Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Si pensamos en diccionarios seguramente lo primero que se nos viene a la cabeza es el recuerdo de ese Pequeño Larousse Ilustrado haciendo subir considerablemente el peso de nuestro portafolios. En él convivían las palabras, los mapas, las banderas del mundo, el cuerpo humano en láminas centrales a color, el proceso de la fotosíntesis y muchas cosas maravillosas más.

Pero un diccionario es algo más que un libro de consulta que nos saca de dudas y nos ayuda con el significado de las palabras. Hoy, hay diccionarios de la lengua (los más comunes y monolingües), los normativos (aquellos expedidos por la Real Academia Española), los de sinónimos y antónimos (incluso algunos también contienen parónimos), los bilingües (que establecen correspondencia de palabras entre un idioma y otro), etimológicos (los que cuentan de dónde nace un término y su evolución histórica), los técnicos o especializados (contienen términos económicos, médicos, informáticos, etc.) y los enciclopédicos (que poseen definiciones de una misma palabra en diferentes campos específicos). En todos los casos las palabras se encuentran ordenadas alfabéticamente y actualmente no solo los encontramos en soporte papel. Pero para llegar a este final tecnológico del diccionario es mejor comenzar como debe ser, por el principio.

La historia no logra ponerse totalmente de acuerdo en cuál fue el momento y el lugar donde se gestó el primer esbozo de diccionario. Se cree que el inicio data del año 2300 a C. en la Mesopotamia. En verdad eran tablitas de barro en las que se escribían palabras y a su lado el equivalente. Por lo general eran utilizadas por comerciantes y los que se encargaban de diseñarlas eran traductores locales y extranjeros que trabajaban en conjunto.

La palabra diccionario proviene del latín dictionarium compuesta por dictium (que significa decir, indicar) y arium (que significa relación o pertenencia) y para que se creara un diccionario las tablillas se convertían en glosarios que luego derivaron en los diccionarios tal cual los conocemos hoy.

Es cierto que las primeras tablillas fueron aproximaciones al diccionario bilingüe (eran listas de términos sumerios-acadios).

Tendríamos que esperar hasta el siglo IV para leer un diccionario dedicado a definir palabras. Su autor fue Filetas de Cos (poeta y filólogo griego, 340 a C.-285 a C.) un estudioso de la obra “La Iliada y la Odisea” de Homero, en él explicaba algunas expresiones o términos utilizados en la obra, sin un orden preestablecido. Posteriormente Apolonio, el Sofista en el siglo I escribió una obra que trataba de las palabras empleadas por Homero, pero siguiendo el orden alfabético según las primeras letras y se llamó “Léxico Hómerico”.

En 1605 Sebastián Cobarrubias, capellán y hombre de letras se puso a escribir el “Tesoro de la lengua castellana o española”. Le llevó más de cinco años y las palabras fueron colocadas en estricto orden alfabético. Claro que aún nos faltaría contemplar la amplia gama de diccionarios bilingües que se crearon durante la conquista de América.

En los primeros meses del año 2021 Cinthia María Hamli, especialista en Literatura Medieval de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de Argentina) explicó como por casualidad aparecieron dentro de otro incunable del año 1515, dos hojas sueltas que no pertenecían a ese libro. Ellas eran una lista de palabras en castellano dedicadas a Isabel la Católica, impreso entre los años 1492 y 1493. Se cree que su autor fue Alfonso de Palencia y tras una larga investigación se llegó a la conclusión que fue impreso en Sevilla, justo después de la toma de Granada. Luego de la fundación de la RAE (Real Academia Española) en 1713 se comenzó a trabajar en la elaboración de un diccionario de la lengua española cuya primera edición data del año 1870.

Así recordamos hoy de forma sucinta la historia del diccionario y la época donde hacer la tarea, encontrar la palabra correcta del crucigrama nos exigía el uso del querido “mata burro” como lo llamaban los adultos quienes aseveraban que estudiar era lo más importante.

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