Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

En el día de ayer el INDEC informó que la inflación del pasado mes de abril fue del 1,5%. Este dato en condiciones normales sería fuertemente celebrado por quienes se encargan en trabajar sobre las políticas de precios y buscan controlar un fenómeno que ya se hizo costumbre en nuestro país. Sin embargo, nadie puede ignorar que el fenómeno del coronavirus ha puesto un ancla significativa a la actividad, lo cual tiene repercusiones obvias en la inflación.

Abril fue el primer mes completo con el efecto coronavirus, y en parte contribuyo a que el nivel de inflación sea el más bajo en los últimos 12 meses con toda claridad. Sin embargo, aquellos bienes y servicios que tuvieron un consumo dentro de parámetros parcialmente normales, como los alimentos y bebidas (bienes de primera necesidad) tuvieron un aumento bastante por encima del nivel general. El rubro alimentos y bebidas no alcohólicas, por citar un ejemplo, tuvo un aumento del 3,2% más del doble que el promedio general. Por otro lado, los gastos en educación cayeron un 1,5% respecto del mes anterior, efecto vinculado a las particularidades del sector, en donde si bien se busca mantener cierta normalidad, lo cierto es que físicamente no se está asistiendo a los colegios y esto tiene un efecto obvio en las cuotas (para el caso de los privados). Sin embargo, este es el rubro de mayor incremento acumulado en lo que va del año (18%).

Más allá de estos datos, existe una importante preocupación respecto a los niveles de inflación para los próximos meses. El creciente déficit fiscal financiado por emisión monetario es un tema habitual de discusión entre economistas, tanto para quienes defienden que la inflación es siempre y en todo momento un fenómeno monetario como para los que no. Está claro que, en estos momentos, un aumento en la cantidad de dinero circulando no necesariamente va a tener un efecto importante en el crecimiento de los precios, dado que compensa en parte la caída en los ingresos de la gente por tener sus trabajos parados y en muchísimos casos, sin percibir su salario. 

La preocupación es más bien en el futuro ¿Qué pasará cuando retomemos la normalidad en nuestro país y la actividad económica comience a funcionar a niveles previos de la pandemia? Primero que nada, ese horizonte temporal parece lejano e incierto. Esto es, porque si bien existe la sensación de tener este tema controlado, la realidad es que estamos aún lejos de verlo como solucionado, y se puede extender (con distintos niveles de flexibilidad en la circulación) hasta el momento en que, por ejemplo, se encuentre la vacuna para el virus. Por otro lado, una vez superado el primer escollo hay que analizar si la economía estará en condiciones de llegar en corto tiempo a los niveles de producción previos a la pandemia. Más allá de que los estados nacionales en todo el mundo aplican políticas para proteger a sus economías, es más que claro que se están perdiendo millones de puestos de trabajo y empresas en todo el globo. Desde optimistas a pesimistas coinciden en que los efectos de esta crisis, en términos económicos, podrían llegar a ser irreparables durante varios años. Con este panorama difuso, ¿es lo mismo emitir en un contexto de baja utilización de la capacidad instalada, que cuando la oferta se encuentra a tope? ¿el dinero va a circular con la misma velocidad que lo hacía previo a este escenario? 

Quizás el riesgo más claro en economía es que muchas veces las profecías son auto cumplidas. Esto sucede porque la formación de expectativas negativas hace que los agentes económicos generen justamente las condiciones de las cuales están huyendo. Este puede llegar a ser el mayor problema que enfrente el gobierno. Revertir las expectativas es una tarea de suma complejidad porque muchas veces no están atadas a condiciones objetivas, mas allá de que en este contexto puedan existir efectivamente.

Es por estos argumentos que, si bien hay que tener un ojo puesto en el mediano plazo, hay muchas variables y posibles escenarios en juego, y lo único que tenemos en la actualidad es este presente. En ese marco, en mi opinión, lo conveniente es intentar por todos los medios posibles, sostener el nivel de vida y proteger a los sectores más vulnerables trabajando de la forma más consistentemente posible, pero sin que eso limite la utilización de las herramientas a disposición para paliar esta crisis.

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