Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Si decimos “Viaje al Centro de la Tierra”, “La isla misteriosa”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La vuelta al mundo en ochenta días”, “Cinco semanas en globo” o “El faro del fin del mundo”, sabemos que estos textos han inmortalizado a Julio Verne. Si hay algo que tienen en común estas historias, un poco de ficción y un poco de aventuras, es la influencia decisiva de la naturaleza en los actos que realizan sus personajes.

El medio les impone acciones y condiciones climáticas extremas dentro de una espectacular geografía que juega al límite.

Jules (Julio) Verne nació en Nantes (1828- 1905), por entonces era un pequeño puerto de Francia, de los relatos que escuchaba de boca de los viajeros, construía sus propias aventuras, pero su vocación literaria tuvo un paréntesis en su vida, ya que su familia lo envió a estudiar abogacía a Paris.

Julio Verne debía seguir la misma carrera que su padre, Pierre Verne. Aunque cuentan que a los once años, Julio escapó de su casa para embarcarse en el “La Coralie” el cual llegaría hasta la India, pero su aventura quedó trunca cuando su padre fue a buscarlo y le hizo jurar que solo viajaría en sus sueños.

En 1863, el editor Pierre Hetzel se interesó por su novela “Cinco semanas en globo”, fue así como nacía un aventurero constante en mares de papel y un hombre convencional dedicado al derecho. Dos Julios bien distintos. Ambos convivirían.

Tras el éxito de su primera publicación llegó “Viaje al Centro de la Tierra” en 1864, su poder de estudio y observación lograron que pudiera describir con precisión animales prehistóricos.

Las geografías fantásticas no lo eran tanto ya que aplicaba conceptos de geología, mineralogía y paleontología. Hoy podemos aseverar que Julio Verne escribía con un ojo puesto en la biblioteca, los libros de Humboldt le otorgaban la importancia necesaria para que luego los lectores trazaran itinerarios en mapas de la época. Aprender, descubrir, explorar y divertirse no era poca cosa.

Verne veía el planeta Tierra como el gran escenario de sus aventuras.

Ya en 1901 luego de haber creado más de cincuenta novelas y gran cantidad de relatos cortos finalizó “El faro del fin del mundo”, ese faro protegido por tres marineros los cuales eran asaltados por una banda de forajidos que se dedicaban a despojar de todo a los barcos que tomaban por asalto. El escenario de la novela era la isla de los Estados y como puntos clave el estrecho de Lemaire y el cabo San Bartolomé.

Julio Verne fue un escritor prolífico, vivió una época soñada para poner alas a su pluma. Específicamente Francia y la Europa del siglo XIX en general, marchaban con entusiasmo hacia los avances tecnológicos, prototipos de submarinos, globos aerostáticos, progresos en los motores eléctricos, etc. Estos adelantos científicos ya sobrevolaban su tiempo, eran un anticipo de…

Sus novelas no pretendieron ser tratados técnicos para legar a sus lectores, en cambio sus relatos aportaron romanticismo, tramas virtuosas, héroes creíbles, inicios probables y viajes osados.

-¡ Sí- exclamó el bandido al unirse con Kongre en la caverna-, el diablo acaba de encender ese maldito faro que el infierno extinga!…” (“El faro del fin del mundo” de Julio Verne).

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