Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

Se terminó otro año, arranca uno nuevo y con el también una nueva década (más allá de la eterna discusión entre si empieza este año o el año que viene). Muchas personas aprovechan estos días para balancear su año y algunos más aventurados dan un vistazo a sus últimos 10 años en busca de analizar lo bueno y corregir lo malo para el futuro.

Nuestro país tuvo una década compleja, de mayor a menor a diferencia del decenio previo. La economía argentina se vio fuertemente condicionada, en un principio, por lo coletazos de una crisis internacional que puso en jaque al capitalismo como lo conocemos, en segundo término (y producto de la mencionada crisis mundial) por los procesos de proteccionismo en distintos países, sobre todo centrales, que generaron un panorama hostil en cuanto a comercio exterior, y por ultimo (y a la par del punto anterior), por la guerra económica entre EE.UU y China, lo cual genera incertidumbre sobre el devenir de la economía global.

En el plano interno, el 2011 fue el año de mayor hegemonía del gobierno kirchnerista. A su vez, fue el punto de inflexión en donde comienza a desgastarse el Frente Para la Victoria, para ser derrotado finalmente en el 2015 a manos de la coalición de Cambiemos. Algunos de los balances en torno a esta derrota radican en el pronunciado estancamiento de las principales variables macroeconómicas, el reencuentro con la tan conocida restricción externa (estrangulamiento de la economía por falta de dólares) que impedía continuar por una senda desarrollista, y en cuestiones relacionadas al descontento con algunos aspectos de la cultura política del kirchnerismo, de orden más bien subjetivo, pero trascendente al fin, para explicar el resultado.

Por otro lado, el 10 de diciembre de 2015 se erigió en nuestro país un nuevo gobierno en las antípodas ideológicas del anterior. Mauricio Macri llega al poder con la promesa de pobreza cero, la reactivación económica con reducción de la inflación, y la mejora de las condiciones de vida, sobre todo para la clase media y media alta. La historia es conocida, y no se pudieron cumplir estas premisas básicas. De hecho, la situación económica de nuestro país en la actualidad es más vulnerable que hace 4 años y que hace 10 también. Estás variables, entre otras, generaron un nuevo cambio de gobierno, con Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ganando en primera vuelta los comicios presidenciales.

En definitiva, esta fue una década en donde nuestro país vivió cambios importantes dentro de su coalición gobernante, con resultados insatisfactorios para la población para el grueso de la población. Este hecho pone un desafío de relieve para toda la clase política: la necesidad de construir consensos para generar políticas de estado duraderas.

Creo que la empírea nos ha dejado en claro muchas cosas. La apertura indiscriminada no ha servido para insertarnos al mundo de manera inteligente, aunque tampoco lo ha sido una matriz productiva extractivista con escaso valor agregado. La desregulación en el acceso a los dólares (escasos) ha fracasado claramente, producto de las salvajes corridas bancarias en el 2018 y en algunos tramos del 2019 aunque tampoco parece sostenible una política fuertemente restrictiva durante mucho tiempo. Por otro lado, dos constantes que hubo durante toda la década, y que no diferenciaron entre signo político gobernante: inflación y restricción externa, fenómenos recurrentes en nuestro país desde hace más de medio siglo que obligan a repensar su tratamiento, el cual requiere del diseño de políticas de estado que trasciendan los 4 años que cada gobernante tiene. Es decir, tenemos que dejar de pensar que un gobierno solo y en un corto periodo de tiempo puede resolver estas problemáticas. 

Otro punto a analizar es el endeudamiento. Es necesario salir de posturas dogmáticas respecto a este tema. No es conveniente demonizar a esta potencial herramienta, aunque tampoco ayuda mucho endeudarse por encima de las posibilidades de repago.

En fin, queda claro que nuestros problemas se resuelven con políticas consistentes y claras en el mediano y largo plazo. Considero que como sociedad hemos avanzado en algunos consensos básicos como lo son la necesidad imperante de eliminar el hambre y reducir la pobreza, mantener pujante el mercado interno para generar actividad y empleo pero también buscar incesantemente la generación de exportaciones con mayor valor agregado, la necesidad de un control razonable en el mercado de compra y venta de dólares, y una política de manejo de la deuda sostenible y en el marco del desarrollo de nuestras fuerzas productivas.

Algunas deudas que nos quedan para la década que entra son la necesidad de dotar de mayor federalismo al desarrollo de la actividad económica, una reforma impositiva que elimine la orientación regresiva del actual hacia los que menos tienen, la implementación de políticas de crecimiento económico con equidad de género, como así también de decisiones claras en torno al cuidado del medio ambiente y el desarrollo sustentable.

Un nuevo año y una nueva década comienza con la esperanza de millones de argentinos y argentinas de vivir en mejores condiciones, que nuestros deseos de prosperidad se cumplan, nuestro país lo merece.

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