Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

El domingo por la noche se quemaron los papeles. Las encuestas, los focus group, los análisis de los especialistas y las tan famosas “sensaciones” de la calle fallaron. Ni los mismos partidarios y partidarias de La Libertad Avanzan esperaban tanto apoyo popular, volviendo lo que era una PASO para ilusionarse y crecer en una realidad.

¿Cómo es que el candidato sin estructura, sin armado político y con la propuesta más polarizada resultó el más popular? Lo más sencillo, es vincular una sensación de bronca o frustración de la ciudadanía con su elección. Queda claro que el modelo propuesto por la plataforma de Unión por la Patria no hizo mella en el electorado; en una línea similar Juntos por el Cambio parece haber perdido esa conexión que le valió hacerse con la presidencia en 2015. Es entonces, que la conclusión más acertada parece ser que la gente, fastidiada por los continuos fracasos de la política tradicional, se vuelca hacia un nuevo modelo de representatividad: no por valor de la nueva propuesta en sí, sino por oposición a la preexistente.

Dicha conclusión, al menos a mi entender, peca de reduccionista. El pueblo, como tal, no puede ni deber ser minimizado en su percepción de la realidad. Asumir, como buena parte de la prensa partidaria y candidatos y candidatas ha hecho, que la gente opta por el “que se vayan todos” por simple despecho o resultadismo es abordar una problemática compleja con una metodología monocausal. Si bien es cierto que hay un “castigo” hacia el establishment o las formas tradicionales de la política, no es en desmerecimiento de los más heterodoxos que vienen a irrumpir en este panorama tiñiendo de violeta buena parte de los distritos de nuestro país.

Milei quizás no tiene una estructura tradicional, tal como los espacios causi centenarios del Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical parte de Juntos por el Cambio, pero ha tejido una profunda red de contacto entre sus seguidores y él. De hecho, la palabra seguidor no es casual aquí: el economista ha logrado conectar con su militancia no a través de unidades básicas o locales partidarios, aunque los posea, sino en las redes sociales: ya sea como herramienta organizativa u plataforma para transmitir su mensaje con las técnicas más modernas: videos cortos o memes. Sin ánimo de sonar peyorativo, en algún punto “flexibilizó” la militancia política. Si el PJ o JxC son una empresa tradicional del Siglo XX, La Libertad Avanza opera más como un hub descentralizado, la respuesta a las remiserías de las aplicaciones como Uber o Cabify; la disquería contra Spotify.

El armado político, otro de los puntos que muchos considerarían débiles de los liberales, opera también de forma antagónica al tradicional. Mientras figuras como Horacio Rodríguez Larreta abocaron buena parte de su tiempo a recolectar a todos los y las dirigentes posibles para conformar un armado ganador, Milei optó por centralizar las definiciones políticas en su figura; existen otros nombres como Carolina Píparo en Provincia de Buenos Aires, Ramiro Marra en la Ciudad o hasta Santiago Pauli o Agustín Coto en Tierra del Fuego por ejemplo, pero son conductos para llevar el mensaje de su doctrina, no variantes de la misma. 

Su propuesta, que polariza y crispa el pelo de mucho, está a las antípodas de todas las otras: irónicamente la más similar en término de radical es la del Frente de Izquierda, que también busca cambiar con el orden establecido. Entonces, usted se preguntará: ¿Por qué Milei saca el 30% y la Izquierda el 3%? La ideología liberal, que después podemos discutir si es realmente liberal o una adaptación del Tea Party norteamericano, está anclada en la realidad. Mientras Massa, Bullrich o Larreta esbozaron frases más generales e inocuas, como dicta la lógica de la política moderna, Milei fue al hueso: uno puede aceptar o no el plan que propone, pero es un plan concreto, vinculado directamente con la preocupación principal de la sociedad: la economía. Podemos discutir por horas si alcanzar el superávit fiscal supercede la importancia del alcance del Estado, de hecho podemos “tirarnos” bibliotecas enteras para justificar un punto o el otro, o hasta citar casos de éxito y fracaso en ambos escenarios, pero no podemos discutir que es una propuesta. Nos puede gustar más o menos, pero es un objetivo y, como tal, aparece atado en la plataforma del candidato a una serie de medidas, que a su vez podremos determinar como correctas o no en base a qué lineamiento político apliquemos.

El punto principal es que mientras el resto optó por hablar de producción o trabajo como estos conceptos nebulosos sin un claro camino, otro candidato eligió la claridad como máxima. Milei no arrancó este camino hace 2 meses con la campaña o hace un año; es algo que viene repitiendo hasta el hartazgo en cada espacio que los medios le dieron, que tampoco fueron pocos en comparación al resto.

Si el “loquito” ganó, es porque siguió andando el mismo camino. Si la locura “es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, frase que se le suele atribuir a Albert Einstein, Milei fue un loco por seguir promoviendo una doctrina liberal que no arraigaba en una sociedad considerada de centro izquierda como es la argentina. Hoy, ese experimento fallido dio resultado por primera vez: no solo por su insistencia, sino por las propias falencias de quiénes tuvieron la oportunidad de gobernar.

