Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

José María Arguedas nació en Perú (Andahuaylas) y con tan sólo tres años de edad perdió a su madre. Esto hizo que su padre, Víctor Arguedas, contrajera enlace en segundas nupcias con otra mujer (Grimanesa Arangoitia) también viuda y con varios hijos.

Desde pequeño sufrió el destrato que lo marcaria el resto de su vida. A ellos se refiere Arguedas diciendo: “Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: yo soy hechura de mi madrastra (…). Pero no solamente he sido hechura de mi madrastra, hubo otro modelador tan eficaz como ella, un poco más bruto: mi hermanastro” (Palabras de Arguedas en “Intervención de Arequipa”, en el Primer Encuentro de Narradores Peruanos, 1965).

En la obra de este peruano aparecen personajes como Ernesto (en los “Cuentos del agua” y “Los ríos profundos”), Juan (en el cuento “Los escoleros”) o Santiago (en el “Amor mundo”), todos ellos refieren a su niño interior poblando el mundo blanco, indio, español y quechua.

Esos castigos reiterados hicieron nacer en él al niño indianizado. Los continuos símbolos de la cultura aristocrática de los hacendados peruanos, con los que se identificaba claramente su madrastra, brotaban como eternos recuerdos en sus cuentos y novelas. Así nos dice: “Llegué a tener sangre indígena a través de ellos. Comprendí por qué el indígena se siente superior al blanco: porque se da cuenta de que es él quien trabaja; el blanco enfermizo, perezoso, sólo recoge el fruto de su labor. ¿Qué sería del hombre blanco sin el indio?” (“José María Arguedas, una experiencia sin paralelo” de Julio Flores 1979).

Pero el autobiografismo más depurado aparecerá en su última novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.

Sus años postreros se debatirán entre la vida y el espíritu de poner punto final a ella. Así lo declara en su obra cuando se refiere a la idea “que vivió para la literatura y su creación”. 

Tras un intento fallido de suicidarse, finalmente lo materializa el 28 de noviembre de 1969, en Lima. Pero fallece el 2 de diciembre. El 7 de diciembre, el diario El Comerció publicó su último artículo, en este confesaba su inquietud a cerca de la defensa que debería hacer el estado gubernamental del “auténtico arte popular peruano”.

La publicación póstuma de “El zorro de arriba y el zorro de abajo” se realizó en 1971 (se presume que quedó inacabada a causa de la muerte de su autor) y ella compila textos bien diferenciados como diarios, relatos y los diálogos de los zorros. Esta mezcla entre lo real y lo mitológico sella su relato.

Los diversos capítulos que presenta la obra se ajustan al paisaje de Chimbote (gran puerto pesquero del norte que queda resignado a un crecimiento desordenado y precipitado). Aquí se ven los costos del progreso descomunal para los habitantes de esa región. Se muestra la pérdida, el menoscabo y el prejuicio de la identidad cultural de los indios trasladados a la ciudad y sus pavorosas consecuencias.

Con la mirada históricamente europeizada y colonizadora, los de arriba pertenecían a la sierra habitada por los indios “incivilizados” y los de abajo referían a la costa donde los blancos “civilizados” conducían el destino de los negocios y el progreso. Esta dualidad no sólo derrota la ordenación dentro del espacio físico sino que representa el cimiento de la organización política y social de la cultura andina.

Un camino occidentalizador basado en un mundo económicamente fuerte.

La transformación capitalista de los años sesenta en Perú, específicamente en el Puerto de Chimbote, concibe su obra enmarcada en una mirada extremadamente creadora. Así Arguedas no es solo un escritor sino que transmuta a un investigador social. Combinó aquí sus pasiones como la antropología, la sociología, la etnografía y la literatura. Fue a Chimbote a realizar un trabajo investigativo para la Universidad Agraria “La Molina” (efectuó entrevistas sobre el efecto de la actividad pesquera de la zona, recorrió lugares, tomó fotos, etc.) y luego de ver los resultados que causaba tener de pronto uno de los puertos más importantes del mundo, decidió escribir esta novela.

Casi llegando al fin de sus días, su gran desvelo fue el aluvión desculturizador al que fueron sometidos los pueblos nativos de su patria y la despersonalización que ellos vivieron.

Su obra revela el intenso amor de Arguedas por la cultura andina, por los sufrimientos y pesares de los indios de las haciendas y las aldeas de las sierras de Perú. Pero su naturaleza interna siempre se debatió entre la contradicción de sentirse perteneciente a dos mundos diferentes y desafiantes.

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