El Banco Central presentó en los últimos días su tradicional informe sobre el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM). Dicho documento busca obtener el pensamiento de distintos actores de la economía (consultoras, centros de investigación y entidades financieras, entre otros) sobre el devenir de las principales variables macroeconómicas en el mediano plazo.
Muchos podrán pensar que un cambio en el gobierno nacional descomprime naturalmente el pesimismo alrededor del funcionamiento de nuestro aparato productivo. De hecho, una importante proporción de la población espera que la situación laboral y salarial mejore con la salida de Mauricio Macri de la presidencia.
Sin embargo, fue el mismo Alberto Fernández quien, en México luego de una reunión con el presidente de dicha nación, salió a poner un manto de prudencia con respecto al futuro inmediato de nuestro país. “El 10 de diciembre no es una fecha mágica”, aseguró, vaticinando así lo esperable, cambia el gobierno no la realidad económica.
En este sentido, y más allá de las esperanzas que pueda suscitar un proyecto con una orientación económica con mayor vocación redistributiva, existen problemas de tinte estructural que se han visto fuertemente agudizados en los últimos años y que, lógicamente, impactan en las perspectivas a futuro sobre el nivel de precios, las tasas de interés, el tipo de cambio, el nivel de actividad y el déficit fiscal.
Con respecto a la inflación, el REM estima una inflación a la baja para los próximos meses, sin embargo, se espera que se dé a un ritmo muy conservador. Quizás incrédulos aun luego del fracaso de las ambiciosas metas de inflación, impuestas en su momento por las autoridades del mismo Banco Central en los albores del gobierno de Cambiemos, las perspectivas de baja en torno al nivel de precios se mueven hacia un 42,5% para 2020 y un 28,4% para 2021. Estos, obviamente, son niveles todavía elevados los cuales pueden sufrir alzas adicionales en caso de presentarse nuevos shocks no previstos.

Respecto a la tasa de interés para las LELIQs se prevé que para diciembre de este año la misma descienda hasta alcanzar un 60%. Este sendero continúa en caída de cara al 2020, en línea, además, con la idea del próximo gobierno nacional de buscar desactivar de alguna manera esta herramienta que se considera distorsiva para el sector productivo, con tasas del 39,95% para diciembre de dicho año. Si tenemos en cuenta que se han llegado a convalidar tasas máximas del 85% durante este año, la caída de esta variable, de cumplirse estas expectativas, es más que significativa.
Casi en paralelo, la pregunta que surge luego de conocerse las expectativas en torno a la caída en las tasas de las LELIQs es saber qué pasará con el dólar. En este sentido, pareciera ser que la vuelta del cepo y su posterior endurecimiento han aplacado las perspectivas alcistas en el tipo de cambio, situando de esta manera a la divisa norteamericana en un valor de $87,4 para diciembre de 2020. Si bien a la vista parece un valor alto, estaría a tono con el nivel de inflación esperado para el año que viene. Más allá de estas perspectivas, los shocks que se manifestaron a través de corridas cambiarias desde 2018 generan un alto grado de incertidumbre sobre el devenir del dólar. Probablemente el control sobre la compra y venta de la divisa estadounidense genere un manto de mayor previsibilidad de aquí en adelante.
Para finalizar, las expectativas sobre el nivel de actividad para el año que viene son magras. Desde agosto de este año las perspectivas de crecimiento para el 2020 son negativas, seguramente impulsadas por la fuerte volatilidad que experimentó nuestra economía a partir de dicho mes. Evidentemente la situación macroeconómica y el fortalecimiento de las restricciones de carácter estructural de nuestra economía obligaron a moderar la visión de futuro. Es en esta clave que se espera una contracción del 1,7% y recién en 2021 comenzaría a existir un leve crecimiento del 1,6%.

Independientemente de todo lo enunciado, no está mal recordar que lo planteado aquí son expectativas. Expectativas que moldean comportamientos, pero expectativas al fin. El gobierno de Alberto Fernández tendrá el desafío de torcer este panorama gris. Tiene a su disposición las herramientas del Estado para modificar la visión sobre el futuro cercano de la economía. Por otro lado, lejos de las expectativas del mercado, están las expectativas de buena parte de sus votantes que esperan un cambio radical en la orientación de la actividad económica. El tiempo, el contexto y, en buena parte, la precisión de las medidas económicas definirán si se logra revertir este panorama.