Seis páginas encierran el relato de Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia 1927- Ciudad de México, México 2014) llamado “Un Señor viejo con unas alas enormes” (publicado originalmente en el año 1968). Allí Pelayo y Elisenda (su esposa) viven en una casa la cual luego de las torrenciales lluvias tropicales se ve infectada de cangrejos muertos. Su patio está totalmente inundado, él deberá atravesarlo con cuidado y al hacerlo descubre a un extraño hombre el cual aparece cerca de la playa. Está sucio y harapiento, es viejo y tiene unas alas enormes. A simple vista parece un mendigo, pero una vecina decide decir que es un ángel. Ella recomienda matarlo, no obstante Elisenda y Pelayo disponen llevarlo al gallinero, allí lo encierran. La voz de tal acontecimiento se corre en todo el pueblo y se forman largas filas para que los milagros se hagan realidad de la mano de este desconocido. Ello les permite cobrar entrada y así mejorar su situación económica.
Mientras tanto la pareja que lo encontró busca una explicación lógica a esta misteriosa aspiración.
Un sabio dirá que es un ángel caído y despertará la cautela, el Padre Gonzaga dará un paso más y enviará cartas al Vaticano con el propósito de pedir asesoramiento. Como ocurre casi siempre el interés por ese “ángel” se verá desplazado por la aparición de una mujer que se transformó en araña. Un día cualquiera el hombre alado partirá volando y surcará libremente los cielos.
Nuevamente Gabriel García Márquez hace de las suyas dejando propalar su afamado realismo mágico. Así todos los acontecimientos extraordinarios y a nuestros ojos imposibles, son usuales para los personajes de esta historia. Aunque no por ello es menos cierto que el propósito del realismo mágico también es aportar una enseñanza o reflexionar, como en este caso, sobre el escepticismo, la crueldad, el abuso de poder, la manipulación de alguien en beneficio propio, las creencias populares, la contraposición entre religión y ciencia, la idolatría y el poder de la sugestión.
Aunque ese ser alado poco sustenta la imagen que tenemos atesorada de un ángel. Es viejo, pelado, desdentado, está bastante sucio y desalineado. Tanto es así que Pelayo no pudo aceptar la idea que aquel era un ángel, en verdad él se sintió “asustado por aquella pesadilla”. No era como aquel arquetipo que se ve en la iglesia, si hasta parecía tener forma humana. Entonces ¿era un naufrago?, ¿o un monstruo?, ¿o una mutación extraña entre un ángel, un ser humano y un animal?, ¿o una criatura divina?, ¿o un ser demoníaco?
Quizás por ello el pueblo cambió de celebridad y se quedó con la chica-araña. Ella no había caído del cielo, sólo se transformó porque desobedeció a sus padres.
La simplicidad y la magia son el escudo de esta historia y nos transporta al final.