Periodista de Tierra del Fuego.

En su agenda de potenciar la producción local y ampliar la matriz productiva, el Municipio de Río Grande ha llegado con novedades en lo que refiere a inversiones en la última semana. Este camino iniciado por el intendente Martín Pérez hace algo de 3 años, ha dejado ya en su haber cambios tangenciales en la infraestructura de la ciudad con obras en calles, acceso a servicios e instalaciones para la práctica del deporte y acceso a la salud. Ahora Pérez, ha puesto sus miras en un desafío resurgido en la pospandemia: la soberanía alimentaria. ¿Qué es este concepto? ¿Por qué es tan importante ahora?.

Los anuncios del intendente Martín Pérez junto al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación y el Banco Interamericano de Desarrollo derivan de un proyecto que busca fortalecer la capacidad productiva local de alimentos en la ciudad. Así, a través de la instalación de una planta modular, se producirá alimento balanceado, pensado para brindar insumos al sector agropecuario local. Junto a esa iniciativa, que buscará reducir costos logísticos, aparece también la Unidad Plantinera Tecnificada, que triplicará la producción de plantines municipales.

Estos anuncios, junto al BID y el Gobierno Nacional, vienen a afianzar otra propuesta que el Municipio de Río Grande ha puesto en marcha a través de un Convenio de Cooperación con la Misión Salesiana, buscando recuperar y poner en valor la planta de faena avícola que llevaba cerrada 8 años.

¿Por qué estos anuncios son importantes? ¿Qué tiene que ver la soberanía alimentaria con todo esto?

La Soberanía Alimentaria como concepto es relativamente moderno, comenzó a aplicarse en el marco de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 1996. En breves líneas, este concepto determina la necesidad de los pueblos de tener producciones de pequeña y mediana escala, evitando los modelos de agroextractivismo. Si adelantamos un poco más en el tiempo a inicios del 2020, la pandemia del COVID-19 nos enseñó lo endebles que podían ser nuestras cadenas productivas y logísticas, generando desabastecimiento en los territorios más remotos.

Río Grande, con una anunciada planta productora de alimento animal y la reapertura de la producción avícola, viene a aplicar esas enseñanzas que dejó la pandemia: producción de escala local para el abastecimiento propio. Si a ello le sumamos la característica de mano de obra intensiva de la industria alimenticia, el Municipio mata “dos pájaros de un tiro”: genera nuevos puestos de trabajo y brinda a sus vecinos y vecinas, acceso a nuevos productos de producción local a costos menores y sin depender de la logística para entrar a la isla.

En algún punto, podríamos decir que el intendente Pérez aprovechó las ventajas comparativas de la ciudad norteña con respecto a Tolhuin y Ushuaia, abriendo este camino de diversificar su industrialización al entrar en el sector alimentos. Río Grande cuenta con grandes extensiones de espacio para la instalación de nuevos proyectos productivos, una capacidad energética latente que le permite sumar nueva maquinaria al tendido y, por sobre todas las cosas, recursos humanos con experiencia en el trabajo gracias a la Misión Salesiana. Reabrir la producción avícola en la ciudad presenta solo aspectos positivos, contando a su vez con un proyecto en simultáneo para generar el alimento de aves, en este caso, pero también darle la facilidad a productores porcinos, ovinos y bovinos.

Si hacemos memoria, ya el Municipio bajo la gestión de Pérez había incursionado en la producción porcina, reforzando ahora este camino hacia la soberanía alimentaria con la reapertura de la Misión Salesiana y los proyectos que impulsa junto al BID y la Nación.

En un contexto complejo como el que atraviesa nuestro país y nuestra provincia, el intendente riograndense entiende que la prioridad es que no falte alimento en la mesa de sus conciudadanos y conciudadanas. La mejor manera de lograrlo es proponiendo y gestionando en pos de desarrollar una industria alimenticia que había sido olvidada. Así, se asegura alimentos de calidad producidos localmente para las vecinas y vecinos, generando trabajo y motorización del consumo local. Un círculo virtuoso económico de manual.

Este inicio vale destacar, no es en montos o volúmenes menores. La crianza avícola reactivará la Misión luego de 8 largos años sin operaciones con 1.500 aves, que irá aumentando con el correr del tiempo. La inversión del BID tampoco es poca cosa: serán 650.000 dólares los destinados a la construcción de una Planta Modular de Alimento Balanceado Local, que abastecerá no solo a los productores ya establecidos, sino que abrirá la viabilidad para nuevos emprendimientos, reduciendo hasta en un 50% el precio del alimento para los productores porcinos.

De la mano del BID no serán solo las producciones de carnes las beneficiadas: la Unidad Plantinera Tecnificada, el invernadero en criollo, triplicará su producción llegando a los 3.600.000 de plantines por año, facilitando a su vez la producción local de hortalizas.

Río Grande, en este camino iniciado hace tres años con la gestión de Martín Pérez, sigue buscando alternativas para desarrollar su economía, poniendo como prioridad la generación de trabajo y el acceso a los alimentos para sus vecinos y vecinas. Las obras en Río Grande, no son solo de infraestructura, son de trabajo y crecimiento.

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