Periodista de Tierra del Fuego.

Cuando uno imagina las postales que identifican a Ushuaia y Tierra del Fuego en cualquier lugar del mundo, nuestra mente suele dirigirse hacia conceptos como la naturaleza, la historia de sus inicios y esas despampanantes vistas de un lugar que parece impoluto ante la abrasadora mano del hombre moderno. El Tren del Fin del Mundo reúne parte de la historia fundacional de Ushuaia y su mítico presidio, con la naturaleza de la entrada al Parque Nacional en tan sólo siete kilómetros de recorrido.

El recorrido es el mismo que realizaban los presos, ese arduo camino a buscar leña para sobrevivir al crudo invierno fueguino, pero hoy el Tren del Fin del Mundo cuenta, claramente, con las comodidades de un servicio de primera línea a nivel mundial. Al mejor estilo de museo europeo, el ticket se saca desde casa y la famosa “guiada” ahora es un dispositivo de audio con 7 idiomas disponibles. En sus tres estaciones, el paisaje va mutando desde el centro de atención y espacio gastronómico hasta el hermoso mirador de la estación Macarena, cerrando en el Parque Nacional.

Hemos dedicado varias líneas, casi a modo de reconciliación entre el privado y la comunidad, de distintos emprendimientos que subyacen en nuestra provincia. El objetivo, un poco difuso al principio, no es otro que remarcar la importancia de la actividad privada y resaltar quizás, a los “buenos” modelos de negocios, que generan empleo y mueven la economía fueguina.

El caso del Tren del Fin del Mundo quizás sea un tanto particular comparado con otros: si bien ha cambiado de manos hace relativamente poco, la empresa nunca ha dejado de ser de capitales locales, muy a pesar de los inversionistas extranjeros que buscaban hacerse con el “Trencito”. La historia arranca con Quique Díaz, que allá por 1994 inaugura el recorrido luego de una larga reconstrucción de la línea férrea y la fabricación de cero de los coches y vagones. El tren que recorrió la ciudad de Ushuaia durante la primera mitad del Siglo XX había caído en el olvido.

Pasaron los años, el emprendimiento creció a paso agigantados pero llegó un nuevo desafío, el cambio de accionistas. Quique estaba buscando vender y aunque pesaban algunas ofertas del exterior, decidió apostar con otros fueguinos para seguir con el legado del Tren. Seguramente escuchamos hablar de Brisighelli, los Preto o Fernandez Alzogaray (Livio para los amigos). Tres familias que tienen distintos emprendimientos en la isla y decidieron apostar en mantener la llama del Trencito del Fin del Mundo viva y fueguina. Hoy, esa llama, de reconocimiento internacional y que movilizó 150.000 pasajeros al año antes de la pandemia, no representa solamente un modelo de negocios exitoso, sino 55 empleados estables con 20 temporales en los meses fuertes de la temporada vacacional.

Vuelvo a enfatizar lo mismo de los artículos pasados: la importancia del funcionamiento correcto de los emprendimientos privados es primordial a la hora de pensar el entramado de una sociedad y su economía, más aún cuando son servicios que se integran a circuito productivo. Para poner claro sobre oscuro: que el Tren del Fin del Mundo funcione bien genera trabajo y a su vez abre la oportunidad a otras empresas, sean de transporte, catering u otros servicios turísticos, de crecer e integrarse a ese esquema de 150.000 personas por año que hacen el mismo recorrido que los presos, hoy no por necesidad, sino por placer. Son dólares que entran al país, son impuestos que entran a la provincia y el municipio y al final del día, son familias que subsisten mostrando el patrimonio histórico de nuestra ciudad y la belleza que nos rodea en el día a día.

Hoy, con una mirada esperanzadora puesta en lo que será la temporada 2021/22, creo que valoramos la labor del sector turístico un poco más que antes. Si algo nos dejó de enseñanza la pandemia, es que Ushuaia vive y prospera cuando gente de todos los rincones del planeta puede visitarla. Es un rubro de constante reinversión, donde si bien hay ganancia, buena parte de lo que “entra” se queda en el emprendimiento. Sea el caso del tren con acciones de marketing, el mantenimiento y mejoramiento de las vías, las locomotoras y vagones, o los reacondicionamientos que hacen hoteles, los vehículos que cambian los abocados al traslado de pasajeros, las cámaras de los fotógrafos y así mil cosas más. Ese dinero circula y genera nuevas oportunidades para la construcción, el sector de venta de alimentos, las gomerías, etc. El punto es el mismo que en pasadas ediciones de esta serie de editoriales, debemos pensar a las empresas fueguinas como un punto de apoyo para el desarrollo de la sociedad, no como un detrimento para el bienestar del pueblo.

La historia del Tren del Fin del Mundo inicia como un medio para un fin: combustible para calefacción, con el aliciente de contar con la mano de obra de algunos de los hombres más peligrosos del país entre sus filas. Hoy, es más sobre el viaje que el destino, este no es un recorrido sólo por la historia que creó a la ciudad como la conocemos actualmente, es la travesía de estos fueguinos que confiaron en que se podían hacer las cosas bien. En su andar, exhiben a los turistas un pequeño pasaje de nuestra identidad de la mejor forma posible, volviéndose un símbolo replicado en miles de postales e imágenes, de humo blanco que se difumina con la nieve.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here