Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Desde las primeras colecciones de cuentos traducidos entre 1560 y 1576, nacieron famosos cuentos que narraban historias que buscaban entretener a los integrantes de las cortes. Algunos tenían un tinte burlón, otras veces picaresco y generalmente se le añadía una pizca de moraleja. Perrault despertó el interés por las hadas, algunas buenas y colaboradoras y otras no tanto.

Contar cuentos siempre guardó el significado antropológico y psicológico de entretener (de allí la importancia que se le dio en primera instancia a la tradición oral), pero no siempre fue así para todas las culturas. En el norte de África creían que si se contaban ciertos cuentos al atardecer al que realizaba esta acción se le caería el cabello y nadie quería arriesgarse a tal fatalidad estética.

En Europa del Este solo se podían contar historias en la época de cosecha, ello las haría mas prósperas y así todo estaría sujeto al famoso “final feliz” lejano en tiempo y espacio y todos los enamorados vivirían “felices por siempre”.

En verdad, esta condición no se cumplía en todos los relatos sino pensemos en el final de “Caperucita Roja”, donde históricamente tuvo mayor estimación la moraleja. Quizás por ello este cuento se encuentre íntimamente relacionado con aquellas culturas que creían que el hombre y la mujer no desarrollaban su alma hasta alcanzar la etapa de la pubertad, preservarse en este período los hacía obtener el pasaje a ceremonias y ritos con los que lograban encajar en la sociedad. Rompían con su familia original con el propósito de dar nacimiento a una propia. Por ello tal vez el bosque era el límite, ese espacio desconocido y profano que acercaba a las tentaciones y sin duda era mejor evitarlo. La naturaleza salvaje era una verdadera trampa.

Por otro lado el despiadado lobo engulle y traga. El cazador salva y la muerte da paso a una “nueva vida” (se cree que el concepto de resurrección es una adaptación extraída de cuentos hindúes y griegos). Cambio y transformación.

Hansel y Gretel también andaban perdidos por el oscuro bosque. Amenazas, riesgos y animales salvajes jugaban un papel tan importante que era impracticable retroceder. A pesar del temor que los inmovilizaba, ellos buscaban alternativas para marcar el camino de regreso. Los pájaros se comían las migas, pero en contrapartida los ayudaban a buscar el sendero correcto.

Son frecuentes las historias donde los animales actúan como “ayudantes” de los personajes. Por lo general estos son animales domésticos o cercanos al paisaje donde se desarrolla el cuento. Pero los más originales a la hora de poner animales a colaborar son los relatos celtas donde encontramos al salmón y la trucha como salvadores.

Aladino, un cuento se cree de origen eslavo, tiene serpientes, gatos y peces como compinches. Aunque también pueden intercambiar identidades con los personajes cuando crean que es el momento adecuado. Así como las brujas pueden adoptar distintas figuras, también los animales pueden desplegar cualquier apariencia. En la cultura china y japonesa, el zorro es uno de los animales que con mayor frecuencia cambia de aspecto.

Los pájaros son los seres poseedores de sabiduría, mensajeros de los dioses, colaboradores a la hora de hacer ascender a los cielos a los humanos. Los tártaros y kurdos creían que ellos eran los encargados de designar a los gobernantes y sus sucesores. Menudo trabajo y responsabilidad.

En los cuentos también tenían la facultad de hablar, quizás de ahí viene el dicho: ”me lo contó un pajarito”.

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