“Un libro no debe requerir esfuerzo porque la felicidad no debe requerir esfuerzo” Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina 1899, Suiza 1986).
Para quienes nunca han leído a Borges, sus propios colegas recomiendan, comenzar por los cuentos en general y en particular aquellos fantásticos, donde el aquí y el ahora se encaminan hacia la más genuina ficción. Por ello nada mejor que dar inicio con estos cuentos.
“El hombre de la esquina rosada” el camino de este relato nos guía hacia diferentes atajos, su argumento nace en la revista Martín Fierro durante 1927 y es publicado por segunda vez al año siguiente en el libro de ensayos “El idioma de los argentinos”.
El guapo del barrio narra en primera persona y en lunfardo una historia, en la cual los destinatarios son un grupo de compadritos que se manejan bajo sus propias leyes. El escenario, es un quilombo, un bar de alterne llamado “Salón de Julia” emplazado en el barrio de Santa Rita (zona alejada del centro de Buenos Aires), los suburbios.
Francisco Real, el Corralero, venía del norte y su fama de matón lo acompañaba, pero Rosendo Juárez (El Pegador) hombre del barrio no dejaría que su hombría fuera puesta en duda. Aunque a veces no era tan valiente, solo era jactancia y vanidad.
“El fin” apareció en 1956 como parte del libro “Ficciones”. En este cuento, Borges recrea el poema de José Hernández, relata sobre lo relatado, insinúa pasajes en el contacto de la historia de Martín Fierro. Como condición, su autor decía que era importante haber leído “bien el Martín Fierro”, ya que afirmaba que este libro estaba “muy bien escrito y muy mal leído”.
Toda la trama de “El fin” está íntimamente ligada al libro de José Hernández, salvo la muerte de Fierro. La Payada prematura será el desencadenante del duelo entre El Moreno y Fierro.
“El inmortal” fue publicado en el año 1947 y esta historia cuenta sobre la existencia de un manuscrito encontrado por la princesa de Lucinge en la Ilíada. Advierte sobre la presencia de un arroyo que garantiza el paso a la eternidad, así Marco Flaminio Rufo se abocará a su búsqueda, pero perderá a sus hombres en medio de la travesía por el desierto. Cuando descubra que la inmortalidad es un castigo, regresará a su condición normal de mortal. Otro caudal de agua será el encargado de borrar ese estado.
“El jardín de los senderos que se bifurcan” fue publicado en el año 1941. Una preocupación y una ocupación constante de Jorge Luis Borges, que aparece de forma persistente en su literatura, es el relato circular simbolizado en los laberintos, los espejos y el tiempo. Ese tiempo que no es convencional, ese que se muestra como paralelo. Por ello Borges confunde al lector, llevándolo por caminos de un relato que al final, con una recapitulación insospechada; retomará sosteniendo la historia. Todo nacerá como una investigación que dará un giro inesperado al llegar a la casa de Albert. La Primera Gran Guerra y la batalla del río Somme también serán una distracción para las topas alemanas. Yu Tsun, espía y protagonista de la historia, debe prepararse para lograr cumplir con su misión.
Y para finalizar, hay un mito que el propio Borges y su entorno nunca desmintieron y fue alimentándose con el paso del tiempo. Se cuenta que su lenguaje depurado estaba íntimamente relacionado con la época en que él había quedado ciego. En este contexto de obstrucción total de este sentido vital para su trabajo literario, se decía que sus cuentos eran escritos de memoria, en realidad eran dictados a su esposa, tal y como los recordaba. Cada palabra era fundamental, ya que encajaba cual pieza de un engranaje en la ingeniería borgeana. ¿Pura quimera o realidad?