No obstante del excepcional resultado obtenido por La Libertad Avanza, las PASO no dejan de ser una instancia previa y aún faltan dos meses para las elecciones generales. Mientras Juntos por el Cambio deberá encolumnarse bajo Patricia Bullrich en la búsqueda de cimentarse como la segunda fuerza electoral a nivel país, el trabajo más complejo y cuesta arriba queda en manos del ministro de Economía Sergio Massa.

Si Massa quiere revertir el panorama tiene oportunidades, pero deberá cambiar el foco con el que viene trabajando de cara a los comicios. La gente demostró que busca soluciones concretas a los problemas cotidianos: los planes integrales de gobierno se construyen desde lo más pequeño a lo más grande, no al revés. Así también, deberá conciliar con el sector más progresista del espacio, que vio en Grabois a la figura más similar a la doctrina que Cristina Kirchner llevó a la Casa Rosada en dos ocasiones consecutivas. Así también, podría conseguir un voto útil de la izquierda, que si debe elegir entre cualquier cosa y Milei, seguramente opte por la primera. En ese mar de incógnitas y posibles aliados también está el cordobés Schiaretti, que en una elección tan ajustada y de tercios, tiene un 4% que es el equivalente a agua en el desierto.

Como a nivel nacional, la Provincia no escapó de este nuevo panorama político que irrumpió el domingo a la noche. La Libertad Avanza macó una importante diferencia de más de 8 puntos con respecto a Unión por la Patria, que fue seguida por Juntos por el Cambio otros 3 puntos y monedas por detrás.

Resulta curioso, o hasta extraño, que una provincia que depende íntegramente del proteccionismo industrial y los aranceles al libre comercio, dos elementos que el liberalismo ortodoxo no ve con buenos ojos, vote de forma tan definitiva a dicha receta política. En esa misma línea, el empleo público es otro punto de conflicto: Tierra del Fuego cuenta con el porcentaje más alto de empleados públicos cada 1000 habitantes con 120, según estadísticas de la Bolsa de Comercio de Córdoba, así también es de las que más recibe en transferencias de Nación a las provincias con casi $500 por habitante. En un esquema de gobierno liberal, el Estado reduce sus competencias, dejando más menesteres a la regulación del mercado propia, interviniendo también en menor medida con fondos adicionales.

La “fiebre” Milei llega a la isla no por ingenuidad del electorado, sino porque se propone como única alternativa real de cambio. Cambiemos alcanzó los dos distrito más importantes del país y la presidencia en 2015 bajo un Macri que proponía esto mismo, pero quedó trunco en su camino, siendo catalogado por Javier Milei como “kirchnerismo de buenos modales”. Si la opción para romper con el status quo que desatisface es una vinculada a la tan temida “derecha” es la que se elige, es por su propio mérito así como una falencia de un equivalente en la calle opuesta.

La campaña oficialista provincial, que fue taciturna por ser elegante, no supo acercarle al fueguino y la fueguina un proyecto que genere en ellos y ellas un atisbo de esperanza o ilusión por un futuro mejor. No fue solo Tierra del Fuego: es algo que se replicó en todo el país a excepción de algunos distritos liderados por los tan controvesiales barones del conurbano y la nueva generación de baronesas en Mayra Mendoza. Fueron los intendentes del conurbano los que “salvaron” de un resultado más vergonzoso al ministro de Economía, haciendo valer la tradición peronista en La Matanza, Quilmes, Avellaneda, Hurlingam y Moreno entre otros tantos distritos. Irónicamente, en Tigre, bastión del candidato a presidente, la cosa fue ajustada: la diferencia a Juntos por el Cambio fue de solo 2%.

Las PASO, una elección que cada espacio político en el poder ha intentado no realizar desde su implementación hace una década, hoy en algún punto fue un salvavidas para el oficialismo. Aunque es un balde de agua fría es un partido de ida, quedando la posibilidad de una remontada en la vuelta a “jugarse” en octubre. Macri se quedó cortó en 2019 a pesar de acercarse 8% a esa primer vuelta de Alberto Fernández aplastante. Hoy Massa deberá canalizar un poco de esa mística peronista y salir a pelear voto por voto para, en primer medida, asegurarse una entrada al ballotage y luego soñar por retener la Casa Rosada. Milei mientras tanto, deberá aprender de esta primer experiencia como candidato presidencial, afinando su sistema logístico con el tema boletas que fue un problema en varios distritos del país, así como capitalizando su astronómico ascenso y asegurando también la confianza de los actores y actrices externas al territorio, demostrándoles que podrá llevar adelante su agenda política y que invertir en el país es una oportunidad y no una apuesta riesgosa; sino será imposible para su espacio reducir el gasto y bajar los impuestos de forma simultánea.

Juntos por el Cambio, en una línea más similar al oficialismo, deberá también afianzar su base electoral y pensar en cómo crecer marcando sus diferencias tanto con el PJ para cautivar votos liberales como con dichos liberales, para atraer a los peronistas. Es un camino sinuoso y lleno de peligros, pero sin dudas el del techo más alto de todos.

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