No es un misterio que la economía argentina se encuentra en uno de sus momentos más delicados, incluyendo el 2001. Lo vemos a nivel nacional con las más de 50 multinacionales que dejaron de operar y lo vemos en las ciudades: persianas bajas y carteles de se alquila. Esta lúgubre fachada que ahora decora nuestros barrios representa miles de puestos de trabajo perdidos, una economía en constricción y un panorama poco esperanzador para el futuro. Río Grande no es la excepción a este caso.
Si hablamos a nivel país, tenemos que hablar de Nike, Qatar Airways, Emirates, Latam, Walmart, Falabella, Axalta, Basf, Asics. Algunas cerraron locales, otras fueron vendidas, como es el caso de Brighstar y su absorción por parte de Mirgor. En algunos casos, derivó directamente de la baja de consumo de la cuarentena, mientras que otras hicieron números y la perspectiva de producir con las restricciones, inflación e impuestos vigentes, los llevó a redistribuir su inversión a otro país.
En el caso de Río Grande, es un poco más difícil hablar de volumen y datos. El Municipio de la ciudad, que tiene la tarea de brindar las altas y bajas de habilitaciones comerciales, no ha brindado datos a la Cámara de Comercio, por lo que resulta complejo determinar cuántos locales han cerrado sus puertas en forma definitiva. Entonces, como diría el General Perón, la única verdad es la realidad; el termómetro de los locales que no volverán a recibir clientes son esas persianas bajas y cuántos vecinos y vecinas de la ciudad ahora se acercan a Desarrollo Social en busca de una ayuda para paliar la dura crisis.
De esta constricción de la economía derivan otro tipo de problemas también: la falta de stock. Lo vimos al inicio de la cuarentena con productos básicos como alimentos, también lo vimos con los cigarrillos. Hoy, sin embargo, es más fácil detectarlo con los bienes que suelen producirse con capacidad alta de stock dada su durabilidad, acá hablamos de faltantes en algunos materiales de construcción en corralones y hasta los routers para las empresas de cable e internet. En una información surgida del sitio de noticias Bloomberg, proveedores como Zyxel y Cisco hablan de un retraso en la línea de producción de casi un año. La globalización y las cadenas de valor agregado que integran a docenas de países para armar un producto se encuentran en un momento delicado con la llegada de la segunda ola en todo el mundo, haciendo que los operadores más pequeños se vean sin la posibilidad de sumar nuevos equipos para sus clientes.
Volviendo un poco a nuestra provincia, el personal reducido y las restricciones logísticas hacen que la distancia se sienta aún más. No es inusual visitar el supermercado y encontrar que falta alguna marca, o como en el caso de los aceites, ver la aparición de nuevas empresas un tanto desconocidas para los regulares de las compras. La famosas marcas “Cuchuflito y La Pindonga” de la que hablaba la ex-mandataria Cristina Fernández de Kirchner se ha vuelto un habitué de las góndolas, no obstante el plan de recuperación económica que Alberto Fernández impulsa junto a su gabinete.
Como respuesta a la falta de existencias y el cierre de comercios, vemos una tendencia en alza: la venta informal. ¿Quién no ha visitado una red social y encontrado que alguno de sus contactos vende ropa, productos de limpieza o hasta brinda un servicio como cortar el pelo?. La extrema presión tributaria, que vale recordar en Tierra del Fuego es menor a otros distritos del país, obliga a muchos a optar por la informalidad. Negocios familiares intrageneracionales se han visto reducidos a una perfil de Instagram y sus locales, a habitaciones de hogares reconvertidos en depósitos. Hoy las redes sociales se han convertido en aquellos galpones y gimnasios que supieron salvarnos en más de un apuro con los mercados de trueque, un recuerdo más que doloroso para los que experimentamos el 2001.
Esta competencia, desleal en muchos casos, no es culpa del que vende de forma informal, sino resultado de la falta de reglas de juego claras por parte del Estado, que se limita a cobrar tributos altos, pero no brinda posibilidades a las PyMEs generadoras de empleo genuino.
Aquí también, experimentamos un cambio en el paradigma del consumo de bienes. Con la cuarentena muchos consumidores decidieron trasladarse al ámbito virtual, cambiando sus patrones de consumo: seleccionan y consumen de forma distinta. La venta pasiva, que responde a la lógica del local, ya no funciona. Hoy, más que nunca, la publicidad es soberana de la cantidad de ventas. Aquel que impacta y cautiva a quién tiene fondos, es el que hace negocios, el que espera, se queda sin nada. El problema principal, es que el cliente cambió la forma de pensar, pero no todos los comerciantes. Luego de no abrir por un tiempo, muchos se han encontrado que no obstante de estar en el local, nadie entra, pero la gente sigue comprando. Más que nunca, será necesaria la asistencia de los gobiernos provinciales y municipales, sea asistiendo o brindando herramientas para que los comerciantes que aún no se han adaptado puedan hacer la transición si lo desean.
La pandemia y las cuarentenas serán recordadas como una experiencia global que todos vivimos. Para algunos habrá sido estar aburridos y encerrados, para otros fue mucho peor: perdieron familiares, amigos o el sueño y el trabajo de toda una vida. La situación no fue culpa de nadie, sino la consecuencia de un sistema que no estaba preparado de ninguna forma para la aparición de un virus con alta tasa de contagio. Como resolvemos una situación adversa, eso si depende de nosotros y nuestros dirigentes políticos, a cargo de las arcas del Estado. Los planes o iniciativas para aguantar el golpe, así como las medidas para reactivar una vez que la tormenta pase, han demostrado ser deficientes ante las necesidades. Algunos achacarán las culpas a gestiones previas, otros a las actuales, pero a decir verdad los problemas de la economía argentina son de larga data. El impacto en los pequeños y medianos productores, al igual que en las grandes empresas, deriva de legislaciones improvisadas, impuestos de emergencia eternos y una necesidad voraz de gastar más de lo que entra. No pido soluciones mágicas o instantáneas, simplemente un atisbo, un mero intento de comenzar a hacer las cosas bien y dejar de poner a la gente en segundo plano.