El paisaje del centro comercial de Ushuaia durante los feriados o domingos suele ser uno que se repite sin importar la época del año: persianas en su mayoría bajas y turistas caminando sin rumbo por la San Martín, pasando el tiempo hasta que los locales abran sus puertas si es que tienen suerte. Durante este fin de semana largo me encontré con una publicación que relataba este mismo panorama y decidí llevar la discusión a Twitter con una interrogante ¿Queremos una ciudad turística o una ciudad con turistas?.
Quien madrugue un domingo o día no laboral seguramente sepa de lo que hablo. Ushuaia, a pesar de tener una larga y vasta tradición turística, no suele ser amigable hacia el turista en lo que refiere a horarios de atención comercial. Una publicación de un turista, que decidió aprovechar la mañana para desayunar algo y hacer las infaltables compras de regalos y souvenirs volvió a pintarme este repetido panorama en su visita a la capital fueguina durante este fin de semana largo. Llevando el tema a las redes sociales, me encontré con posturas dispares: por un lado los ciudadanos que ven allí una oportunidad perdida de ventas y por el otro los comerciantes que hablan de demasiados costos.
Esta postal, recurrente en la ciudad más austral del mundo, me sorprende en esta ocasión más que nada por el año y medio que acabamos de transitar. 2020 fue una catástrofe para el sector turístico y, al menos según dicen los analistas, 2021 es simplemente para “recuperar”. Por ende, no se entiende el desaprovechar las oportunidades de vender más. En el ciudadano promedio el planteo parece replicarse “los comerciantes se quejan porque no pueden abrir pero cuando hay demanda no lo hacen para no pagar horas extra. No se entiende bien, parece que solo se quieren salvar ellos y no les interesa que mejoren sus empleados”. En una línea similar Mónica me decía: “¿Cómo puede ser? Que contradictorios que somos!. Que complejo entender que el gran problema es la falta de trabajo pero cuando hay, porque explota la ciudad de turistas, los negocios están cerrados”.
Lo acotado del horario, sumado a que los turistas suelen aprovechar la mañana para visitar el centro, deja un resultado: oportunidades perdidas de visitas a negocios, que si bien no se traducen en compras, abren la posibilidad. No obstante, los comerciantes también tienen su punto. Claudia, conocida comerciante de la ciudad, hacía las siguientes observaciones: “no fue solo el domingo que se paga doble, hay que pagar viernes y lunes. En nuestro caso, abrimos esos días más el sábado porque fueron declarados feriados, pero hay que tener en cuenta que los chicos que trabajan deben descansar al menos un día a la semana y son muchos los casos donde no se puede abrir con una sola persona”.
Que los costos laborales en Argentina son altos no es ningún misterio, a esta altura del partido creo que es algo que todos reconocemos como un hecho, independientemente de la postura ideológica que defendamos. El trabajo temporal, que vendría a ser un suplemento a esta necesidad de incorporar personal extra, parece siempre caer en las redes de la flexibilización laboral y termina dejando opciones limitadas a los empresarios y PyMEs locales. Como me decía María, propietaria de otro rubro “Hay mucho que recapacitar, legislar y controlar de parte del Estado. Ser o no una ciudad turística deber ser una política de Estado, de lo contrario no somos una ciudad turística, sino una ciudad con turistas”.
Desde mi humilde lugar, me gustaría más que traer un problema a la mesa, plantear una posible solución. Como está establecida la cuestión hay posturas válidas de ambos extremos, tanto ciudadanos como comerciantes nos ofrecen su visión de dificultades estructurales en lo que refiere a la actividad comercial. Es cierto que mayor rango horario ofrece más posibilidades para los turistas de comprar y consumir, pero también hay un problema de costos fijos que obliga a trabajar para no salir a pérdida y muchas veces hace rentable directamente no abrir.
Entonces, me surge la inquietud sobre una alternativa, una que no recuerdo haber visto planteada y seguramente tenga sus contras, pero algo válido para explorar al menos como un ejercicio intelectual: los contratos temporales. Antes que los sindicatos salgan a poner el grito en el cielo no estoy hablando de flexibilizar o quitar derechos, simplemente pensar que Ushuaia es un destino de temporadas muy altas y temporadas de circulación más bajas, requiriendo por lo tanto un flujo en la fuerza de mano de obra disponible según la situación. Son puestos de trabajo nuevos que pueden cubrir tanto trabajadores de otros rubros con menor demanda durante esa época, como el gran afluente de estudiantes que vuelve a pasar sus vacaciones en la isla. No estamos hablando de pagar menos, de contar con menos derechos laborales, simplemente de aprovechar una mano de obra ociosa y canalizarla hacia los espacios que la necesitan durante períodos determinados de tiempo, podemos hablar de fines de semana largos, podemos hablar del verano o de la temporada invernal con las actividades vinculadas a la nieve.
Independientemente de si esta idea es buena, mala, mejor o peor, lo cierto es que este problema de locales cerrados durante momentos donde las calles están explotadas de turistas existe hace varios años y no tiene perspectivas a solucionarse. La pandemia golpeó de forma violenta e inesperada a nuestras vidas, atacando tanto salud como economía. Estas pequeñas ventanas de boom turístico, como los feriados largos o la temporada que se viene, remarcan los problemas de fondo en una situación donde cada peso cuenta a la hora de tener la persiana levantada. Es hora de comenzar a pensar alternativas que no sean beneficios exclusivos para un grupo, sino que den frutos a todos los involucrados: sean sindicatos, trabajadores, comerciantes, turistas o el Estado mismo. El COVID nos dejó la costosa enseñanza de adaptarnos si queremos que las cosas funcionen y, quizás, sea hora de aplicar este nuevo conocimiento a los problemas de larga data.