Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Rainer María Rilke (1875 Praga, era parte aún del imperio astro-húngaro – 1926 Montreaux, Suiza) enamoró por igual a damas de la nobleza y a sus esposos. Su poesía hacía brotar la plenitud de la naturaleza, todo era naciente en su vida. El mundo habitado era su centro, pero también la desprotección de las criaturas y las plantas. Condena y exterminio.

Su literatura siempre se encontraba cercana a lo filosófico dentro del contexto de crisis que traía la modernidad.

Su familia deseó desde el principio que fuera poetiza, pero su madre, un tanto inestable a causa de la muerte prematura de una hermana lo vistió como una niña hasta los cinco años. Rilke era diferente, su destino así lo quiso.

Mientras tanto aprovechó su juventud para pasear su talento por San Petersburgo, Florencia, Roma, París, Ginebra, Capri, Toledo y muchas ciudades más. En cada enclave un amor, una princesa de extensos y variados apellidos, obviamente con una cuantiosa fortuna en sus arcas, esas eran las mismas que desataban poemas regados de rocío de amor o atormentada traición.

Así escribió:” El amor vive en la palabra y muere en las acciones”.

En los “Sonetos de Orfeo”, Rilke se vuelca a las preguntas existenciales del hombre, la lejanía del ser supremo que él llama Dios y coloca una mirada nostálgica sobre la patria y los elementos culturales que lo rodean. Es difícil para él confiar, estar seguro, no dudar. Su poder de indagación es directamente proporcional a su quiebre de conciencia. Describe como ve al hombre, un ser que deliberadamente le da la espalda a la muerte y hasta es incapaz de comprenderla.

“En te palabra lo interpreto/desde la historia de los gestos/(…)/ Con voz fuerte vivir, en voz baja morir/ dijiste; y repetías siempre: ser./ (Pasaje del “Libro de horas”)

La vida y la muerte se unen en una expresividad poética que rebalsa de sensibilidad.

“Cartas a un joven poeta fue escrita entre los años 1903 y 1904 para Franz Xavier Kappus. Esta comunicación epistolar ofrece razonamientos y reflexiones sobre la inspiración y la vocación literaria. Así responde a los pedidos de críticas sobre la obra de Kappus y dice:”… Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche:¿ debo escribir? Excava en si mismo, en busca de una respuesta profunda…”

Luego Rilke procede a otorgarle una serie de consejos de carácter elemental y allí radica su verdadero valor.

“Y aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no dejarán llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo ¿no seguiría teniendo siempre su infancia, como esa riqueza preciosa, regia, el tesoro de sus recuerdos? Vuelva ahí su atención…”

Así Rilke siguió buscando su espacio interior, colgado de la más ferviente soledad. Llegar a la creación literaria fue su mayor anhelo. Con sus obras se propuso inspirar al nuevo mundo de Europa que ya miraba con ojos azorados la transformación constante de una sociedad de finales del siglo XIX.

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