Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Casi todos sabemos de qué hablamos cuando unimos la palabra matrimonio al adjetivo arreglado. Sin embargo aquí en Occidente suele confundirse con el matrimonio forzado. Los primeros son aún una práctica común en algunos países. En estos las familias ejercen el rol de elegir la pareja, dejando de lado el “amor romántico” tal y como lo conocemos, pero los integrantes son libres de casarse o no, aunque no se está exento de las habladurías y la condena social.

En el cuento “El encaje roto” de Emilia Pardo Bazán (La Coruña, España, 1851- Madrid, España 1921) focaliza el relato en la boda de Micaela Aránguiz con Bernardo de Meneses. Este texto forma parte de la antología de cuentos de violencia contra las mujeres. Su narrativa abarca los femicidios, el maltrato físico, psicológico y la violencia económica.

Micaela, nuestra protagonista, le dio un terrible plantón a Bernardo justo en el altar. Los años pasaron y las habladurías crecieron en igual proporción, pero un día cualquiera, por casualidad; Micaela, la novia prófuga, encontró a una vieja amiga en una apacible playa. Allí fue donde develó el porqué de su negativa a ese matrimonio.

Bernardo la había mirado con desdén luego de observar que el encaje de su vestido de novia estaba levemente rasgado. Esa tela representaba un tesoro para la familia de Meneses, era una verdadera reliquia. Así saltamos de una boda frustrada a un pintoresco balneario.

Ella vio en la mirada de Bernardo el desprecio que desnudaba su alma. Micaela ya no era perfecta, algo se había roto entre ellos en ese diminuto instante. Era tan sólo un trozo de blonda o era algo más. Los invitados de nuevo a su casa. Era una decisión tomada.

Micaela se rebelaba ante las convenciones sociales, pronto comprendió que la preparación para el matrimonio fue una farsa. Ese noviazgo fue el marco equivocado para el retrato sonriente de Bernardo al que todos veían como un violento. Todos menos ella. Ya no era esa novia ilusionada, romántica e inocente. El secreto estaba en los ojos de su novio.

Cabe aclara que Emilia Pardo Bazán era condesa, su familia era noble, rica y poderosa. En igual medida ella era crítica con la construcción de las mujeres- niñas en la España del siglo XIX, esas mismas que dependían legalmente de un padre, hermano, tutor o esposo para abrir una cuenta bancaria, cobrar un cheque, trabajar o estudiar. Ni que hablar si la decisión pasaba por honrar la tan cuestionada soltería.

Esta narración breve fue la última de una colección de cuentos que fue publicada en los periódicos El Imparcial (en el año 1895) y posteriormente en El Liberal (en 1897).

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