Si la comparación es odiosa, el balance puede pecar de reduccionista. Hacer un racconto de los últimos 365 días en un país y una provincia como las nuestras, donde la vorágine de noticias nunca se detiene, es invitar a la falta de memoria. No obstante, siempre resulta interesante recordar a grandes rasgos donde arrancamos con el objetivo de ver hacia donde nos dirigimos.
A nivel nacional la gran protagonista del 2022, aunque no por las razones que ella desearía, es Cristina Fernández de Kirchner. La ex-presidente y actual vicepresidente vivió un año caótico y seguramente espera el brindis de las 00:00 para olvidar un 2022 cuanto menos traumático.
Con el raudo avance de las causas judiciales, Cristina dio un paso al costado del gobierno de coalición del que forma parte junto a Alberto Fernández, un poco buscando limitar la presión sobre el inexperimentado presidente y otro poco para bajar el nivel de involucramiento en uno de los primeros gobiernos peronistas que cae en la necesidad de ajustar.
Quizás el punto más crítico del año fue el 1 de septiembre, donde luego de una sesión del Senado cuando Cristina volvía a su hogar en Uruguay y Juncal en el barrio de Recoleta, Fernando André Sabag Montiel intentó disparar un arma contra ella. Lo que bien podría haber sido el inicio de una verdadera guerra civil en Argentina, terminó siendo un susto que se volvió combustible para una verdadera tonelada de memes, chicanas y teorías ridículas. Como todo en Argentina, no importa lo serio o grave que sea el asunto, la situación siempre se “toma para la joda”.
También es cierto que un intento de maginicio orquestado por “La Banda de los Copitos” e integrado por personajes caricaturescos propios de lo más rancio de nuestra televesión, nos deja con dos opciones: llorar o reirse. Las fallas de la custodia de la vicepresidente, el pésimo operativo de la ciudad y la nula presencia, o intencional omisión, de inteligencia (sea policial o de la AFI) nos presentó la más cruda de las realidades: el país opera con la mayor de las improvisaciones. Si la figura política más importante del país puede sufrir un atentado con ese mínimo nivel de planificación ¿qué nos queda al resto?.
El mal año de Cristina no quedó allí: el 6 de diciembre, en medio de sendas polémicas, el Tribunal Oral Federal N°2 la condenó a la pena de 6 años de presión e inhabilitación especial perpetua a ejercer cargos públicos por el delito de administración fraudulenta. La famosa causa de Vialidad, que llevó adelante el fiscal Luciani, venía a poner más presión aún sobre la líder política del arco peronista.
El clima mundialista terminó amortiguando el impacto social de la condena, donde muchos especulaban marchas masivas en defensa de la ex-presidente. Lo cierto es que la situación, que en el pronóstico era apocalíptica, quedó en un ciclo de noticias y un repliegue del oficialismo y el aparato estatal bajo la figura de Cristina denunciando una proscripción.
Con el mundial terminado, Cristina volvió a la escena con un tibio acto en Avellaneda donde reforzó su postura de lawfare y utilización política de una causa sin pies ni cabeza, pero con mínimas repercusiones por fuera de la rosca. La gente, entre los festejos mundialistas y las fiestas, parece querer desentenderse de este juego de gato y ratón que la política argentina, principalmente el peronismo y el anti-peronismo, parecen disfrutar hace años.
Para los más mal pensados, que el apoyo a Cristina haya quedado limitado en declaraciones oficiales y algún que otro acto, responde a la vieja frase “yo te puedo acompañar hasta el cementerio, pero en la tumba no me meto” que varios aluden al Partido Justicialista. La estrategia política de la actual vicepresidente de desligarse del mandato de Alberto no parece hacer mella en las encuestas, lo que vuelve difícil un revival a lo Lula. Si hay un candidato o candidata del riñón de la Jefa, no será élla.
El año de Alberto no fue bueno, pero podría haber sido peor. Erosionado totalmente, y con algunos ministerios ya pareciendo ocupados por trabajadores golondrina, el presidente encontró oxígeno en Massa, que terminó ejerciendo el rol de facto de primer ministro. Con varios meses de ajustes e intentos por cumplir las metas del FMI, Massa hoy es la cara visible de la política del Ejecutivo, quedando un rol más protocolar para Alberto. Cerrando el año, los socios políticos tampoco pudieron subirse a la única cosa con imagen positiva del país: la Scaloneta. El “desplante” de la Selección campeona del mundo metió el dedo en la llaga y mandó a más de un adepto ejerciendo de periodista a cometer el peor de los tabúes: hablar mal de los jugadores.
