Periodista de Tierra del Fuego.

La interna del Partido Justicialista es, preeminentemente, uno de los procesos electorales más importantes a nivel provincial. Si hacemos un repaso raudo por los cargos electivos, veremos que los “compañeros” y “compañeras” son mayoría. Las tres intendencias son ostentadas por el PJ: Río Grande y Tolhuin atraviesan sus segundos mandatos, mientras que Ushuaia sigue firme en un histórico tercero. En los Concejos Deliberantes también son mayoría y en la Legislatura, aunque disgregados en otros espacios políticos, no son una fuerza menor.

Ya con la fecha puesta, el 22 de septiembre comienza un proceso de tesis y antítesis, donde las diversas agrupaciones y espacios que conforman al partido más importante a nivel provincial dirimen tanto liderazgo como roles para lo que se vendrá. Si bien hubo ciertos rumores de una posible interna, las declaraciones de los principales protagonistas tanto en Martín Pérez como en Walter Vuoto hablan de un proceso de discusión interna, continuando una línea establecida en ediciones previas de conformar una lista de unidad.

Desde el norte de la provincia el análisis de la situación es bastante sencillo: el “horno no está para bollos”. La grave crisis económica que atraviesa todo el país lleva la agenda del intendente y su equipo de trabajo hacia resolver los problemas de las y los riograndenses no “entrar en la rosca” como declaró Pérez. Si bien puede haber diferencias metodológicas entre los espacios que conforman al peronismo fueguino, predominan los puntos en común para construir un espacio político fuerte que pueda defender en Buenos Aires los intereses de la Isla.

Unos cuantos kilómetros al sur, con un poco de flexión de músculo político mediante, el diagnóstico es el mismo. El enemigo, o adversario, no está puertas adentro del PJ sino en la Casa Rosada. El gobierno de Milei está en las antípodas ideológicas del arco político oficialista provincial, en el que incluiremos también al gobernador Gustavo Melella no obstante de no ser PJ, pero si parte de la coalición que impulsó a Sergio Massa y respaldó a Alberto Fernández. Tener una lucha intestina a cielo abierto, si bien es parte de un proceso saludable que todo partido político debe atravesar, podría desviar la conversación y agenda política.

Río Grande y Tolhuin son más dialoguistas, mientras que Ushuaia es más combativa, pero en definitiva todas quieren lo mismo: una lógica estadual más abarcativa, donde las ingerencias de lo público no tomen un tinte minarquista. Más y mejores derechos, acompañados por una planificación, e intervención de ser necesaria, en los ámbitos del tan temido “mercado”. Saben que lo que está enfrente es lo que no quieren.

Esa misma lógica de las posiciones deriva del contexto político que nutrió a cada una de las figuras. Martín Pérez como Daniel Harrington tienen una construcción más amplia por sus roles de diputado nacional y legislador respectivamente, el comienzo de sus carreras los forzó a mirar el bosque por sobre el árbol. Esta forma de poner por delante los consensos les ha valido buenos resultados en sus distritos, dándoles a ambos reelecciones de resultados holgados. Del otro lado, podríamos decir que Walter Vuoto, aunque con inicios en el Concejo Deliberante de Ushuaia, es más un luchador. Le tocó arrancar su etapa en el ejecutivo en 2015, con un estado provincial paralizado y un gobierno nacional que veía a su espacio político de La Cámpora como el peor de todos los males. Hizo los 12 rounds completos en su primer mandato y quizás entiende, que esa experiencia de “resistencia” le da una ventaja comparativa para liderar de cara a otro gobierno nacional que no tiene intenciones de considerar a Tierra del Fuego como estratégica, al menos desde la visión doctrinal peronista.

La tensión y el conflicto interpartidario son de los más naturales, aunque algunos puritanos se asusten cuando empiezan las declaraciones cruzadas. La famosa frase de Perón “los peronistas somos como los gatos, cuando parece que nos estamos peleando nos estamos reproduciendo” viene a en términos muy criollos a hablar de ese proceso de tesis, antítesis y síntesis que solo se genera del debate político y contrastar opiniones. Desestimar ese período de tensión o sobredimensionarlo, sería perder un poco esa esencia de cómo se construyen las mayorías en el espacio.

Si bien no lo mencionamos previamente, hay una figura cuyo nombre quizás no domina las primeras planas pero ejerce el rol más importante de todos: Juan Carlos Pino. El ex-presidente del Concejo Deliberante de Ushuaia y hoy Legislador hace las veces de garante de la Pax Romana que tuvo el partido ante cada situación donde la cosa parecía escalar a un terreno negativo para el espacio. Pino al siempre estar y nunca querer ser, tiene la validación de sus pares. Con su andar sosegado y apacible, nunca dejó las reyertas convertirse en guerras, entendiendo que por sobre los nombres está la Doctrina, que es la que nutre al Partido. Cuando hubo que renovar a un peronismo más tradicional, acompañó a los Vuoto, los Harrington y los Pérez que traían un aire fresco al peronismo, pero nunca desechó a los exégetas o “guardianes del peronómetro” más anclados en el revisionismo histórico del PJ.

Ahora de cara a septiembre, el Justicialismo deberá comenzar a dejar las cuestiones de ego y personalismos, volviendo a tender puentes que fortalezcan al partido de cara a 2025 y 2027 fundamentalmente. Entendiendo también, que unidad y debate interno no son equivalentes a hegemonía, sino simplemente “lavar los trapitos sucios” en casa, y no en las urnas. El PJ, de querer continuar liderando los destinos de la ciudad, y quién sabe también de la provincia, deberá construir una plataforma sólida, aprendiendo de los errores de la cúpula nacional, que enfocados en el quién, abandonaron el cómo.

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