de personas.

En este sentido, la deuda externa condiciona dos aspectos del normal funcionamiento del Estado: el gasto público en pesos, ya que para pagar hay que gastar menos para tener algún margen de pago y, por otro lado, la disponibilidad de divisas (en este caso dólares), los cuales hoy, son más escasos que nunca. Si ya había problemas incluso en el anterior gobierno, lo cual motivó numerosas corridas, disparando el valor del dólar, hoy es peor. Esto es porque las importaciones esenciales, hoy tienen un carácter muchísimo más importante debido a la crisis sanitaria propinada por el coronavirus. Si a esto le sumamos, que los flujos comerciales cayeron, generando así menos dólares para nuestro país, el cuadro de situación se vuelve sumamente complejo. 

De hecho, según el informe trimestral del Indec para los primeros tres meses del año, podemos observar una importante caída tanto en las exportaciones (5%) como en las importaciones (14,3). Si bien, el saldo general es positivo, el mismo es muy pequeño, por una cuestión sencilla, el volumen de comercio es más chico. Esto en definitiva no es favorable para un país como el nuestro que tiene buena parte de su deuda en dólares con acreedores extranjeros.

Retomando la cuestión del gasto público, hoy el déficit se dispara por dos motivos, una caída en términos reales de la recaudación producto de la fuerte caída en la actividad económica y por el incremento en el gasto. Según datos del indec en marzo, la actividad cayó un 9,8% respecto a febrero en términos desestacionalizados. Esto teniendo en cuenta, además, que solo un tercio del mes fue perjudicado de lleno por la pandemia del Covid-19.

En definitiva, el panorama es muy complejo. En este sentido tanto la comunidad académica, como importantes personalidades de la política e instituciones de todo el mundo se han mostrado a favor de la propuesta de nuestro país, brindando su apoyo público. Si bien estas demostraciones de acompañamiento son más que positivas desde la disputa cultural sobre el excesivo peso de las deudas externas en los países periféricos, no deja de ser eso, un factor de presión en términos sociales. Lamentablemente esto se define en otro plano, en los mercados. Mientras no existan legislaciones a nivel internacional que regulen al sector financiero y también a los Estados que emiten deuda por encima de su capacidad de pago, las demostraciones de apoyo solo serán simbolismos. 

Es una posibilidad probable que los bonistas no acepten la propuesta. Recurrir a la discusión sobre la moralidad de los acreedores extranjeros es válida, pero infértil. Sobre todo, porque siempre queda en ese plano, y nunca se pasa al de la legislación, de hecho, suele suceder que los mismos tribunales internacionales terminan fallando a favor de los acreedores. ¿Ir a default es lo peor que nos puede pasar? Absolutamente no. Lo peor que nos puede pasar es hacer un acuerdo que condicione aún más la capacidad del Estado de poner a disposición herramientas para la recuperación económica. Sin embargo, ni un default ni un mal acuerdo son escenarios deseables, obviamente. Lo mejor sería que los bonistas acepten la propuesta o que el acuerdo ronde en un rango sostenible, aceptable en función de nuestras capacidades. Quedará para el futuro, desde comunidad internacional, ver cómo salir de discursos políticamente correctos para pasar a medidas reales que impidan el estrangulamiento de economías periféricas por deuda externa, como así también lograr mecanismos de fortalecimiento institucional a nivel nacional para dejar de tomar deudas imposibles de pagar.

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