Las sirenas son mitad mujer, mitad pez. Su gran belleza y su cálida voz ponían a prueba la resistencia de los navegantes ante su encanto seductor. Pero no siempre su figura fue tal y cual la conocemos.
En la antigüedad se creía que los propios seres humanos le habían otorgado poderes especiales, por ello mutaban entre las sirenas que todos hemos visto alguna vez en los libros o las películas y un ser exótico que además tenía como aditamento especial ser alado.
Ovidio quizás fue el que registró la descripción más detallada de la época, colocándole cabeza de mujer y cuerpo de pájaro. La voz armoniosa que ostentaban las sirenas no era otro que el sonido de las aves.
Es cierto que la “sirena acuática” es la más popular, su parte inferior consta de una elegante cola de pez (en algunos casos dos de esas colas, según el tipo de cultura que la representara), escamas plateadas o verduzcas. Además eran capaces de vivir más de un siglo.
Una de las historias más conocidas en relación a las sirenas nace de la “Odisea” de Homero. Circe ya había advertido a Odiseo (o Ulises) sobre el poder “encantador” de ellas, por ello ordenó a sus marineros taparse los oídos. Él mismo sobrevivió a su encanto, ya que se encontraba atado al mástil de su barco. Esos seres similares a las ninfas, vivían en el mar, cerca a lo que hoy sabemos que corresponde a la isla de Sicilia. En el regreso a su casa en Troya, Ulises, se adentró en sus dominios. La cera en sus oídos y el estar atado al mástil de su barco hicieron que él pudiera sobrevivir y las sirenas se sintieran rechazadas por ese hombre quien no cayó en el hechizo de sus voces. Ese fracaso en su atracción le costó la vida a Parténope. Cuenta la historia que el cuerpo inerte de esta sirena llegó a la costa y fue enterrada con grandes honores. Tiempo después nació un pueblo cerca de su pequeño templo, el mismo que hoy conocemos como Nápoles.
Las sirenas, esos seres poliformos, son la prueba del alto nivel de creatividad del ser humano. Existen criaturas híbridas desde los inicios de la literatura, pero los griegos fueron los mayores creadores de sujetos monstruosos y también los más populares.
En 1811 el escritor romántico de origen alemán Friedrich Heinrich Karl de la Motte, Barón de Fouqué (1777-1843) escribió “Undine”, una novela corta de hadas donde una ondina o “espíritu del agua” elige habitar el mundo de los seres humanos luego de ceder ante el amor de un joven. Como nada es para siempre, la experiencia fue un fracaso; pero de esta idea “romántica” Andersen se tomó la licencia de hacer ajustes y nació “Sirenita” allá por el año 1862.
Otras leyendas realizaban el camino inverso con las mujeres-pez. Las ondinas soñaban con “pescar” el amor de un hombre apuesto y transferir esa felicidad al lecho del mar.
Estas doncellas eran vistas en la época medieval como representaciones del mismísimo Satán, su seducción, su voz melodiosa servían para someter a los hombres y alejarlos de las mujeres reales y de Dios.
Las leyendas de las sirenas han sido modificadas y acrecentadas a lo largo del tiempo, pero no se han encontrado evidencias de “humanos acuáticos”. Aunque en varias pirámides de Egipto se han encontrado representaciones gráficas de “personas con cola de pez”.