Periodista de Tierra del Fuego.

En política existen las figuras divisivas y controversiales, así como las conciliadoras que tienden a ser el punto de unión. Con sus más y sus menos, cada tipo de político cumple una función en el panorama general: ya sea marcar un límite entre lo que debe ser y lo que no, o en momentos complejos bregar por el bien común por encima de las diferencias o mezquindades.

Martín Pérez, intendente de Río Grande, tomó la posta durante el acto de aniversario de la ciudad con ese mismo objetivo que mencionábamos: dejar atrás la divergencia de ideas en pos de aunar proyectos y encarar los difíciles desafíos que enfrentan la ciudad y la provincia. Pérez podría haber aprovechado el acto para hacer una recapitulación de sus logros en los primeros tres años de gestión y destacar las numerosas obras en las calles o apuntalar en la agenda mediática alguna temática política de la que pudiese sacar beneficio. No obstante, en vez de tomar “las armas” de la política, extendió una rama de olivos, contando con la presencia del gobernador y ex-intendente Gustavo Melella, legisladores municipales, provinciales y nacionales.

La unidad, ese concepto tan abstracto pero a la vez tan fácil de identificar, no es inalcanzable: solamente se requiere un primer paso, alguien que decida “ceder” para agrupar bajo un estandarte al arco político. Ceder en este caso no es presentar una bandera blanca, ni rendirse ni claudicar en las convicciones, es entender que para lograr avances significativos como sociedad se requieren consensos.

En esta reconciliación de adversarios o rivales políticos, Pérez también tomó su discurso como base para hablar de otra relación que debe enmendarse en la ciudad: la de la Río Grande del pasado y la del futuro. Así, recordó a las y los antiguos pobladores, que con un clima adverso y pocas facilidades, erigieron los cimientos de la ciudad que hoy vecinos y vecinas habitan. Actualmente, con una ciudad que asemeja en infraestructura a otras del resto del país, a veces cuesta rememorar este pasado donde el clima tenía más impacto en nuestras vidas y algunas de las cosas que eran “normales” en el norte eran un lujo para el que elegía habitar en Tierra del Fuego.

Siguiendo esta lógica de pensar una ciudad que integre todos sus aspectos, llegan obras que materializan el deseo del joven intendente. La ampliación del Muro Costanero no solo es una puesta en valor, es una señal de hacia dónde se imagina el crecimiento de la ciudad. Esta Río Grande que creció de espaldas al mar, casi disociada de su propio origen, tendrá ahora la oportunidad de presentar su mejor cara con la vista puesta hacia su este, hacia sus islas hermanas en Malvinas, en un giro casi poético abrazando el monumento a los Héroes de Malvinas.

La mención de esta obra por sobre otras no es casual: en definitiva es una metáfora que Pérez exhibe sobre como la política fueguina debe reconciliarse con su propio pasado y presente, si es que quiere buscar soluciones a futuro que incluyan a todos y todas. El contexto actual es complejo y, en cierto punto, fuera del control de nuestras y nuestros dirigentes. Si las escaramuzas políticas continúan, el que termina pagando los platos rotos es el ciudadano. Para pensar una Río Grande “para toda la vida”, como le gusta remarcar al intendente, es necesario un trabajo articulado de todos los niveles donde el color político no sea un determinante.

El escenario político de Río Grande, difiere por lejos del de su hermana Ushuaia, no sólo por los contextos que atraviesan, sino por los propios procesos de gestión en los que han estado involucradas. Se podría decir que los tipos de liderazgos preferidos en la ciudad norteña son más del tipo conciliador y la continuidad de mandato a mandato permite la continuación de políticas públicas.

En otro tramo de su discurso, Pérez recordó su reunión de transición con el hoy gobernador Gustavo Melella. La misma quedó marcada por un gesto que parece obvio y lógico, pero que es raro en esta Argentina dividida en la que vivimos. Según relato el mandatario, desde la gestión de FORJA le dejaron una carpeta, la cual contenía un listado de las políticas en ejecución, así como de los objetivos fijados 8 años atrás por Melella. Así también, tenía marcados cuáles se habían logrado y cuáles no. Esto, que hasta puede parecer tonto o un detalle menor, habla de una madurez política en ambos espacios, que si bien no siempre han visto el panorama de la misma forma, entienden que poseen un objetivo común de ofrecerle su mejor esfuerzo a las y los riograndenses.

Así, el Estado ha redoblado los esfuerzos en ampliar y sostener un despliegue pocas veces visto en toda la ciudad, ya sea atendiendo las necesidades de salud, educación o deporte. Proyectos como la remodelación de Mamá Margarita viene a potenciar una idea que arrancó allá lejos y en el tiempo con Jorge Colazo; el Centro Municipal de las Infancias, un dispositivo modelo en la región, es un desarrollo de la iniciativa que inició Melella de tomar un enfoque más municipal sobre la salud. Estas 70 obras que Río Grande tiene en distintas etapas responden a continuar las buenas ideas previas, así como sumar nuevas iniciativas. La política, en un mundo ideal, debería no tener mezquindades de destruir lo realizado por el adversario o contrincante, sino entender que la conjunción de proyectos y miradas sobre la realidad es lo que enriquece y nutre el proceso de desarrollo de un territorio.

Pérez, desmarcándose un poco de la lógica política convencional, direccionó su discurso hacia una alocución que invita a la reflexión. Puede que quizás haya sido una coincidencia o mera casualidad, pero el foco del intendente parece ser darle a entender a sus colegas que el tiempo de peleas y discusiones fútiles es algo del pasado; para pensar una Río Grande y una Tierra del Fuego hacia el futuro y “para toda la vida” se precisa de voluntad política. Ahora, con la rama de olivos extendida, es el resto de la dirigencia la que deberá tomar una decisión: trabajar con la mirada puesta al futuro o seguir en las trifulcas del pasado.

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