Recientemente leí una noticia, en el diario francés Le Figaro.fr, que vale la pena difundirla. “Avec cette machine, un boulanger transforme son pain sec en farine».
Sébastien Hayertz, el panadero de Raphaëlle, una panadería de Montmartre, en París, saca del horno 6 panes dorados y crujientes, hechos con una harina especial. Una harina derivada del pan duro que no se logró vender.
La máquina que transforma el pan duro en harina para ser reutilizada en la fabricación de panes o pastelería, fue bautizada como Le Crumbler (El desmenuzador). “Seco el pan en el horno, lo que desarrolla el sabor. Después de moler el pan seco en Le Crumbler, mezclo 2 kilogramos de migas de pan con dos kilogramos de harina tradicional. Hidrato y cocino 50 minutos (contra 20 minutos para una baguette), para que la levadura se cocine, para que el pan sea más digerible «, cuenta Sébastien Hayertz. También cuenta que el desperdicio se redujo considerablemente, lo que trajo como consecuencia un beneficio económico. Y más adelante afirma, y me parece lo más interesante que, «No es solo el interés financiero lo que nos motivó. Estamos interesados en invertir en un enfoque de cero desperdicio. Tratamos de educar a nuestros niños en un enfoque de desarrollo sostenible», dice el jefe de la panadería.
UN PROYECTO NACIDO DE LA NECESIDAD
La idea surgió del Ingeniero urbanístico Franck Wallet. Una persona preocupada y ocupada en la problemática del desperdicio de los alimentos. Haciendo experiencias en casa, descubre que «al moler pan seco, recupero un polvo con un potencial mucho mayor que el de la tostada francesa». Esta harina es fácil de conservar y permite multitud de recetas. Su idea, nacida en 2016, se abrió camino en el marco de una nueva empresa llamada Expliceat. El inventor consiguió que su máquina fuera fabricada por un industrial antes de venderla a profesionales del pan a partir de mediados de 2017.
Ya varios panaderos y particulares sedujeron y convencieron. El Crumbler cuesta alrededor de 2000 € pero rápidamente se vuelve rentable. Esta es la conclusión a la que llegó, Sébastien Hayertz, uno de los 6 felices panaderos parisinos que tuvieron la oportunidad de probar durante unos meses la máquina.
Comencemos por transformar nuestros desperdicios en las casas y restaurantes, en comida que sea ética y deliciosa. El futuro de nuestra alimentación está en la educación de hábitos de reciclaje y buenos usos de todo lo que tenemos.