Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

En las últimas horas buena parte de los medios de internet ha estado comentando sobre el golpe de Estado en Myanmar y sobre sus impacto en la región. Si bien la situación es bastante directa, los militares han tomado control del gobierno y mantienen preso al gabinete, incluyendo a Aung San Suu Kyi, Consejera de Estado de Birmania, hay un bagaje histórico que complejiza más aún la situación.

Para ponernos en contexto, Myanmar es un país del Sudeste Asiático, ubicado al oeste de Tailandia y con frontera con Bangladesh al oeste y en el noreste con China. Fue colonia británica luego de la etapa colonialista de las potencias europeas en Asia, y fue Aung San, padre de la actual líder política, quién negoció la independencia de Gran Bretaña. Aung San fundó el partido Comunista y el Socialista de Birmania y lideró el Ejército Revolucionario que durante la Segunda Guerra Mundial se enfrentó a los imperialistas japoneses y para 1947, luego de la victoria en la elección general, él y buena parte de su gabinete fueron asesinados.

Aung San Suu Kyi no es sólo su hija, sino para muchos burmeses, la líder espiritual del país. Buena parte de las dinastías políticas de Asia, podemos pensar en los Park en Corea del Sur, los Ghandi en India o, del lado menos democrático, la dinastía Kim en el lado norte de Corea. La mayoría de los impulsores de la democracia, iniciadas luego del fin de la Segunda Guerra Mundial y la expulsión de los imperialistas japoneses, terminaron integrándose como líder políticos, y hasta en algunos casos sus hijos y nietos continúan con el legado. Suu Kyi no fue la excepción: educada en Oxford y con un trabajo en Naciones Unidas en su juventud, siempre ha sido una figura referida a realizar un intento democrático en Myanmar.

En una seguidilla de elecciones ganadas y resultados no reconocidos, la Liga Nacional por la Democracia ((NLD en sus siglas en inglés), Suu Kyi es considerada internacionalmente como un símbolo democrático y de esperanza para un país que no ha experimentado un gobierno estable desde su independencia.

Hoy, Suu Kyi y su gabinete de ministros están retenidos en Naypidaw. A través de un discurso televisivo que informaba el caso, el ejército estableció un estado de emergencia por un año. La decisión de las fuerzas armadas viene luego de varios meses de tensión política, luego de una disputa por irregularidades en las elecciones. El USDP, el partido militar, tuvo un mal desempeño en las elecciones y pidió por un nuevo voto que no fue aceptado. Ahora, el vicepresidente y ex-general Myint Swe está ejerciendo el rol de presidente, mientras se desconoce el paradero exacto de Suu Kyi.

Si bien no es raro ver intervenciones de las Fuerzas Armadas en gobiernos democráticos a lo largo de Asia, recordemos que el rol de las fuerzas no es el mismo que en Sudamérica y en buena parte del mundo son considerados guardianes de la democracia; el caso de Myanmar dista de esta lógica. Hoy el país tiene bloqueado el acceso a internet y el único acceso a la información es el canal de televisión que las fuerzas armadas poseen.

Los líderes de India, Japón, Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Australia y los Estados Unidos han hecho un llamado a un alto en las acciones y la liberación de los detenidos. La histórica lucha democrática de Suu Kyi, que se consagró en un premio Nobel, le ha valido un apoyo internacional poco frecuente en estos casos.

No obstante, la figura de Suu Kyi no es inmaculada. La crisis de los Rohinya, una etnia islámica que vive en el país, le valió una retirada de varios de sus premios internacionales y cerró algunas puertas en Occidente. Para simplificar la situación, diremos que los Rohinyás, etnia con casi un millón de personas inserta en el occidente del país, mayoritariamente budista. La convivencia siempre fue tensa, pero desde 2017 una nueva oleada de violencia explotó sobre la etnia y ha derivado en una migración masiva a Bangladesh, donde su religión es respetada. El rol de Suu Kyi ha sido duramente cuestionado por violaciones a los derechos humanos de los Rohinyás, así como a las libertades individuales de quiénes han protestado en contra de esta situación. Entre 2017 y 2018, buena parte de los medios que hoy la mencionan como el faro de la democracia, atacaban de forma muy dura su figura por la detención de varios periodistas que reportaban el genocidio con la excusa de leyes coloniales.

La situación de Myanmar es compleja y la historia detrás de cada una de las partes hace que no haya “buenos y malos” como nos gustaría, sino distintos partidos que luchan por el poder e intentar retener el poder a toda costa. La situación deberá avanzar en el correr de los días para saber cuál será su resolución, pero Suu Kyi será la figura central de una democracia que parece no poder sostenerse.

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