Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

25 de Mayo: el Día de la Patria, de familia y locro suele ser un festejo asociado con la historia fundacional del país, pero despojado de carácter político. No obstante, la Revolución de Mayo y los consecuentes procesos que se dieron hasta la creación de lo que hoy conocemos como Argentina, fueron transformaciones políticas donde nuestros padres fundadores se despojaron del yugo imperialista buscando formar un gobierno que representara los intereses de quiénes vivían en el territorio.

Unos cuantos años después, un 25 de mayo asumía el presidente menos votado porcentualmente de la historia, un gobernador de una provincia perdida del sur: Néstor Kirchner. Hoy, a 19 años de esa asunción y con la fuerza política que supo crear para concatenar tres presidencias bajo el mismo estandarte, nos encontramos con una situación un tanto particular: una lucha interna por adjudicarse el legado de Néstor.

La política no se toma feriados y mucho menos los que tienen peso en el inconsciente colectivo. El 25 de mayo sirvió como un nuevo escenario del cortocircuito que transita el Ejecutivo Nacional, encontrando en veredas opuestas al presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Fernández. El primero, y en ocasión de recordar aquella asunción de 2003, dejó un mensaje en sus redes sociales homenajeando al ex-mandatario. “Recuerdo a Néstor con la convicción de seguir el rumbo que ha marcado. Aquel en el que en unidad, aún en la diversidad, nos ampare a todas y todos”.

Del otro lado de la ecuación, la ex-presidente y actual vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández, dejó un mensaje más abocado al “militante que llegó a presidente”, rememorando aquellos días de caos de 2001 y 2002 y el impulso económico que derivó de este cambio de gestión. Detalle no menor fueron frases de Néstor donde hace alusión a no dejarse “acosar por ciertos intereses económicos” y “…decirle chau al FMI. Una locura era seguir haciendo las políticas del Fondo ”.

Aunque ambos mensajes hacen alusión a la misma figura política, la significancia es opuesta: mientras Alberto busca reforzar y hacer pie en las decisiones que ha tomado a lo largo de su gobierno, Cristina le “tira un palito” por el camino que eligió su compañero de fórmula.

En plena fecha patria, una que tiene especial sentido para la militancia del Frente de Todos, y donde tendrían que abocarse los esfuerzos en recordar a la figura de Néstor y celebrarla, el mensaje es cruzado y deja cierta sensación de una disputa por el legado del ex-presidente. ¿Quién sabe más de el Néstor, no el hombre, sino el animal político? ¿Alberto su jefe de gabinete y mano derecha durante ese mandato? ¿Cristina, su esposa, compañera de 35 años y socia política?.

Está claro que la pelea por ver quién encauza mejor el mandato de Néstor, y casi como un elemento metafísico que representa su esencia más que las medidas reales que tomaría de estar presente, son otro punto más de este choque constante que el Frente de Todos tiene. Ese tira y afloje que experimentan las fuerzas que componen la coalición de gobierno se agravó con un tema divisivo entre los argentinos como es el FMI, pero siempre estuvo latente. Alberto Fernández podrá haber sido un hombre de confianza de Néstor, hasta quizás su mano derecha como muchas veces deja entrever, pero la realidad es que nunca tuvo esa presencia durante su corta estadía en la gestión de Cristina. Si seguimos avanzando en el tiempo veremos que, durante su período massista, Alberto dejó declaraciones duras contra la ex-presidente y su gestión de gobierno.

En 2019 parecía todo solucionado, pero la alianza y la selección de un candidato moderado no fue más que un parche en busca de recuperar la Rosada y sacar a “la derecha”.

Hoy, en posiciones distintas pero aún con esa asimetría de poder, Alberto y Cristina pueden evocar a la misma figura política, pero tienen dos interpretaciones muy diversas de la “voluntad de Néstor”.

Ahora bien, la pregunta de oro sería: ¿Qué haría Néstor de estar en el poder ante el contexto que vivimos?. A esta pregunta, sobre la que todos tienen una opinión pero nadie una respuesta certera diría: no importa. El peronismo es y será, un partido dinámico en constante cambio, que muta y se adapta con el paso del tiempo y las nuevas figuras políticas que surgen en su seno.

