Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Con la noticia sobre la extensión de la cuarentena en Argentina circulando, es interesante analizar los distintos enfoques alrededor del mundo. Hace una semana hablamos de cómo Filipinas optó por una mano dura; cuando el presidente Duterte amenazó de muerte a quiénes violen el aislamiento social obligatorio.

El caso sueco, aunque interesante, podría resultar letal para el país nórdico. Primero, elaboremos un poco el contexto: Suecia es una de las economías más potentes del Norte de Europa y cuenta con unos 10 millones de habitantes. Allí, la Agencia de Salud Pública Sueca decidió no establecer una cuarentena obligatoria y mantener en funcionamiento eventos de menos de 500 personas, bares, restoranes y oficinas. No obstante, los centros invernales, en su mayoría, decidieron cerrar para evitar la propagación del virus. En la misma línea se promueve el Home office y evitar traslados innecesarios. Como resultado de estas medidas voluntarias prácticamente se cancelaron todos los vuelos internos del país, el uso del transporte público se redujo en un 60% y las calles, según cuentan, están vacías. Es por eso que aunque no haya una cuarentena obligatoria establecida, no es que Suecia está funcionando como antes de la pandemia.

Ahora bien: ¿Por qué no se aplicó, como en el resto de los países, un distanciamiento social obligatorio? Según los expertos de la Agencia de Salud Pública y los asesores del gobierno; el golpe económico por parar el país sería demasiado, combinado a que no ven efectividad a largo plazo con la paralización de todas las actividades. De hecho, se corrió el rumor que el ministro de Salud buscaba la famosa inmunidad de grupo. ¿Qué es la inmunidad de grupo? El ejemplo más sencillo sería la vacunación: cuando un alto porcentaje está vacunado, la enfermedad no se transmite y termina desapareciendo. Lo mismo pasaría si el grupo ya contrajo la enfermedad y generó una inmunidad natural. La apuesta sueca, aunque fue negado en declaraciones del ministro, era dejar al virus correr su curso. Probablemente esto generaría más fallecidos, pero el país volvería a la “normalidad” antes.

Otra pregunta que surge es ¿vale la pena arriesgarse? Según el cálculo que realizaron desde el gobierno, los infectados rondarían el 40% del país y se hablaba de al menos unos “miles” de muertos. La principal ventaja de Suecia es que tiene elementos para contrarrestar una oleada de infectados. Cuenta con uno de los mejores servicios de salud y antes de la pandemia, realizaron compras de equipamiento y utensilios básicos para afrontar el COVID-19. No obstante de la preparación y los recursos, hoy Suecia cuenta con algo de 9.200 casos confirmados, 373 recuperados y 809 muertos. El porcentaje de fallecidos con respecto a los infectados es del 8,7%. Si analizamos países con cantidades similares de infectados como Israel es 10 veces más muertes; Turquía tiene casi el cuádruple de infectados con una cantidad similar de fallecidos (908).

El experimento o apuesta del gobierno sueco no parece tener buen rumbo y se suma el descontento de la población; que se sienten conejillos de indias de su propio estado. Es por eso que se rumorea que se endurecerán las medidas para llevar el distanciamiento opcional propuesto hasta el momento, a uno obligatorio.

Las perspectivas no son buenas con respecto a la curva de infectados: se confirmó que al menos un tercio de los geriátricos de Estocolmo, la capital del país, tienen un infectado de COVID-19; lo que podría llevar a una escalada de casos en la próxima semana dentro de uno de los grupos de mayor riesgo. Por ahora, no ha habido un aumento considerable de los ingresados a terapia intensiva en los hospitales, pero se espera que el número cambie con el correr de los días.

Con el método sueco casi desplomado ante los casos de infección y los fallecidos, parece ser que todos los países, en mayor o menor medida, han optado por una cuarentena obligatoria con cierre de todas las actividades no esenciales. El mundo, estará “parado” por lo menos hasta mitad de año, luego vendrá un titánico trabajo por recomponer las economías en crisis y reactivar el comercio exterior. 

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