Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

“Y para estar totalmente, completa y absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor” Mario Benedetti (1920, Paso de los Toros, Uruguay, 2009, Montevideo, Uruguay) “Gracias por el fuego” (1965).

Ese mismo amor que nos inspira Mario Benedetti, esa tierna conexión, que nos une cual cable a tierra a su literatura comprometida, delicada, pero fuerte y constante a la vez.

“Gracias por el fuego” carga con una historia interna y externa sólida, vigorosa. Por un lado toda una generación empujó al cambio, aquello que representa lo soñado, ese mismo que queda a veces lejano a las palabras corrupción y zona de confort. Pero como los bordes se delimitan con las medianeras, ellas muestran una gran pintada con la palabra prohibición después del golpe de estado del año 1973 en Uruguay. Así se trenzan en una lucha feroz el idealismo y el realismo encarnado en Ramón Boudiño, quien se detiene a revisar su vida, sus contradicciones, aciertos y errores. Claro que nada es tan absoluto (la protección de su padre Edmundo Boudiño), lo relativo (sus principios). Lo importante es pensar y repensar sin dejar que gane la batalla la impotencia individual y colectiva; lo valiente a esta altura es la denuncia y de ello se trata la historia.

Ramón sabe de los negociados de su padre Edmundo, ellos le aportaban dinero, pero su conciencia no lo dejaba en paz, se refutaba constantemente. Aunque Edmundo ama a su hijo profundamente pero, también lo va envolviendo en la inmoralidad de su entorno. Él es un empresario de los medios, rico, poderoso, influyente, un animal político. Tal vez lo mejor para Ramón, sea que su padre muera. Él no ha sido el hijo feliz de un personaje poderoso y conocido. Su alteración mental aconteció de manera constante, crónica.

Sin embargo el momento decisivo de acabar con la vida de Edmundo se concretará y ahí la historia cambia.

Muchas veces los finales deparan muertes de variada índole. Ramón le decía a su padre:”… ¿Sabes una cosa? Creo que te quiero bastante más de lo que creía. Y eso ¿modifica tus planes? -No. Simplemente los hace más difíciles.”

Así Ramón pateaba frustraciones para adelante lo cual tampoco le otorgará soluciones ni a corto, ni a largo plazo. En tal caso, ese muchacho pone por delante sus opiniones, pensamientos y perspectivas.

“Gracias por el fuego” es fundamentalmente una historia de acciones fallidas, que conducen al fracaso.

“Me sentí como destinatario universal de ese rechazo; me sentí asquerosamente solo”. (Mario Benedetti, “Gracias por el fuego”).

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