Periodista de Tierra del Fuego.

Durante los primeros días de marzo, algo así de una semana antes del inicio de la cuarentena, me encontré con el Dr. Carlos Sánchez Posleman en la Casa de Gobierno. Mientras yo esperaba entrevistas al jefe de Gabinete, el titular de la Clínica San Jorge esperaba para tener una audiencia con él. En esa charla de pasillo, me dijo algo que me quedó grabado: “Néstor, si no nos apuramos, esta pandemia va a contagiar a un porcentaje tan alto de ciudadanos que va a colapsar el sistema de salud”. A lo largo del año 2020, reflexioné sobre los dichos de Sánchez Posleman y la preocupación de escuchar a un especialista presentar un pronóstico tan negativo.

Pasaron los días y Sánchez Posleman redobló la apuesta. En declaraciones mediáticas declaró que “está pronosticado que unas 60.000 personas en Ushuaia se contagiarán de Coronavirus, pero la mayoría no requerirá atención médica e incluso podría no darse cuenta. Unos 10.000 serán asistidos a nivel institucional y de esos, unas 300 personas requerirán asistencia respiratoria con riesgo de mortalidad”. Esta proyección le valió una cuantiosa crítica del arco político, de los mismos medios y la sociedad en general. Lo cierto es, que estuvo bastante cerca y, hasta podríamos decir, se quedó corto.

Sacando los números, lo cierto es que el sistema de salud de la ciudad de Ushuaia estuvo cerca de este colapso que vaticinaba Sánchez Posleman. Fueron la Clínica San Jorge y el hospital modular que construyó Nación junto a la Municipalidad quiénes ofrecieron esa “capacidad extra” que tanto necesitaba la ciudad. También, reflejó un triste aspecto que se replica a lo largo del país: el sistema de salud estaba al borde del colapso antes de la pandemia. La falta de inversión histórica, combinada con una infraestructura poco mantenida y bajos salarios a los empleados de la salud había puesto al límite la situación mucho antes que el COVID apareciese en nuestras vidas y desnudase la poca prioridad que tiene la salud en las diversas gestiones públicas.

Muchas veces pasa, tanto en la ciudadanía como en el ámbito político, que hay cierta fetichización del resentimiento hacia lo privado y el empresariado, dejando casi en la esfera del pecado, a todo lo que tenga que ver con el capital o la riqueza. Pareciese que tener un negocio con cierto grado de éxito involucra, casi exclusivamente, algún tipo de abuso en la dinámica de poder sobre otro. En el mientras tanto, la gente termina olvidando que los privados, en este caso puntual en el área salud, vienen a suplir una demanda que no se cubre de otra manera. Ante situaciones de crisis como la que nos encontramos, terminan siendo las inversiones de lugares como la Clínica San Jorge, las que mantienen la ciudad funcionando, la misma ciudad que tiene el mismo hospital hace 30 años. La salud en Argentina puede ser gratuita pero no es universal: el sistema no da abasto para todos.

Ahora, entendiendo el cambio de paradigma y las falencias históricas en la inversión sanitaria, comenzamos a ver incipientes cambios de actitud. Si bien la gestión actual ha sido criticada por las condiciones hospitalarias, no podemos achacarles toda la culpa: han pasado unos cuantos y cuantas por las oficinas de San Martín 450, prometiendo obras que nunca se hicieron. Pasó el hospital chino, pasaron esas columnas testimoniales ubicadas frente al Hospital Regional de Ushuaia, pero no nos ha quedado nada para mostrar. Mientras tanto, pasito a pasito, la Clínica continuó creciendo y construyendo un espacio necesario en el ecosistema sanitario ushuaiense.

Dicen que el destino es un amante cruel y, ante ya una situación en la salud bastante precaria, se sumó el incendio del Hospital de Ushuaia. Fueron ahí donde los espacios secundarios, principalmente la Clínica San Jorge, tomó mayor protagonismo absorbiendo buena parte de esa demanda derivada, como fue la atención en terapia intensiva por ejemplo.

Sin caer en convertir este artículo en una oda a la Clínica San Jorge, me parece que en algún punto, nos permite ver las bondades de la inversión constante y de contar, a su vez, con un sistema mixto de salud. Si bien es importante contar con atención gratuita lo más masiva posible, es irreal y, hasta infantil, pensar que el Estado puede “cuidar” a todos y a todas, muy al pesar de lo que muchos digan. También la situación nos abre la puerta a analizar un mito tan popular como incorrecto en nuestra sociedad: “la plata se hace a costa de la gente”. No todos los empresarios son esta caracterización caricaturesca de avaros ambiciosos, esta especie de Ebnezer Scrooge de un Cuento de Navidad por Dickens. Los negocios buscan generar ingresos, pero también vienen a brindar un servicio en este caso, necesario y que genera el sustento de muchas familias. Al fin y al cabo, si la Clínica no hubiese estado, 2020 hubiese sido un año totalmente distinto para la ciudad de Ushuaia.

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