Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

En los últimos días, hemos visto incontables veces los impactantes videos e imágenes de los bombardeos y escaramuzas entre palestinos e israelíes. El conflicto no es algo nuevo en la región y suele tener períodos de distensión y tensión, dependiendo de anuncios o situaciones que se generan en la Franja de Gaza. ¿Por qué este conflicto parece de nunca acabar?.

Para empezar, deberíamos identificar el problema entre palestinos e israelíes. Si bien hay diferencias claras religiosas, unos musulmanes y los otros judíos, el conflicto principal es por la tierra. El espacio físico donde se encuentra el Estado de Israel y la zona en conflicto conocida como la Franja de Gaza vio crecer a ambos pueblos desde sus inicios. En el caso del judío, la presencia fue intermitente: ya sea por el cautiverio en Babilonia allá por el Siglo VI a.C o por la diáspora ocasionado por el exilio de los romanos tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. No fue hasta 1920 que la inmigración moderna repatrió a los israelitas desde todas partes de Europa y América hacia su tierra natal. El problema, es que el pueblo palestino siguió habitando el área durante ese tiempo. Pasaron los Romanos, las Cruzadas, la Dinastía Ayubí, los Otomanos y otros tantos, pero los palestinos permanecieron.

La tierra entonces, se encontró con dos pueblos que reconocían el espacio como propio, en una región donde los recursos son casi nulos y, gran parte de las estructuras en la ciudad más importante, Jerusalén, son de vital importancia para el relato religioso de musulmanes y judíos. La Declaración de Balfour en 1917 es un punto importante en esa discusión por el reclamo: el gobierno británico, a cargo de las colonias en el Medio Oriente, veía favorable el establecimiento de una patria judía, sin perjudicar a las poblaciones allí presentes. Como todas las decisiones coloniales delas potencias europeas, la lógica de división no analizaba a los pueblos, el choque de culturas y la propia historia entre estos grupos, ocasionados hasta el día de hoy divisiones de países, luchas internas y guerras civiles.

El final de la Segunda Guerra Mundial y el genocidio judío potenció este sentimiento sionista de crear el Estado de Israel, algo que se retrató con el Acuerdo de Naciones Unidas del 1947: habría una patria palestina y una judía, que convivirían en paz, siendo Jerusalén un estado neutro, controlado por la ONU. Mientras los británicos se felicitaban por otro gran logro de la diplomacia y se retiraban del área, una guerra civil se cocía a fuego lento en toda la región, con enfrentamientos entre palestinos y judíos casi como un hecho cotidiano. Todo esto desembocó en la Guerra de Independencia del 1948, con Jerusalén como territorio clave en la disputa. Pasó la Guerra de Suez, la de los Seis Días y la de Yom Kipur en el medio. Estas cruentas batallas, significaron el avance territorial de Israel, el país pequeño y con apenas días de vida, contra las potencias militares árabes de Egipto, Líbano, Jordania y Siria. Sin entrar en detalles, puesto que hablar de cada una de estas guerras sería un artículo en sí, la lógica es que los Estados Árabes estaban rotundamente en contra de la creación del Estado de Israel e intentaron solucionar el conflicto por medios bélicos, obteniendo derrotas apabullantes en cada ocasión y virando su postura a una coexistencia ya entrados los 80’s. No obstante de ser un conflicto regional, se encuadró en el tablero de ajedrez mundial de la Guerra Fría con Estados Unidos, aliado incondicional de Israel y la Unión Soviética, principal proveedor de armas a los países árabes y aliado cercado de territorios como Siria.

En líneas generales la disputa tiene un trasfondo religioso y geográfico por los lugares de culto, pensemos en el Muro de los Lamentos, la Cúpula de la Roca, El Monte de los Olivos y La Vía Dolorosa. Todos estos espacios, o su mayoría, tienen implicancias en el Corán y el Torá por igual. Para israelíes y palestinos la ciudad es más que tierra, es más que su hogar: es Tierra Sagrada.

Lo que vemos hoy, en forma de Intifadas, son los choques de una población (la palestina) que está siendo desplazada dentro de su propio territorio, con dudoso cumplimiento de sus derechos humanos, contra una que entiende que ha ganado todas las guerras que les han declarado, teniendo control legítimo de un territorio. ¿Cuál es el rol de Hamas en todo esto? Hamas es una organización considerada terrorista por Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia, mientras Rusia y Turquía no la ven como tal. La Unión Europea, aún espera el fallo de su tribunal para definir su posición. Fundada en 1987 con el objetivo de crear un Estado Islámico en la región histórica de Palestina, incluyendo Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza. Hamas aprovecha a una población descontenta, oprimida y les da un enemigo, Israel, para potenciar su ambición política de conformar un Estado. Los palestinos, que se ven expulsados de sus casas, sin posibilidades de trabajo y bajo el control militar en la Franja de Gaza de las tropas israelíes cumplen la lógica de todos los países ocupados: su gente se radicaliza. Las escaramuzas de bombardeos y misiles que vemos hoy en Israel y Gaza no son más que una escalada a un conflicto que yace en la región hace casi 100 años.

Las perspectivas a futuro no son mucho mejores: el comando israelí ya anunció que cuenta con más blancos para seguir su retaliación a los lanzamientos de misiles por parte de Hamas. El punto que muchos resaltan es la desmedida en la respuesta de Israel. Los bombardeos de Hamas, una organización terrorista paraestatal, dado que no fue reelecta y no representa a toda Palestina, dejaron un saldo de 7 muertos y 200 heridos desde el lunes en Israel. Los ataques de Israel ya superan las 100 muertes, incluyendo a 27 niños y 11 mujeres, con más de 600 heridos totales. El ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, habló de “defender el territorio y continuar con los ataques hasta que aseguremos un silencio en el largo plazo”. El problema es que seguir escalando el conflicto, sólo exacerba las disputas étnicas dentro del propios país, que cuenta con un 20% de población musulmana. Al fin y al cabo, muchos israelíes se sienten más palestinos, acercándose por la fé que profesan en oposición a la bandera que poseen.

Si bien Estados Unidos intenta interceder por una solución diplomática, Israel tiende a manejar los temas de soberanía a su propio ritmo, lo cual se entiende: nadie envió tropas en su defensa cuando los Estados Árabes los atacaron, ahora nadie debería tener opinión de cómo manejan la situación.

Se han escrito libros sobre el conflicto de Israel y Palestina y, desgraciadamente, se seguirán escribiendo otros tantos. Este artículo, apenas alcanza a arañar la superficie de las causas de esta longeva enemistad en el Medio Oriente. Se han pensado soluciones y se han intentado, pero sin éxito. Se pensó en su momento mover a uno de los dos grupos a otra área (Argentina había sido una opción para la instalación del Estado de Israel) pero ambos se rehúsan a elegir otro lugar para vivir. Un gobierno neutro, se intentó y no funcionó. La convivencia armoniosa, ante tal nivel de enfrentamiento y resentimiento acumulado a lo largo de generaciones que han perdido familiares en manos del otro, parece más un sueño que una realidad.

Las cicatrices del colonialismo europeo se sienten en todo Asia y África: países fragmentados y pueblos separados por fronteras artificiales, que denostan el poco interés de las grandes potencias en su éxito como estados, así como el etnocentrismo, donde miden con la misma vara a todos, no pensando en soluciones adaptadas y que respondan a la idiosincrasia de cada pueblo. Hoy, lo que vemos en Medio Oriente es el mismo círculo de violencia y odio repetirse, escalando cada vez más en muertes y heridos, para forjar una nueva generación de resentimiento hacia lo que han sido vecinos desde el comienzo de la historia.

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