Sin pena ni gloria dejamos el ámbito nacional para concentrarnos en la provicnia: otro territorio donde los golpes fuertes llegaron sobre el fin de año con el incendio del Corazón de la Isla. Con lo que se estima alrededor de 12.000 hectáreas afectadas, el incendio será un antes y un después en catástrofes naturales para la isla. Fue gracias a la labor de brigadistas, voluntarios, voluntarias y la población en general que los daños no fueron mayores, ni se tuvieron que lamentar víctimas fatales.
En lo estrictamente político, el gobernador Gustavo Melella transitó un año tranquilo; algo que podríamos determinar como característico de su estilo de gestión. Sin conflictos mayores en lo gremial, supo acordar aumentos por encima de la inflación con buena parte del sector público. En lo legislativo proyecto que envió pasó, aunque con modificaciones. Así, Melella piensa un 2023 donde las inversiones en el sector energético, hidrocarburífero y de energías renovables, le permitan ganar el apoyo del empresariado pensando en lo que será un camino electoral hacia la reelección.
En los municipios de Tolhuin y Río Grande, la línea es similar: gestiones laboriosas abocadas a la obra pública con poco y nada de conflicto político. Mientras en Tolhuin Halloween llegó tarde con la vuelta de Claudio Queno a los escenarios de la rosca, la política riograndense se vio marcada por la grieta entre el gobernador Melella y el intendente capitalino, Walter Vuoto, que parecen tener puesta la mirada en el mismo objetivo: la gobernación. Martín Pérez, que no aparece interesado en la escaramuza entre FORJA y Frente de Todos, trató de mantenerse al margen y seguir ejectuando el ambicioso plan de obras que el municipio impulsa.
Ushuaia, como siempre, fue el epicentro de la política, el debate y la rosca. 2022 tuvo la elección de la Convencional Constituyente y su posterior reforma de la Carta Orgánica, continuando el enfrentamiento de Liliana “Chispita” Fadul y el intendente Vuoto, algo que había comenzado allá en diciembre de 2021 con la disputa por el nombre de la Casa de la Mujer.
Sin mayores sobresaltos, Vuoto obtuvo la mayor cantidad de bancas en la Convención, y continuado por una excelente cintura política, logró dar con los acuerdos necesarios para aprobar lo que denominó “la Carta Orgánica de la Ushuaia del futuro”. Con cambios en la forma de brindar servicios públicos, la paridad de género, agregar la figura de la viceintendencia, incluir al turismo como industria y un enfoque cultural a la hora de ejecutar políticas públicas, Vuoto firmó su magnus opus como líder del ejecutivo municipal, coronado con un multitudinario acto de jura. Que haya o no encore o no, con un tercer mandato que debería de ser aprobado por la Justicia, dependerá de cuan reales sean sus ambiciones por la Casa de Gobierno.
2022 también fue un año de sorpresas en lo que refiere a espacios políticos. Somos Fueguinos ganó tracción y parece establecerse como una oposición de volumen considerable en la ciudad de Ushuaia y la provincia, siguiendo la línea de aquellos resultados obtenidos en las elecciones de medio término en 2021. Los liberales, con Agustín Coto a la cabeza, también hicieron historia logrando su primer representación en la Convencional, marcando un poco una línea de partidos históricos que no satisfacen al electorado que ahora busca estandartes nuevos que las y los representen.
Este año nos dejó muchas idas y vueltas en el ámbito político, acumulando buena parte de la tensión propia de la discusión en la ciudad de Ushuaia que atravesaba un proceso de reforma. En líneas generales, sacando alguna renuncia de funcionarios menores a nivel provincial y municipal, no hubo grandes cambios en las alianzas y enemistades que venían pronunciadas de años anteriores. El gobierno provincial y el de Ushuaia parecen saberse antagonistas para las elecciones generales, pero nadie quiere iniciar la guerra de desgaste antes de tiempo, llevándonos a una relativa calma antes de la tormenta. 2023 tendrá seguramente otro cáliz desde su primer trimestre, en la antesala de lo que podría una pelea entre “peronismos” por las oficinas de San Martín 450.