Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Álvaro Mutis había nacido en Bogotá (Colombia) en el año 1923, esta capital era para muchos (entre ellos Gabriel García Márquez) el santuario del café, la reunión, la poesía y el billar. Así estos lugares y actividades obligadas producían lo que serían posteriormente glorias de las artes como la literatura y la pintura de Colombia.

El primer poema publicado de Álvaro Mutis se llamó “El miedo”. Ese inicio gestado en un café bogotano bosquejaba una carrera multipremiada a través del mundo.

“La última escala de Tramp Steamer” (1989) cuenta una historia de desencuentros y desesperanza, se abre con una narración dentro de otra. El capitán vasco Jon Iturri le cuenta al propio Mutis la travesía de ese barco oscuro y maltrecho desde Helsinki a Costa Rica. A su vez la escena también es dominada por otro narrador que actúa como un verdadero hilo conductor de las historias. Los personajes logran encontrarse gracias al destartalado Tramp Steamer al que define como un “…vagabundo despojo del mar…” Esa es la mirada inicial de este transporte de carga que acarrea mucho mas que mercaderías, lleva consigo demasiado tiempo, secretos, actos heroicos y la añoranza de la felicidad perdida. Ocho capítulos habitan esta novela, el narrador se adueña de los tres primeros, luego Iturri tomará la posta.

Quizás su gran creación sea Maqroll “El Gaviero”, ese viejo marino andante cuenta en qué estado se encuentra la condición de su espíritu y los caminos que le tocarán recorrer.

El Gaviero tuvo su época lírica y su novela también en “Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero”. El palo mayor era su lugar de trabajo, pero también su refugio dentro del barco (he aquí la denominación de Gaviero, el cual deriva de la gavia en una embarcación, la vela que se coloca en el mástil mayor).

Conocíamos su alma, sus anhelos, sin embargo su rostro era un verdadero enigma.

En un dilatado camino de siete libros, la saga deja estirar las piernas a Maqroll por desiertos, selva, mares y montañas. Algunos de sus proyectos parecen posibles, otros en cambio son francamente irracionales y absurdos.

Así la soledad, el vacío y el desasosiego pesaban ya demasiado sobre la espalda del experimentado contrabandista. El mundo no parecía un lugar posible, la destrucción sí.

Maqroll decía con convicción única:” Siempre me ha sucedido lo mismo: las empresas en las que me lanzo tienen el estigma de lo indeterminado, la maldición de una artera mudanza”. Lo más cercano a la descripción de “empresas inútiles”.

A pesar de la desilusión de sus personajes, Mutis empleó la palabra con el fin de vehiculizar la narrativa. Ese motor literario lo acercaba a mostrar certezas. La franqueza más dura decía por su boca “que ya nadie parece escuchar a nadie”.

Alguna vez Álvaro Mutis dijo:”… Soy un escéptico resignado. Pero en ese escepticismo cabe algunas veces la felicidad.”

Un gran consuelo.

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