Los domingos electorales son una suerte de tormenta tropical política. Llegan y en cuestión de segundos arrasan con lo establecido: las predicciones y sensaciones que se vienen erigiendo desaparecen de un instante a otro cuando los números oficiales comienzan a conocerse. Luego, llegan las semanas de reconstrucción: periodistas y analistas vuelven a edificar estos castillos de arena en base a la interpretación de números, conversaciones cruzadas y rumores, tratando de vaticinar lo que conoceremos en la noche del 19 de noviembre: quién será el próximo presidente de las y los argentinos.
Este domingo, en una línea similar a aquel de agosto donde Javier Milei irrumpió en el cénit de la política nacional, fue uno de inesperados resultados. Se habló largo y tendido de la posibilidad real de una victoria en primera vuelta, algo convalidado por la urgencia con la que se impulsaron las campañas tanto de Juntos por el Cambio como de Unión por la Patria. Los resultados oficiales, tiraron por tierra todos los pronósticos proclamando a Sergio Massa como el gran ganador de la noche.
Quedarán algo de 4 semanas de campaña, con un debate de por medio, para definir quién será el presidente del mandato 2023-2027. De un lado aparece el actual ministro de Economía de la Nación, Sergio Massa, del otro el outsider y economista liberal Javier Milei. En términos comparativos, no podríamos tener dos candidatos más disímiles: ideología, experiencia en el Estado y plataformas de campaña parecen alocarse en los polos más opuestos que podríamos imaginarnos. Uno podría aludir que ya hubo un escenario similar con el ex-presidente Macri y el hoy embajador en Brasil Daniel Scioli, pero la realidad es que a ambos les gustaría mostrarse como opuestos al otro, las coincidencias no eran pocas: los ex-candidatos eran los líderes del ejecutivo de los dos distritos más grandes del país, aunque con visiones diferentes, presentaban una idea similar del Estado hacia el futuro: en esa época se habló de potenciar la producción, de combatir la pobreza y la inseguridad como grandes ejes de campaña.
Hoy el escenario es bastante más atípico. En un giro irónico, o hasta paradójico, en una elección donde el leiv motiv fue “ellos o nosotros” para los dos candidatos más votados, tanto Milei como Massa deberán tender puentes con el electorado de la tercera en discorida: Patricia Bullrich. Esta lógica se terminó de confirmar con los discursos de ambos ganadores. Mientras Massa, que evitó usar nombres de sus dos principales rivales, llamó a un gobierno de unidad con Juan (Schiaretti), Myriam (Bregman) y los radicales; Milei pasó de proponerse como el espacio “anti casta” a el “anti-kirchnerismo”. Extendió un apoyo explícito a Jorge Macri en el ballotage de la Ciudad de Buenos Aires ante Leandro Santoro y su candidata a vicepresidente, Victoria Villarruel, ejerció la función de puente ante la prensa minutos antes hablando de un espacio que busca incluir a otras fuerzas.
Primeramente, me gustaría detenerme en cómo llegamos a este escenario de cara a la segunda vuelta. Sergio Massa, que en las PASO sintió el rigor de un electorado descontento con la crisis económica que se vive en el país, inició una verdadera contraofensiva: este término no es casual, para el peronismo la campaña aplicó la lógica de guerra en trinchera, donde había que luchar por cada centímentro. Los frentes fueron variados, vimos propagandas no oficiales, spots con el candidato, declaraciones de espacios marginales y, con un tinte de dudosa moralidad, anuncios desde el propio Estado que grativaron bajo una misma lógica: ¿Qué pasaría con el país si ganase Milei?. Desde un precio del transporte público a $1000, una salud y educación que dejarían de ser públicas, a un libre mercado tanto de armas como órganos. Para el peronismo la campaña del miedo impulsada no es una forma de amedrentar al electorado para proteger “la quintita”, sino simplemente la proyección de los propios temores de su dirigencia y ala intelectual. A mi entender no es lisa y llana manipulación del y la votante, sino una realidad palpable que ven en el futuro cercano. No es que se endilguen la posición de guardianes del pueblo, sino que hay una firmen convicción en serlo.
En la otra vereda estaban los grandes ganadores de las PASO en La Libertad Avanza. Con un resultado sorpresivamente favorable, Milei soñaba con un cumpleaños como pocos: donde la primera vuelta del 22 de octubre lo ungiría como aquel que viene a impulsar un proyecto liberal que en 30 años transformaría una Argentina sumida en la pobreza en una potencia a la par de países europeos o hasta Estados Unidos. Aquí volvemos a lo mismo que con Massa, no es un discurso vacío de convicción: hay una fé pseudo-religiosa en ambos búnkeres donde ellos son el camino a seguir, y del otro lado solo prevalecen los beneficios personales o de ciertos grupos para impulsar tales agendas de gobierno.
Con esa posición privilegiada, Milei y su equipo comenzó un raid mediático con efectos contraproducentes: las declaraciones de Lilia Lemoine con respecto a la renuncia de paternidad, Alberto Benegas Lynch, candidato a diputado e hijo del referente ideológico de Milei, tomando una bizarra tangente de discusión intelectual para “privatizar las ballenas”; o Ramiro Marra, candidato a jefe de Gobierno porteño, dilapidando las oportunidades de voto en uno de los distritos más importantes del país con un discurso verborrágico pero carente de carisma, a diferencia del candidato a presidente. Cierta arrogancia, lógica después de obtener una victoria soñada, combinada con el endurecimiento de un discurso ante la potencial base de votantes en otros espacios de centro-derecha (los famosos “viejos meados” que tanto leimos en redes sociales) hicieron que la lógica del crecimiento del ganador no se aplicase en este caso.
