Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

2022 asoma en el horizonte como un año complejo para las relaciones internacionales. Por un lado, este año aparenta ser la transición de un escenario pandémico hacia endémico en lo que refiere al virus del COVID-19. Por otra parte, tenemos varios procesos electorales a desarrollarse en los próximos meses, principalmente en nuestro continente. Por último, un tema candente y que reaparece tras varios años latentes es el conflicto entre Ucrania y Rusia.

Desde inicios de esta década, uno de los temas que más ha estado en boga ha sido la pandemia y sus impactos tanto en los temas sanitarios, controles fronterizos y la falta de equidad en acceso a las vacunas entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo.

El Covid-19 vino a revelar algo que ya muchos intuíamos: las desigualdades presentes a lo largo y ancho del globo requieren de políticas integrales, impulsadas por los países desarrollados, a fin de resolver de raíces cuestiones comunes a todos. La falta de acceso a equipamiento médicos en un inicio, y posteriormente a vacunas, derivó en la creación de nuevas cepas y muertes evitables que a su vez, dieron luz a una crisis económica mucho más grande de lo esperado.

Este año, ya con la mayoría de países avanzados en sus esquemas de vacunación, el problema pasa menos por la coyuntura de la emergencia sanitaria, y la cuestión parece encontrarse en el funcionamiento de los sistemas y los cambios que deberán hacer para el mediano y largo plazo. La variante Ómicron trajo a colación el término “endemia”, es decir entrar en un estadio donde el virus se presenta por un período prolongado de tiempo. El COVID sería algo con lo que tenemos que convivir.

Claramente, contar con una patología de forma constante tiene impactos no sólo en nuestras vidas cotidianas, como podría ser el uso del barbijo, sino que impacta las relaciones entre países. Los constantes cierres de frontera no son sólo un dolor de cabeza para turistas y viajeros, sino que restringen el flujo de recursos humanos, ideas y conexiones entre territorios. Si bien hay una buena parte del mundo que, a través de algunos estándares como la vacunación o cuarentenas, ha sabido paliar la situación, lo cierto es que esa relativa “libre circulación” pre-pandemia desapareció y es probable que no la volvamos a experimentar.

Así también, de este aislacionismo que algunos países pueden adoptar, surgen posiciones más extremas y nacionalistas. Si antes escuchábamos posiciones conservadoras alrededor del globo contra los migrantes, sumar una variable como un virus que puede acarrear la muerte, el discurso tenderá a endurecerse.

Luego, claro está, aparece el comercio. La mayoría de las empresas aprendió que el famoso “toyotismo” de trabajar sin stock no era tan conveniente cuando un shock externo se hace presente. Desde la falta de componentes electrónicos aparecieron las demoras en la entrega de nuevos modelos de autos, la falta de routers para internet y hasta pánico por productos simples y cotidianos con los que no había problema de existencias como el papel higiénico o el alcohol en gel. Hoy, con la paranoia de la escasez casi finiquitada, el desafío al que se enfrenta el mundo es planificar para otro escenario extremo y entender que las cadenas de valor agregado globales tienen sus desventajas. Así, vemos en la mayoría de los países desarrollados occidentales el surgimiento de fábricas que históricamente estaban ubicadas en Asia por sus bajos costos laborales, como las de microchips en Estados Unidos y Europa que Intel anunció.

Cambios en los poderes regionales

Saliendo de la temática pandémica, 2022 promete ser un año lleno de discusión política. El 29 de mayo los colombianos definirán a su próxima presidente y el 2 de octubre, nuestros vecinos brasileños harán lo propio. Tampoco hay que olvidarse de las elecciones de medio término en los Estados Unidos, que siempre tienden a ser una hoja de ruta sobre la fortaleza de la gestión y los cambios que podrían avecinarse.

En el caso colombiano aparecen, al menos, tres nombres. Gustavo Petro, es un ex-guerrillero economista que supo ser alcalde de Bogotá y pelearle el balotaje al actual presidente Iván Duque. Hoy, según revelan la mayoría de los analistas sería quién lidera en intención de voto, poniendo a la izquierda colombiana en seria chances de hacerse con el gobierno. Desde el oficialismo parece que el ex-presidente Álvero Uribe no volverá a la carga, legando la posibilidad al centrista Sergio Fajardo o el ex-senador Juan Manuel Galán. Otro nombre que surgió en los últimos días y es más que una sorpresa es el de Ingrid Betancourt, quien fuese secuestrada por las FARC durante su campaña a la presidencia hace 20 años. Betancourt, que fue liberada en 2008, no vivía regularmente en el país pero parece haber vuelto para “terminar lo que empecé” según sus declaraciones, dándole una bocanada de aire fresco a la golpeada Coalición post Duque.

