Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

En las últimas semanas se difundieron datos vinculados a la evolución de la capacidad instalada y la actividad económica en nuestro país, los cuales evidenciaron síntomas de recuperación que, si bien viene a paso lento, parece tener una tendencia firme y que podría ser sostenida luego de varios meses de profunda caída en la producción y empleo por los efectos de la pandemia.

Como señale en anteriores oportunidades, una arista que amenaza de forma preocupante esta remontada es el saldo en la balanza comercial que, más allá de ser superavitaria mes a mes, viene mostrando signos de agotamiento.

Lógicamente, mientras se reactiva la economía, también lo hace la necesidad de contar con mayor cantidad de insumos para nutrir a una industria que requiere de los mismos para su desarrollo. También, por qué no, crecen las importaciones de bienes de consumo por las leves mejoras al poder adquisitivo.

El informe de intercambio comercial argentino del Indec mostró que, para el mes de octubre, las exportaciones se ubicaron en U$S 4.616 millones mientras que las importaciones rondaron los U$S 4.004 millones, dejando así un saldo superavitario de U$S 616 millones.

Así, la tendencia en relación a las exportaciones con respecto al pasado mes de septiembre es de una caída del 1% y las importaciones de una suba del 3,3%, achicando obviamente el resultado positivo con respecto a meses anteriores.

En los 10 meses completos que lleva el año, el saldo acumulado es a favor en unos U$S 12.171 millones de dólares. Si lo comparamos con el mismo periodo del 2019 observamos que las exportaciones cayeron en un 13,5% y las importaciones lo hicieron en un 19,3%.

Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones para los sectores exportadores vinculados al agro? Desde el Observatorio de Políticas para la Economía Nacional realizamos de forma mensual el índice de competitividad, una herramienta para medir la situación de los rubros vinculados al maíz, harina de soja, aceite de soja y el trigo.

En los últimos meses, si bien el tipo de cambio real se viene apreciando, producto de que la evolución de la inflación es mayor a la del valor del dólar, los precios de los commodities vienen en un alza importante, lo cual implica una compensación más que proporcional a la caída de la cotización real del dólar.

Si a esto se le suma la baja en las retenciones dictada por el gobierno, podemos afirmar que hoy el campo, por lo menos en lo referido a condiciones para comerciar con el exterior, se encuentra en mejores condiciones que durante todo el gobierno anterior. De hecho, comparando con el 2019, el índice de competitividad creció en un 16,5%.

Esto depara algunos desafíos claros. Tanto en el plano comercial como en el plano de la deuda, el panorama parece mucho más despejado que para la gestión anterior. En un caso por mérito del propio gobierno y en el otro por mejores condiciones internacionales. Implica básicamente que la presión de la escasez de divisas debería ser menor en los próximos años.

Por estos motivos, preocupa un precoz agotamiento del superávit comercial, más aún teniendo en cuenta que la economía no funciona ni cerca de su plenitud. Para los próximos meses habrá que tener un ojo puesto en la evolución del comercio exterior, hoy única fuente genuina de generación de dólares para nuestro país, y en las relaciones de comercio bilateral que tenemos, con el fin de mejorar los saldos con aquellos países con los que tenemos un intercambio desigual y deficitario en la divisa norteamericana.

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