Mientras Massa, quizás por sus previas experiencias en política, entendió la urgencia que ameritaba la campaña para las generales, Milei pecó por su inexperiencia volviendo a presentar un discurso rodeado de tecnicismos, donde sus dirigentes “pisaron el palito” en debates que no son sobre la realidad, sino sobre un marco teórico. Combinada a esta disputa de ideologías, el ministro de Economía aprovechó de forma plena su poder como quién define los destinos económicos del país, impulsando programas de shock a la economía con subsidios, bonos, la quita del Impuesto a las Ganancias y la quita del IVA en alimento entre otros. Mientras los liberales quedaron atrapados en si las reformas eran de primera o segunda generación, Unión por la Patria llevó a la mesa algo tangible que el electorado tomó como seña de un posible cambio, algo extraño si consideramos que es el partido gobernante. Así, Massa no cambió el eje de campaña, despegándose tanto de un desdibujado Alberto Fernández como de una Cristina Fernández hoy sin presencia política, entendiendo que el votante le achaca más a ellos el fracaso actual que al hoy ministro, que supo venderse como aquel que llegó cuando “las papas quemaban”.
Este mes que queda de camino al ballotage presenta en una posición privilegiada a quiénes quedaron en el camino. Ese 7% de Juan Schiaretti, que fue quizás el más beneficiado de los dos debates presidenciales. Luego, está el famoso 3% de la izquierda representada por Myriam Bregman y, quizás la masa de votos más determinante de todas, el casi 24% de Juntos por el Cambio. Estos serán sin lugar a dudas los nuevos campos de batalla donde Milei y Massa podrían asegurarse la presidencia.
Haciendo una suposición educada, uno entendería que el 3% solo puede ir a un lugar: Unión por la Patria. Aunque Bregman anunció que habrá conversaciones para presentar sus apoyos, el voto en blanco del ballotage Scioli-Macri no es algo que pueda volver a repetirse, lo que quieran o no, Massa sería la única opción disponible. Schiaretti, aunque de estirpe peronista federal, coqueteó con algunas propuestas de Milei durante los debates y supo presentarse como un espacio abierto al diálogo. No obstante, hay algo de historia entre su vicepresidente Florencio Randazzo y Sergio Massa, ambos hombres de la primer etapa del kirchnersimo.
Juntos por el Cambio, en otro giro poético de la política nacional, atravesará días críticos con una muy real posibilidad de fragmentación: mientras los radicales y sectores más moderados parecerían estar más cerca de Sergio Massa, quién ha dejado entrever un posible vínculo con el hoy gobernador de Jujuy Gerardo Morales. Mientras tanto, el ala dura de Patricia votaría a regañadientes a Milei con tal de no ver una nueva versión del peronismo-kirchernismo en el sillón de Rivadavia. En el medio, hay una gran base de votantes que eligió a JxC y no parece hallarse en ninguna de las dos opciones disponibles, una por su relación pasada y otra por el temor a lo que depararía el futuro.
Si bien Javier Milei y La Libertad Avanza buscarán moderar el discurso para cautivar a las y los indecisos, el problema principal pasa por su militancia. En una elección donde hay una clara división etaria (las juventudes acompañan al liberal, los adultos +35 tienen en general una preferencia por el peronismo y la tercera edad se ve representada por Juntos por el Cambio), los choques propios de estas diferencias generacionales polarizan más un escenario donde todos para ganar necesitan del consenso. Con dos núcleos duros, tanto el del PJ como el de LLA que traban la discusión de la militancia, será fundamental las decisiones que tomen los dirigentes de mayor peso. Así, volviendo de un auto-impuesto retiro político que nunca tuvo nada de retiro, hoy la principal condición de victoria para Javier Milei no es otro que el ex-presidente y jugador de la selección de Bridge Mauricio Macri.
Si hay una figura que puede garantizar en cierta medida encauzar los votos de Patricia Bullrich hacia Javier Milei es Macri. El ex-mandatario, quién muchos dentro de JxC consideran que delibitó las oportunidades de un espacio político que parecía hace 2 años ganador en primera vuelta, será probablemente quién se siente a la mesa con Milei y su equipo para negociar un eventual apoyo. Aunque muchos crean que esta es una eventualidad propia de cómo se han dado las circunstancias, era algo que iba a pasar de una forma u otra: aunque ganase en primera vuelta, el economista liberal iba a necesitar cierto acompañamiento en el Congreso para impulsar sus reformas, algo que solo Juntos por el Cambio podía garantizarle. Aunque Bullrich haya dado un discurso dando a entender que habría un acercamiento, la realidad es que hasta hace dos semanas la ex-ministro de Seguridad le inició juicio a Milei por difamarla como “montonera pone bombas”, si ese puente existe, no estaría en las mejores condiciones.
Es así que Macri, ni lerdo ni perezoso, de alguna forma se termina convirtiendo en la Cristina Kirchner de un posible gobierno liberal. Sin ejercer una posición de poder, o al menos aparentarlo, es quién guarda la llave del triunfo, brindándole quizás el mejor margen de negociación para un eventual gobierno de alianza. Para Massa, esa figura es Morales como representante del radicalismo, aunque parece ser algo muchísimo más sencillo de negociar.
La reunión de Milei y Macri, que ya venían jugueteando políticamente y tirándose flores, podría generar la foto que de un vuelco a los resultados. El economista y candidato a presidente sabe que ahora es momento de mostrar mesura y no pensar en complacer al núcleo duro, sino seducir a los que aún no lo ven como una opción viable. El ex-presidente, al que entre rumores se le adjudican los audios de Melconian, es el único de su espacio que salió bien parado, y hasta ganado, eligiendo el camino de la menor resistencia.