Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

El INDEC, publicó este miércoles el índice de precios al consumidor (IPC) para el mes de septiembre. El mismo evidenció una notable suba con respecto a los anteriores meses del año, siendo la de este periodo, 5,9%, la mayor suba de todo lo que va el 2019. Llega la primavera, y los precios parecen descongelarse.

En lo que va del año, el incremento en los precios se sitúa en torno al 37,7% a nivel nacional, con un levemente menor 37% en la región Patagónica. Si tomamos la inflación de septiembre de 2019 comparada con la del mismo mes en 2018, vemos un importante incremento del 53,5%.

Algunos rubros de la canasta básica con incrementos mayores al promedio general, en lo que va de este 2019, son los alimentos y bebidas no alcoholicas (40,9%), salud (46,5%), y equipamiento y mantenimiento del hogar (42,9%). Estos 3 rubros son esenciales para el desarrollo de la vida de las familias en general. El hecho de que aumenten en mayor proporción que la inflación promedio nos habla de una variación en los precios relativos bastante perjudicial para el bolsillo de la gente de a pie. Es decir, si los precios de los alimentos aumentan por encima del general de los precios, significa que la comida es cada vez más cara no solo en pesos sino también en comparación con otros gastos. En definitiva, la inflación impacta de una u otra manera en las distintas clases sociales en función de los rubros que más crecen y en función de los gastos de la gente. En este caso alimentos, salud y mantenimiento del hogar son gastos que tienen mayor preponderancia en hogares de clase media y baja, impactando por ende en mayor cuantía a los sectores no ricos de nuestra sociedad.

Está claro que la inflación es un tema central y estructural en la historia reciente y no tan reciente de nuestro país. Sin embargo, se ha convertido en toda una pesadilla para el actual gobierno nacional que, además de tener mayores niveles de inflación en promedio que los gobiernos kirchneristas, también ha tenido que lidiar con una volatilidad inusitada de la misma. La volatilidad o falta de previsibilidad sobre los niveles estimados de inflación puede llegar a ser más problemática que el mero hecho de tener niveles altos pero estables, dado que afecta la planificación empresaria por incertidumbre en términos de costos de producción futuros y por la necesidad de remarcar precios solo por necesidad de anticipación, espiralizando aún más el problema. 

Por otro lado, la inflación desmejora las condiciones de vida cuando las compensaciones al poder adquisitivo de las y los trabajadores no llegan a cubrir el incremento de los precios. Es decir, si en las negociaciones paritarias no se alcanza un incremento salarial en concordancia con la inflación esperada, habrá una caída en el poder adquisitivo y, por ende, en el consumo interno. En el caso de que exista una equivalencia entre la recomposición de los salarios y la inflación, esta última solo afectará en el plano de la competitividad externa, es decir, en el comercio exterior y en nuestra capacidad de tener precios que puedan competir en el mundo.

Resolver la cuestión de la inflación no es tarea sencilla, dado que buena parte de ella es inercial, es decir, se basa en la expectativa de inflación futura, a modo de profecía autocumplida. Siendo que el nivel de la misma, en definitiva, se encuentra moldeado por el comportamiento de agentes económicos (que tienen una proyección de cómo será a futuro), no vendría mal generar señales convincentes que generen expectativas a la baja. Esto mismo intentó hacer el Banco Central a principios de la gestión macrista a través de su plan de metas de inflación. El problema es que este programa no fue creíble, entre otras cosas, por la distancia con la realidad que había en sus mismas metas. Un plan que busque reducir los niveles de inflación deberá trascender en su horizonte los tiempos de la política, es decir, deberá ejecutarse durante más de 4 años, tener metas realistas y un tipo de cambio competitivo, pero con movimientos más previsibles y no caer en dogmas económicos ni recetas ya conocidas que fracasaron en el pasado. Lo que si es primordial en el mientras tanto es, recuperar de manera urgente el poder adquisitivo del salario y la capacidad de consumo de la gente de a pie con el objetivo de mejorar las condiciones de vida tan deterioradas por este fenómeno.


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