Periodista de Tierra del Fuego.

Los partidos políticos argentinos, y fueguinos, parece operar en lógicas contrapuestas, no sólo a la hora de presentar propuestas, sino en el método organizativo que escogen como predilecto. Este gradiente de contrastes se vuelve aún más claro cuando pensamos en las dos fuerzas principales: Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Mientras el primero optó por las reconciliaciones y la “unidad” como directriz para las PASO; Juntos por el Cambio pensó su estrategia de forma más internista. Ahora, con voces de discordia en los entretelones, parece que el “pacto de no-agresión” duró menos que un suspiro. Si lo permitieron ¿por qué los radicales no apoyan a un extrapartidario?.

Hay muchas variables en juego y, lo que alguna vez pareció una alianza para hacerse con una banca, hoy empieza a resquebrajarse al menos hacia dentro. No es extraño para nadie que la candidatura de Ricardo Garramuño tuviese un vínculo directo con el radical Pablo Blanco, candidato a vicegobernador en la fórmula de su padre y aliado político del difunto ex-intendente. El análisis de Blanco para tomar la decisión, aunque certero hacia afuera, rompe en algún punto la estructura partidaria existente al optar por una figura que no siempre ha sido vista como opositora y no tiene cohesión en las filas de la militancia. Tanto es así, que observamos 5 listas dentro de Juntos por el Cambio, algo que no se replica en los principales distritos del país.

Si bien hay un sector dentro de JxC que entiende que sumar voluntades en esta batalla por el segundo asiento de la Cámara de Diputados no permite elegir, el ala más dura siente que podrían verse no tan bien representados en una figura que interpretan no es realmente opositora. Suena extraño también que un frente con partidos históricos y nuevos no cuente con los nombres necesarios para enfrentar un comicio, teniendo que recurrir a la “tercerización” del cargo. Quizá el más vocal ante esta maniobra es Héctor “Tito” Stefani, pero varias voces que militan la candidatura de Fernando Gliubich han dado a entender indirectamente que los intereses del frente y los vecinos que depositan su confianza en él, no estarían del todo representados en Garramuño.

¿De dónde surge este principal reclamo? De la postura del concejal mopofista ante la gestión del intendente de Ushuaia, Walter Vuoto. El núcleo duro de Juntos por el Cambio entiende que Garramuño se mostró opositor, y hasta conflictivo, de cara el público pero a la hora de votar nunca fue una verdadera “rueda en el palo” para la gestión del intendente capitalino. De ejemplo aparecen presupuestos, toma de deuda y ordenanzas claves donde el elegido por el MPF levantó la mano sin mayores dificultades.

En algún punto, eso es lo que más debilita su condición de opositor ante, valga la redundancia, la oposición. Juntos por el Cambio presenta un abanico de propuestas que van desde lo que comúnmente llamamos ideología de centro hacia la centro-derecha. Los hay más liberales, más conservadores, más deficitarios (en el sentido de impulsar el gasto público) y los hay más fundamentalistas del equilibro fiscal. La constante que se mantiene es una: se oponen a lo que representa el mal llamado Kirchnerismo, hoy bajo el estandarte sobre Frente de Todos. No intento hacer juicio de valores, diciendo si esta bien o mal, simplemente que la condición que los establece como aliados es la percepción del rival más que la de identidad propia: se identifican como un reflejo, de ahí el contraste que hablábamos antes, del actual oficialismo. En ese esquema de identidad, la base no reconoce a Ricardo Garramuño como tal y si percibe esa imagen del actual diputado Stefani o el candidato Gliubich.

Ahora, previo al proceso de internas de las PASO, el problema no es muy grave: cada uno vota al que más lo convence. El problema viene con el ganador. Si se diese la teoría de las últimas encuestas que he visto, siempre entendiendo que las encuestas y la provincia no suelen llevarse del todo bien, Garramuño sería el representante de Juntos por el Cambio. Con el contexto antes mencionado, de cierto resquemor interno ante su candidatura, el trabajo de militancia para conseguir el voto será realmente cuesta arriba: ¿van a salir a defender su plataforma los que no lo ven como un propio?. Si Garramuño cae en la categoría de paloma, que suele tender al diálogo y el acuerdo, ¿los halcones votarán a este verticalismo partidario u optarán por un candidato más cercano en posición, como podría ser Liliana Fadul?.

No obstante de mis elucubraciones o mis truncos intentos de hacer futurología, creo que queda clara una cosa: el que sale ganando es el Frente de Todos. La pelea de Juntos por el Cambio impide presentarse como un frente unido, con plataformas similares y una lógica representativa opositora, que abarque a los fueguinos y fueguinas descontentos con la gestión nacional actual. Este choque deja campo sin sembrar y voluntades que quedan pululando para que otros partidos sienten bases.

Será a partir del 12 de septiembre, ya con candidato oficial por parte de JxC que veremos como se alinean las piezas del tablero y si fue realmente necesario este análisis. Quizás los halcones se terminan comiendo a las palomas y todo esto no fue más que un ejercicio intelectual, propio de una tarde gris a mitad de semana sin novedades políticas. Quizás es Stefani quién se pondrá la camiseta de opositor o Gliubich con el apoyo del sector rural, saliendo a competir por ese tan codiciado segundo lugar. O tal vez, el sumar voluntades externas es lo que termina fracturando al frente, dándole una responsabilidad que para muchos “no se ha ganado” a un extrapartidario.

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