Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Los cuentos de Felisberto Hernández (Montevideo 1902- Montevideo 1964) vagan entre escenarios tradicionales y áreas fantásticas. Vemos en ellos una brecha que se abre en medio de lo real y lo metafísico. Prueba cabal de ello son sus cuentos: “Las Hortensias”, “La casa inundada”, “El balcón”, “El acomodador”, “Tierra de memorias”, “La pelota”, “Las dos historias” y así podríamos seguir enumerando historias con efecto fantástico.

Es verdad que la mayoría de ellos acontecen en la ciudad, su escenario favorito, pero como telón de fondo la sorpresa pone un toque de color.

Este narrador original nos dejaba un destello de luz en los ojos de un niño de ocho años, lo que más deseaba era “La pelota” y la barriga de su abuela le concederá esa ilusión de lo deseado y lo familiar. Esa barriga, esa pelota no eran más que el símbolo del amor.

Quizás “Las hortensias” salga un poco del molde dando vida a seres artificiosos. Una muñeca, una especie de Anabelle, con alma que termina buscando exterminar a su creador. Los objetos que se vuelven animados ocupan buena parte de la historia de la literatura, sin embargo acá proporciona un giro diferente al usurpar la vida de su dueña. María se torna gris ante Hortensia. “María, sola con los brazos cruzados y sin Hortensia desmerecía mucho”. (Del cuento “Las Hortensias”).

“La casa inundada” (1960) es uno de los últimos cuentos que publicó Hernández

antes de su muerte en 1964. Como gran parte de sus relatos fue escrito una década antes y su publicación se hizo rogar. Un escritor miserable, pero talentoso decide terminar con su infortunio, por lo cual un amigo decide presentárselo a una excéntrica mujer. Ella es Margarita, será su mentora, pero con una condición, él deberá remar y ella direccionará el timón en esa casa inundada. Así nacen, crecen y se reproducen situaciones, pensamientos, conversaciones y reiteraciones que llevarán a convertir la fuente del patio de la casa en una isla con ayuda de una parte central de tierra. Por momentos esta corpulenta mujer le provoca atracción y sus sentimientos se contraponen con furia porque también desea escapar de su cuerpo universal. Margarita ese ser fecundo parece una verdadera líder espiritual del culto al agua.

“Y mis antiguas novias se reirían de mi al descubrirme caminando por veredas estrechas detrás de una mujer gruesísima que resultaba ser mi mujer” (Del cuento “La casa inundada”).

Y así andaba Felisberto bordeando el límite, explorando hasta dónde, cómo y cuándo podría dar un paso más y atravesar la fina y delgada línea que separa la realidad de la fantasía. Lo increíble llegaba sin pedir permiso y nos hacía buscar cientos de explicaciones posibles del por qué sus relatos tenían esos finales entre el ambiente mágico, los objetos frecuentes, la angustia, el amor y el humor.

Julio Cortázar (1914-1984) comentaba con énfasis durante un reportaje en el año 1975: “La calificación de “literatura fantástica” me ha parecido siempre falsa, incluso un poco perdonavidas en estos tiempos latinoamericanos en que sectores avanzados de lectura y de crítica exigen más y más realismo combativo. Releyendo a Felisberto he llegado al punto máximo de este rechazo de la etiqueta fántastica”.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here