Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Quien dice Rusia, dice Putin. El actual presidente de la Federación Rusa lleva desde 2012 en el cargo, pero está en el poder desde la salida de Yeltsin allá por 1999. Cuando a fines de siglo, el desgastado mandato de Boris Yeltsin dejaba una Rusia en ruinas, apareció una figura seria, adusta que proponía otro camino. Llevar a la Federación desde un fallido intento de reconversión al capitalismo hacia una potencia militar y económica. Putin gobernó durante 8 años (lo máximo permitido por la Constitución) hasta 2008 cuando lo sucedió su segundo: Dmitri Medvédev. Después de un mandato donde la figura del ex-mandatario tenía peso, volvió para quedarse: ahora con períodos de 6 años. Actualmente Vladimir transita los inicios de su reelección, siendo la cabeza de Moscú hasta por lo menos 2024. Lo curioso, más por su anticipación que por la medida en sí, es que se baraja la posibilidad de reformar la constitución a fin de permitirle continuar en el cargo.

Desde el Kremlin, bien al estilo ruso, dan respuestas ambiguas y afirman que son posibilidades que se barajan, como quien no quiere la cosa. Hace algún tiempo cuando le preguntaron por una posible reforma el mandatario bromeó: “¿Qué voy a hacer? ¿Quedarme hasta que tenga 100 años? No.”

La especulación, no obstante, persiste. Analistas políticos ven esta chance como un modelo para afianzar formalmente el poder que Putin ya tiene. Aún es joven, tiene 66 años, saludable y para muchos (incluida gran parte de sus compatriotas) no hay una forma de imaginar a la Federación Rusa sin su principal referente. La oposición es marginal, en gran parte por los movimientos políticos del oficialismo, y los que siguen al presidente no parecen tener ese voto de confianza por parte del pueblo. El concepto de gobernante casi eterno no es nuevo en Rusia: sin irnos tan lejos el absolutismo zarista fue reemplazado por figuras fuertes como Lenin, Stalin y Brézhnev. Líderes más conciliadores como Gorbachov y Yeltsin “sufrieron” esa falta de mano dura, llevando a períodos de inestabilidad institucional.

Putin lleva 18 años en el centro de la política mundial. Para ponernos en contexto: vió pasar a Clinton, George W. Bush, Obama y Trump por la Casa Blanca. Por China a Jiang Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping. La que más se le acerca es Angela Merkel con 13 años y próxima a retiro. En Argentina, hubo 8: de la Rúa, Puerta, Adolfo Rodriguez Saá, Camaño, Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri. 

Bajo su tutela, Rusia pasó de ser un experimento fallido como economía de mercado a un Capitalismo Estatal, si vale el término. Hoy más de la mitad del PBI proviene de empresas estatales y cerca del 30% de los empleados son públicos. Se ha integrado al mundo: Putin fue previsor y percibió el giro hacia Oriente, por lo que siempre estuvo cerca de China. El control geopolítico que ejerce en Asia central y buena parte de Europa del Este lo establece no sólo como líder regional sino como uno de los principales garantes por la estabilidad mundial. Pero para Putin no todas son buenas: los constantes conflictos con Ucrania, el apoyo a Al-Asad en Siria, las muertes de opositores y resultados empañados por la duda en las elecciones lo vuelven un hombre controvertido a los ojos de Occidente, principalmente Estados Unidos. La más nueva: apoyar al hijo de Muammar Qaddafi, Saif al-Islam, como candidato a presidente de Libia a pesar de sus causas por crímenes de lesa humanidad.

Aún falta mucho para el fin de su gobierno y la reforma asoma tibia como tema de agenda para 2020, todo depende del contexto que lo rodee y cómo se desenvuelve la economía rusa en los próximos años. Independientemente de si continúa, previa reforma, Putin será recordado en los libros de historia como una de las grandes figuras rusas de este siglo.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here