Brasil es un poco más directo y sencillo: Lula vs Bolsonaro. No hace falta hacer grandes introducciones, a esta altura el nombre de Lula da Silva es conocido y genera una reacción en casi todos los que lo escuchan. El ex-presidente brasileño irá en una contienda electoral contra Jair Bolsonaro, uno de los que más celebró su encarcelamiento por la causa Lava Jato y, según el propio Lula, fue uno de los impulsores del tan famoso “lawfare” que la política hace constante referencia. Bolsonaro, que ha tenido varios problemas de salud y numerosas instancias de contagio, ha tenido una importante caída en su imagen positiva, contando con más de 50% de evaluaciones de gestión en las 10 consultoras más importantes como mala o terrible.

La posible vuelta de Lula al poder, combinada con la victoria de Boric en Chile y un posible triunfo de la izquierda en Colombia habla de un nuevo cambio pendular en la política latinoamericana. Mientras las gestiones anteriores fueron más conservadoras o de centro-derecha, parece que 2022 podría ser el año de los progresistas.

Por último, en el apartado electoral al menos, aparece la elección de medio término en los Estados Unidos. Con un Joe Biden que atraviesa su primer año de mandato un tanto complejo, ya sea por su salud o la imposibilidad de cumplir lo que prometió, las elecciones para los representantes de la Cámara darán mucho que hablar. A la eterna lucha de Republicanos y Demócratas se suma el regreso de Donald Trump. El ex-presidente norteamericano reapareció en la vida pública, luego de su “auto-exilio” en Florida, para llevar adelante un acto en Arizona bajo el lema “Save America”. Aludiendo lisa y llanamente que Biden está senil y que Antifa (organización antifascista envuelta en varios disturbios) tiene control en el gobierno. Aunque no tan punzante como años anteriores, Trump hizo show y tiró munición contra Biden y su vicepresidente Kamala Harris, prometiendo volver al poder “aún mejor que antes”.

El dramatismo de Trump y su parafernalia discursiva tienen una lógica para aparecer justo ahora: la imagen de Biden ha caído en los últimos meses, motivada por la falta de resolución en temas como la vacunación, la creciente inflación y su poca injerencia en el escenario internacional. Que el presidente se haya sometido a una operación y Harris haya tenido las “riendas del reino” no ayudó, simplemente dio la sensación a muchos americanos de estar en stand-by.

La frontera Ucrania-Rusia

Si bien el conflicto bélico de anexión de la península sur de Crimea es uno que sucedió en 2014, las tensiones entre ambos países nunca cesaron. Con ciber-ataques, escaramuzas y la divulgación de información, ambos países permanecen en un estado de conflicto latente. Aunque ucranianos y rusos no parecen muy preocupados en las entrevistas que reciben a diario por los corresponsales internacionales, la posibilidad de conflicto está presente. A este escenario se le suma que Europa es hoy extremadamente dependiente del gas ruso, por lo que declaraciones fuertes o la amenaza de sanciones parece no ser del orden del día. Por el lado de Estados Unidos, haciendo pie en la OTAN, el discurso es el mismo de siempre: se responderá con el mismo calibre ante ataques. Por el lado de Rusia, parece que ese sueño colonizador por pasturas más verdes que movilizó a los Zares, a Stalin y hoy a Putin permanece más vivo que nunca. La tensión tenderá a permanecer, la pregunta es que tanto pasará de las palabras a los hechos.

Este artículo, que no pretende analizar en profundidad las diversas situaciones por las que transitará el mundo en 2022, es un simple pantallazo, que ofrece algunas situaciones y escenarios que se darán a lo largo del año. Este año trae consigo varias elecciones que determinarán el destino de la región, así como algunos conflictos fronterizos en Europa que persisten a lo largo de los años. Entre todo este tira y afloje en los entretelones, casi arañando la superficie, el COVID sigue presente. Hoy el virus aparece, no por la necesidad imperiosa de soluciones a corto plazo, sino de alternativas y cambios sistémicos en el mediano y largo.

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