Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

La semana pasada el Indec publicó los datos de la variación de precios al consumidor durante el mes de junio, siendo esta de un 2,2%, cerrando un semestre bueno en esta materia con números del 13,6%. Independientemente de que la pandemia generó su efecto para morigerar las expectativas al alza, es claro que las políticas de controles de precios y ancla del dólar oficial, tuvieron un resultado satisfactorio en contribuir a desacelerar un fenómeno que venía siendo cada año más problemático.

El otro dato importante a esperar, el cual se construye a partir (entre otras variables) del indicador previamente mencionado, es el de la canasta básica alimentaria y la canasta básica total. Las mismas reflejan el valor monetario de los alimentos requeridos para no caer en la línea de indigencia, por un lado, y el costo total de una combinación entre alimentos más servicios no alimentarios para no caer en la línea de pobreza, por el otro.

Para el mes de junio, la canasta básica alimentaria creció un 0,9% con respecto a mayo pasado y un 45,3% respecto a junio de 2019. Por otro lado, la canasta básica total, creció un 1,7% respecto a mayo y un 40,7% respecto a junio de 2019. En este sentido, una persona adulta requiere de un ingreso mensual de $5.835 para no caer en la línea de indigencia (es decir, consumir los alimentos que requiere el organismo para desenvolverse normalmente durante un mes) y de $14.178 no caer en la pobreza. En el caso de una familia de 4 integrantes, se requieren de $43.811 para evitar este último flagelo.

Por supuesto que estas mediciones no representan de manera integral la situación de indigencia y pobreza. Más bien son una representación parcial y monetaria de dichas cuestiones.  Sin embargo, por su sistematicidad y relativa accesibilidad en su medición, son una importante fuente de consulta para obtener una foto general de la situación. Existen otros enfoques como la pobreza estructural o la pobreza de tiempo que complementan y configuran, en suma, una mejor aproximación a estos temas. En el caso de la pobreza estructural entran variables como el acceso a vivienda digna y servicios básicos tales como salud, educación, agua, electricidad y gas, entre otros. Por otra parte, la pobreza de tiempo hace referencia a si las personas pueden realizar las tareas de cuidado y de trabajo doméstico necesarias para vivir con las canastas anteriormente citadas, gozando a su vez de tiempo de libre o de ocio. Es decir, si durante el día tienen el tiempo para la reproducción de la vida (alimentación, aseo del hogar, cuidado de niños, descanso adecuado, y recreación). 

Haciendo estas salvedades, y retomando los datos publicados por Indec, es importante enfatizar sobre el desempeño de la evolución de las canastas respecto de la misma inflación. Es decir, si una variable es mayor o menor que la otra podemos ver cómo impacta el movimiento de precios en las cuestiones esenciales de la vida.

En el siguiente grafico se muestra el desempeño de ambas categorías desde 2017.  Se puede ver que en los últimos 39 meses, la inflación ha estado por encima de la variación de los precios de la canasta básica total en 22 oportunidades y en 17 sucedió lo contrario. Si desglosamos por gestión, durante el anterior gobierno hubo empate entre la cantidad de veces que una fue superior a la otra, con 16 para cada una. Obviamente es importante ver en que magnitud se sacaron ventaja en cada ocasión, algo que se puede visibilizar en el gráfico y que denota, por los picos de las series representadas, que la variación en la canasta básica total ha tenido un comportamiento mucho más volátil en las alzas. Por otro lado, en la actual gestión este panorama por el momento, se ha revertido. De 7 meses de mediciones, la inflación es mayor 6 veces contra 1 de canasta básica. Esto implica que la inflación está impactando de forma asimétrica, siendo los rubros que no se ubican en el grupo de bienes esenciales los que más han aumentado de precio.

En definitiva, este hecho muestra la efectividad de los controles de precios en bienes esenciales como alimentos, por lo menos en comparativa con los demás bienes y servicios que no integran la canasta básica. En este sentido, los resultados son esperables en función de los valores expuestos por rubro durante la semana pasada por el organismo de estadísticas. Quedará por ver de qué forma continúan estas regulaciones para que el aumento del costo monetario de la vida tenga un comportamiento descendente a medida que pasen los meses y así, evitar que más personas caigan en la pobreza.

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