Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Jair Bolsonaro siempre se declaró admirador del presidente americano Donald Trump. Desde el martes que cumple su sueño de conocer a su par del norte; el mandatario brasileño se encuentra de gira por los Estados Unidos para reforzar una relación que estaba predestinada. Ambos populistas, con un enfoque fuerte en defensa, apoyo considerable de la Iglesia, conservadores en políticas de diversidad y género y abusadores del término fake news. Bolsonaro es un poco la adaptación latinoamericana del modelo Trump de cómo hacer política.

Con un poco de diplomacia fútbol: Bolsonaro le entregó una camiseta con su nombre a Trump, iniciaron un acercamiento sobre una agenda común bastante clara. El riesgo del socialismo venezolano y la situación de emergencia de ese país fue un punto a tocar. Trump a su vez se mostró interesado en ver a Brasil formato parte de la OCDE (organismo al que Argentina también aspira a ingresar y reúne a las economías más fuertes del mundo) e incluso, fiel a su estilo de declarar por declarar, mencionó una posible entrada a la OTAN; organismo de defensa que involucra principalmente a los países del Atlántico Norte y nació como un método de defensa ante la amenaza soviética.

Desde la postura brasileña la idea es cumplir con una visita que reafirma ideología y le da una bocanada de aire a un gobierno que no arrancó bien y tiene muchos frentes abiertos en casa. Con la misma intensidad de la campaña, Bolsonaro no supo sentarse a negociar o bajar los decibeles en sus primeros meses al poder, lo que le ha empezado a consumir su reciente capital político. Un par de fotos con Trump y algún que otra promesa de mejoría económica ya lo situaría en otra posición. Por lo pronto Brasil busca introducirse en las licitaciones militares de USA a través de Embraer, recordemos que Boeing está quizás en su peor momento histórico como compañía, y mejorar las tarifas internas de comercio con el socio del norte.

Esta nueva amistad entre Trump y Bolsonaro recompone una relación que venía quebrada hace años entre Brasil y Estados Unidos. Presidentes como Lula da Silva o Dilma Rousseff siempre se mostraron como antiamericanos, sumado a una postura bastante neutral de Brasil y de mirada interna en el apartado diplomático. El rol de líder regional casi siempre cayó en nuestro país, exceptuando los mandatos de Cristina Fernandez de Kirchner (que contaba con una postura bastante similar a la brasileña). Presidentes como en su momento Menem u hoy Macri han intentado tomar un rol de liderazgo dentro de América del Sur con respecto a las potencias, ya sea impulsando el MerCoSur o tomando acción diplomática ante el caso venezolano. Durante los mandatos de Néstor y Cristina Argentina impulsó agenda pero como parte de un movimiento de iguales y estaba más enfocado en las relaciones sur-sur que en el contacto con los históricos hegemones.

Bolsonaro sacará un poco de aire y chapa de estas reuniones con Donald Trump, mientras que este último refuerza sus lazos en un área que le fue difícil a los Estados Unidos durante las últimas dos décadas. América del Sur hoy es parte del fenómenos mundial del populismo, pero durante casi dos décadas su postura antiamericana lo acercó a países como Rusia, China e Irán: Venezuela es el último ejemplo (Evo Morales ha sabido acomodar a Bolivia para evitar quedar en la misma situación). Ante la emergencia del país sudamericano Trump afirma su pie en caso de una intervención y se asegura no sólo apoyo logístico y legitimidad, sino quizás alguien que la región que coordine un eventual traspaso del poder.

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