Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

En tiempos de Coronavirus y la continua aparición de casos de xenofobia hacia las personas de ascendencia asiática, un caso aún en desarrollo se me vino a la mente: el indio. Aunque India lidia con la misma problemática que todos los países ante la presencia del famoso virus y el constante crecimiento de infectados, no es su problema más grave. La República de la India hoy atraviesa una de sus peores crisis sociales, pero para entender las causas y los principales actores; deberemos remontarnos un poco en la historia.

La India es una república parlamentaria con dos cámaras: la del Pueblo y el Consejo de los Estados. De allí, a través de una elección que involucra a un miembro de la mayoría de la Cámara del Pueblo, se elige un Primer Ministro; en este caso Narendra Modi. Modi no es el típico político de la India: forma parte del BJP, un partido relativamente nuevo en el organigrama político que sólo cuenta con un Primer Ministro previo a Modi en los 68 años de República Federal Parlamentaria. En India, históricamente, el poder recayó en el famoso Partido del Congreso: su primer líder fue uno de los fundadores de la República: Nehru y siguieron una tradición política de secularismo su hija Indira Gandhi y su nieto Rajiv Gandhi. Este partido, de tinte socialdemócrata manejó los hilos de la política india por casi toda la totalidad de su democracia en el siglo XX, sacando alguno gobiernos de transición.

La llegada de Modi fue la segunda vez que un partido de tinte nacionalista hindú, la mayoría religiosa, llegaba al poder y traía consigo la responsabilidad de llevar a la India al siglo XXI. Con un pasado trabajador (su padre era vendedor de té en un puesto) venía a romper con el elitismo y las familias del poder. Tenía de respaldo una gestión con buenos números en Gujarat y prometía modernizar el Estado y terminar con la pobreza. Con el correr de los años, su discurso fue mostrando su pasado por el RSS, una agrupación de derecha, a la que muchos llaman una organización paramilitar nacionalista india, el principal foco de sus ataques: los musulmanes.

El Hinduismo no cuenta con un clérigo estructurado como lo conocemos. Si lo pensamos desde nuestra óptica la Iglesia cuenta con un líder y una jerarquización dentro de la institución. En el caso hindú los distintos hombres de fé no responden a este esquema. No obstante el RSS existe desde 1925, cuando la lucha por la independencia estaba en sus inicios y agrupa de cierta forma la ideología política de los hindúes nacionalistas. Cuenta también, con un pasado sangriento: un miembro (al que aluden haber expulsado previo al atentado) fue quién mató a Mahatma Gandhi. Hoy, son un brazo armado que persigue a los musulmanes y otras minorías religiosas que persisten en el país.

Modi llegó a un segundo mandato como Primer Ministro con un discurso mucho más nacionalistas y también más hinduísta. Esto quedó reflejado con el Acta de Enmienda de Ciudadanía, una regulación de diciembre de 2019 que acelera el acceso a la ciudadanía de refugiados de toda Asia Sur, el único inconveniente: los musulmanes no son elegibles.

Desde diciembre el conflicto entre gobierno y los ciudadanos musulmanes fue en aumento, hasta el ataque en la universidad Jamia MIlia Islamia, una universidad musulmana ubicada en la capital Delhi. Allí la policía reprimió con gas lacrimógeno y disparos; los estudiantes fueron golpeados y la biblioteca destrozada. Cuando la gente salió a protestar a las calles en Utar Pradesh (una provincia del país), la policía atacó las casas de los barrios musulmanes. El conflicto sigue con la quita de autonomía a la región de Cachemira, un histórico bastión islámico que continúa en disputa con su vecino Pakistán.

La pelea entre musulmanes e hindúes no es nueva: históricamente Pakistán, India y Bangladesh eran un solo territorio y su división fue preeminentemente religiosa (Pakistán y Bangladesh tienen mayoría islámica).

Para finales de febrero de este año Nueva Delhi sufrió uno de sus peores disturbios en 30 años, tuvo más de 250 heridos, 50 muertos y 4 mezquitas incendiadas. En los últimos meses una práctica común es la entrada a las universidades donde se concentran disidentes y el ataque a los estudiantes de izquierda o minorías religiosas. Así fue el caso de la Universidad Jawaharlal Nehru, ubicada en el sur de la capital. Allí no sólo sus compañeros, sino también militantes del RSS, ex agrupación de Modi, entraron con complicidad de la policía al campus y atacaron a profesores y estudiantes por igual. Los que protestaron ante la policía fueron reprimidos.

En sus casi 70 años de democracia India ha enfrentado desafíos vinculados a la violencia religiosa: el asesinato de Mahatma Gandhi por la RSS en contra de las posturas ante los intocables y el de Indira Gandhi ( primera ministro hija de Nehru) por parte de los Sij luego del ataque al Templo Dorado. Pero en este caso, parece ser uno de los más graves por la complicidad de las instituciones públicas, fuertemente influenciadas por Modi.

Con un ejército de trolls en redes sociales, una acusación de “Fake News” a los medios más liberales y un desprestigio a los “suaves” que defienden los derechos humanos, podemos entender el acercamiento con el presidente americano Donald Trump. Modi recién lleva un año de su nueva gestión, por lo que los próximos cuatro podrían ser de un proceso extremadamente complejo para unos 200 millones de musulmanes que residen en el país. No olvidemos que una persecución a los seguidores del Islam podría endurecer un conflicto latente con Pakistán, países hermanos con arsenal nuclear.

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