Aplicar los mismos teoremas o recetas del pasado, aunque es algo que el PJ en todas sus variantes ha intentado, suele presentar resultados variados y no parece ser una fórmula de éxito como algunos peronistas de la vieja guardia afirman fervientemente. No es el mismo Perón el del primer mandato que el del tercero, no es lo mismo Cámpora que Menem o que Cristina o Alberto. Cada gestión que se ha identificado con el peronismo, aunque sostiene una serie de máximas ideológicas, no tiene la misma metodología de gestión y esto tiene un fundamento. Los tiempos cambian, la tecnología avanza y también contamos con mayor información, el elemento más importante a la hora de pensar la toma de decisiones de la administración pública. Hablar de sustitución de importaciones en 1945, con un contexto post-guerra y los países asiáticos en su mayoría saliendo de un sistema pseudo-feudal, no es lo mismo que decirlo en los 90s, donde otros modelos de desarrollo presentaron aparecieron y vimos fenómenos como el milagro del río Han en Corea del Sur y un modelo de crecimiento regional como la Teoría de los Gansos Voladores en el este de Asia.

Tampoco las crisis fueron las mismas: aunque el análisis tiende a ser monocausal y limita la comprensión de cómo se origina un desbalance económico, la tecnología hoy juega un rol fundamental a la hora de pensar en los impactos y consecuencias de situaciones como burbujas inmobiliarias, financieras o guerras.

Es por eso que los partidos o ideologías cuentan con máximas: son postulados generales de la dirección en la que se quiere avanzar. El análisis del marco en donde se dan las decisiones y la metodología a implementar son fluidas, están bajo constante cambio y renovación, impulsada principalmente por los nuevos cuadros que se forman, que han nacido o vivido bajo estas nuevas condiciones; no han sufrido un período de adaptación donde su visión del mundo se ha visto alterada, lo han vivido siempre como una realidad de facto.

Por eso, y a mi humilde entender, tratar de asignarse la figura de legado de Néstor resulta extraño por parte de Alberto, que en algún punto termina disociándose de la realidad en la que vivimos el resto de los argentinos. Del otro lado, Cristina no es menos culpable de entrar en ese juego de quién es “más papista que el papa” pero hay un componente experiencial y de vivencia que no se puede ignorar: en algún punto puede sentir o percibir que se está empañando lo que representa ese Néstor que ella conocía.

Son los nuevos y nuevas dirigentes los que tienen que proponer ideas, no intentar rescatar emblemas del pasado rememorando tiempos mejores. Si bien las necesidades y el escenario pueden parecer similares, no hay que caer en la trampa de pensar que las soluciones siempre pueden ser las mismas.

El diagnóstico actual, y en esto asumo que coincidirían la totalidad de las fuerzas políticas en todos los estamentos, es malo. Los niveles de pobreza coyuntural son altos, los de pobreza estructural también lo son, la inflación sigue en aumento y al final del día el resultado es uno que ya hemos sufrido anteriormente: llegar a fin de mes es una odisea.

Es menester de nuestra dirigencia política entender que las variables están presentes y ahora, es momento de comenzar a construir consensos en pos de soluciones, entendiendo que hay más de una forma de resolver un problema, pero hay un modelo que no funciona: alejarse de la realidad y refugiarse en el pasado.

“Nadie se salva solo” es una frase que el presidente destaca cada vez que tiene oportunidad, haciendo referencia al pontífice Francisco. En ese camino de salvarse como un colectivo y con una premisa solidaria, la solución no recae en quién es el que más se asemeja a una figura de tiempos anteriores, sino quién tiene la capacidad de innovar y adaptarse. La Argentina de 2003 no es la de 2022, y Néstor, aunque estuviese en la Rosada, no tendría una solución mágica. Más que pensar en si estaría de acuerdo o no con el acuerdo del Fondo Monetario Internacional, lo interesante sería reflexionar sobre sus palabras:

Debemos construir consensos para terminar con la pobreza atávica, vencer a la indigencia y la exclusión, evitar la profundización de la brecha social, la degradación del medio ambiente, las recurrentes crisis, la necesidad de sostener a la educación como factor decisivo para el progreso individual y social, fomentar el acceso al conocimiento y promover el crecimiento económico con equidad, crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática.

Si quiénes entonan su nombre e ideas como un mantra no logran llegar a un acuerdo y la unidad se encuentra rota más allá de cualquier remiendo, será otra vez oportunidad para que el “cuco” de la derecha gobierno, probando si sus recetas son en definitiva la solución que necesita la Argentina. ¿Es el peronismo el peor enemigo del peronismo?.

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