En la noche del martes, en un escenario distinto, sin público y con distanciamiento social, se dio el primer debate presidencial. Donald Trump, presidente de los Estados Unidos y Joe Biden, ex-vicepresidente de la administración Obama, se midieron en la Universidad de Case Western Reserve en Cleveland, Ohio. Con un nivel muy bajo e innumerables interrupciones de ambos, pusieron una vara muy baja para los dos próximos debates que tendrán antes de las elecciones del 3 de noviembre.
Donald Trump, presidente actual, contará con su vice Mike Pence en la fórmula, mientras que Biden optó por Kamala Harris, ex-candidata en las primarias y actual senadora por el Estado de California. El debate arrancó alrededor de las 10:00 pm de la Argentina y se extendió a lo largo de 90 minutos. El mismo fue moderado por el periodista Chris Wallace, parte de la cadena FOX, considerada la más conservadora en los Estados Unidos. A Wallace se lo vio con muy poco control del escenario, dejando que tanto Biden como Trump se pisaran en forma constante y no siguieran los temas seleccionados para cada segmento.
Entre las temáticas pasaron los conflictos raciales presentes en Estados Unidos, potenciados por la muerte de George Floyd y Breonna Taylor, que desataron protestas a lo largo de todo el país. La pandemia fue un eje central del debate: no sólo se debatió sobre la crisis sanitaria, sino sobre las posibles medidas de ambos candidatos para recuperar la economía.
Trump se mantuvo fiel a su estilo, con declaraciones incendiarias y agravios a Biden y su familia. En un momento, afirmó que el hijo de Biden, Hunter, fue expulsado de las fuerzas armadas por uso de cocaína. Biden, cayó en el truco de la cancha embarrada y se salió del guión que los candidatos suelen tener para estructurar sus respuestas. Parece que lo estudiado no sirvió y se lo vio bastante molesto a Biden con las “mentiras” de Trump, como calificó a buena parte de las declaraciones y datos que el presidente presentó. Ahí se notó al candidato demócrata sacado, empezando a contestarle a los gritos a Trump.
Otro punto “picante” en el debate fue la información revelada por el New York Times, que presentó que Trump sólo pago 750 USD anuales en 2016 como parte de sus impuestos. Del lado de Trump refutaron que el pago fue poco porque buena parte de los gravámenes se pagan a través de empresas y “fue inteligente” al aprovechar las leyes. Biden habló sobre su plataforma de abordar con nuevos impuestos a los millonarios y billonarios del país, así como a las empresas, buscando “ayudar a los que más lo necesitan”.
De la crisis del COVID-19, Biden apuntó contra la poca campaña por el uso de barbijos desde la administración Trump, así como la irresponsabilidad de mantener al país sin una cuarentena general. Trump, retrucó diciendo que con Biden los muertos rondarían los “2 millones” mientras que desligó buena parte de la responsabilidad del virus a China, felicitándose por su rápida acción al cerrar las fronteras.
A Biden, en líneas generales, se lo percibió lento y no supo capitalizar algunos de los errores de Trump, que aunque hablaron la misma cantidad de tiempo, unos 28 minutos, dejó muchas declaraciones discutibles e incomprobables. La estrategia Trump de hacerlo enojar a su oponente pareció ser efectiva y logró salir de algunos apuros en temas complicados como la vinculación de sus seguidores con los supremacistas blancos y su manejo de la crisis del Coronavirus.
Trump, en un enfoque similar al de los debates con Hillary Clinton hace 4 años, buscó dos o tres puntos para formar una narrativa sobre Biden: “hace 45 años que está en la política y no ha hecho nada”. Así también, se refirió al rol de Hunter Biden, hijo del ex-vicepresidente, que estuvo involucrado con su empresa Burisma Holdings de una supuesta situación ilegal con el gobierno ucraniano, según denuncias de Trump. Esas mismas denuncias fueron las que le valieron el famoso impeachment o juicio político al presidente norteamericano.
Biden utilizó sus últimos minutos para instar a los ciudadanos norteamericanos a registrarse y votar, ya sea de forma no presencial a través del correo o en persona. Biden sabe que hoy las encuestas los dan muy cerca el uno del otro, y gran parte de la población que no suele ir a votar son los más jóvenes, cercanos a las ideas del demócrata Biden.
Los votos republicanos suelen estar concentrados en los estados del centro, en poblaciones mayoritariamente blancas y de la tercera edad. Trump sabe que sus seguidores van a las urnas y por ello, en sus declaraciones finales, apuntó contra el voto por correo, diciendo que podría derivar en una situación de fraude para beneficiar a sus opositores. Recordemos que en Estados Unidos se vota por distritos, no necesariamente limitados por ciudad o estado, que seleccionan representantes que al llegar a la mayoría, seleccionan al candidato de su partido.
El debate mostró un nivel muy pobre, con mucho corte entre los candidatos y poca plataforma política. Biden no logró elevar el debate y cayó en cruzar difamaciones con su oponente. Lo más claro es que no hubo ganadores, sino que quedó demostrado que el nivel político del que tanto presumía Estados Unidos, está igual que en el resto del mundo. Con una última pregunta de Wallace, apuntada a si reconocerán la legitimidad de la elección, Trump volvió a recalcar que los votos por correo podrían ser fraudulentos, así como los conteos de votos en los bastiones demócratas. El caos del debate no translució ideas claras, dejó muchas datos para verificar entre ambos y acrecentó la “grieta” del bipartidismo norteamericano. Falta más de un mes para las elecciones y, en teoría, quedan dos debates más por celebrarse, además del que tendrán los candidatos a vicepresidentes Mike Pence y Kamala Harris. Estados Unidos transita un período turbulento desde lo institucional como pocos en su historia, y el resultado de estas elecciones, sea para quién sea, parece que no terminará en la noche del recuento.