Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

Entrando en noviembre, con el año casi culminando, es bueno realizar una mirada en términos generales sobre donde estamos parados. Argentina por tercer año consecutivo tiene una contracción económica. La situación es negativa de forma incuestionable. La pandemia del covid-19 vino a poner en jaque a una economía que ya venia golpeada por una crisis de deuda, cambiaria y productiva. 

No obstante, hay algunos saldos positivos. Sin dudas, la renegociación de la deuda externa es el hito mas trascendental de año. Se despejó un obstáculo muy importante para el porvenir y libera a las arcas publicas para orientar el gasto en la reactivación productiva en lugar de destinarlo al pago de intereses. Otro detalle no menor, es que se descomprime la demanda de dólares para el pago de nuestros compromisos con el exterior.

Queda pendiente la negociación con el FMI, que terminaría por cerrar el frente vinculado a la deuda y a la sangría de divisas extranjeras por este motivo. A priori, es una instancia más sencilla que lo comentado anteriormente, dado que se negocia con un solo actor que ya se ha pronunciado públicamente sobre la insostenibilidad de nuestra deuda, a diferencia de los grupos de bonistas con perfiles heterogéneos.

Otro saldo a favor es el vinculado al comercio exterior. Nuestro país tendrá, 2 años consecutivos de saldo superavitario en la balanza comercial. Sin embargo, este logro se concreta con una pulverización de las importaciones, lo cual está ligado a una sensible baja del poder adquisitivo de las y los argentinos. Se deberá prestar suma atención a este apartado en los próximos años, dado que, si se logra reactivar la economía con éxito, es posible que el saldo externo tenga una merma. A menos, claro está, que logremos incorporar mas sectores a los que habitualmente exportan.

Por último, los niveles inflacionarios han bajado con respecto a 2019 y 2018. Se podría argumentar que es un efecto de la pandemia, pero también es de destacar que muchos analistas proyectaban la antesala a una explosión en los precios por la importante emisión monetaria. Lo preocupante es el aumento en el precio de los alimentos, variable que ha tenido un comportamiento al alza por encima del nivel general. 

Del lado de las contras, la mas importante: la actividad económica. El Indec difundió durante la semana pasada el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), en el cual se muestra que hasta agosto inclusive, la caída acumulada durante este año es del 12,5%. Posiblemente los próximos meses achiquen ese número, pero es realmente probable que la merma sea de dos dígitos. La combinación de pandemia más una economía que ya venia en turbulencia nos llevó a una de las mayores caídas de las últimas décadas.

El tipo de cambio es otra variable que nos tiene a mal traer hace ya algunos años. Si bien durante este año, el valor del dólar oficial estuvo mucho mas controlado, poco se pudo hacer hasta acá para contener la cotización del CCL y del Blue. Estas brechas preocupan ya que generan intranquilidad en la economía y expectativas de devaluación. Esto es así porque para cerrar estas diferencias hay dos caminos: devaluar, para que el oficial converja hacia algún valor que el mercado considere mas razonable, o bien pisar las demás cotizaciones a través de medidas que capten el exceso de dinero en circulación. 

Una medida de este estilo se llevó adelante el martes pasado cuando el gobierno colocó un bono dólar linked (atado a la evolución de la divisa norteamericana) que captó pesos en circulación, lo cual quitó presión a la compra de la moneda de EE. UU y sirvió para financiar el gasto publico sin recurrir a la emisión. Está claro que es una medida de corto plazo, pero sirvió para bajar las cotizaciones paralelas del dólar.  Será necesaria una estrategia con un horizonte temporal mas amplio para contener esta problemática.

Por último, y ligado a la actividad económica, el empleo. Desde hace varios años existe una destrucción neta de puestos de trabajo que es urgente revertir. Según el Ministro de Desarrollo Social de la Nación, el rango etario mas afectado es el de 18 a 29 años. Por otro lado, la mayor cantidad de beneficiarios del IFE son personas entre 18 y 34 años. Evidentemente hay que concentrar esfuerzos en generar opciones para que las y los jóvenes tengan oportunidades de desarrollo laboral, y, en definitiva, de vida.

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