Profesional de enseñanza primaria. Docente en contextos de encierro. Representante docente JCyD. Directora jubilada.

Pearl Buck (1892- 1973) nació en Estados Unidos, sin embargo pasó gran parte de su vida en China ya que sus padres eran misioneros presbiterianos. Fue la feliz acreedora del Premio Nobel de Literatura en el año 1938. Su primera novela fue publicada en 1930 y se llamó “Viento del este, viento del oeste”, en ella Kwei- Lan cuenta como la mayoría de las mujeres de su época se resignan a la voluntad y decisión de sus padres. Así atraviesa varios estados de ánimo, la nostalgia la envuelve al ver como parte de su vida y las tradiciones que reinaban en su hogar la llevan al casamiento. Abandona una jaula, pero se abre la puerta de otra. A pesar de ello ve con asombro y algo de temor las costumbres liberales de su esposo. Quizás los dioses lleguen con su castigo ejemplar a ella o tal vez en contrapartida logre comprender lo absurdo de algunas prácticas. 

Este libro nos permite viajar y no hay mejor forma de comprender el por qué de las acciones de algunas culturas que nos resultan lejanas en tiempo y espacio. 

Cuando la protagonista observa sus pies deformes, esos mismos que han sido sometidos a la “ceremonia del vendado” con el fin de empequeñecerlos y que sean estéticamente más femeninos y seductores dice: “Incliné la cabeza para ocultar las lágrimas. Pensé en las numerosas noches de insomnio, en los días en que la intensidad del dolor me impedía comer y jugar, en las horas pasadas, sentada al borde de la cama, moviendo los pies para aligerarlos del peso de la sangre ¿Y ahora…”  (“Viento del este, viento del oeste” de Pearl S. Buck).

Así aprendemos a través de la mirada de Buck que la tradición de “los pies de loto” se trata de una práctica en la que no solo se vendan los pies; sino que además se fracturaban. Los historiadores nos llevan a la época del mandato del emperador Li Yu, quien solicitó a una de sus concubinas atar con seda blanca sus pies, así ellos llegarían a lograr la forma de una luna creciente. De este modo en las cortes imperiales se popularizó el vendaje de pies.

Pero quizás “La buena tierra” (1931) fue el libro que le otorgó popularidad a la temática de Buck. Posteriormente fue galardonada con el Premio Pulitzer. Esta trilogía se completa con “Hijos” (1932) y “Una casa dividida” (1935).

“La buena tierra” está ambientada en la China de fines del Siglo XIX, principios del Siglo XX, relata la vida rural de Wang Lung y el camino que realiza desde la humildad de su trabajo en sus propias tierras hasta llegar a convertirse en un verdadero hombre de negocios. Él nunca olvidará que ese suelo es su origen, pero también su futuro y el de su familia.

Wang Lung decía:” De la tierra salimos y a la tierra hemos de volver. Y si sabéis conservar vuestra tierra podréis vivir… porque nadie podrá robaros la tierra”.

La vida sacrificada, la importancia de las tradiciones, el cuidado y la protección de los mayores, el valor de lo heredado, la construcción de una familia propia que se debe ajustar y acoplar al clan del esposo, la resignación, la perdida de la libertad, el cambio de una esposa por otra más joven, la llegada de los hijos, la desgracia de llegar a este mundo siendo mujer, el valor intrínseco del hijo varón ansiado, ese que pondrá sus brazos prontamente a trabajar junto a su padre, los vicios, potestad exclusiva de los hombres de todas las edades, la falsa idealización, el poder del dinero y las influencias. Cuando terminé de leerlo no pude evitar acordarme de “Sorgo Rojo” de Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012.

Pearl Buck logró conocer y hacer conocer el pulso de la sociedad asiática en el mundo, abrió una ventana a un universo diverso e incierto, amenazante y complejo, pero especialmente desigual.

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