El Indec publicó los datos sobre la pobreza y la indigencia para el segundo semestre del 2020. Nuevamente la cifra es adversa, como lo viene siendo de forma continuada desde el primer semestre de 2018.
El 42% de las y los argentinos es pobre y el 10,5% está por debajo de la línea de indigencia. La relación entre personas en la indigencia y pobreza, además, viene creciendo. Pasamos de tener en los últimos años, 1 de cada 5 indigentes por cada pobre a 1 de cada 4. Es decir, el 25% de los pobres se encuentran actualmente por debajo de la línea de indigencia.
La situación, por donde se lo mire, es de gravedad mayúscula. Lo que genera mayor preocupación no solo es el dato estático del último semestre, sino el derrotero que viene atravesando la economía argentina en los últimos 3 años, el cual parece no tener solución.
Por supuesto que la pandemia ha hecho estragos en el entramado productivo y los niveles de actividad, sin embargo, algunos datos esperanzadores respecto al repunte de la economía en el segundo semestre del año pasado dieron indicios de que la situación podría llegar a revertirse levemente o, aunque sea, a no profundizarse.
El crecimiento mensual de la economía, con respecto al mes previo, a partir de mayo del año pasado y, en consecuencia, la desaceleración de la caída interanual en diciembre 2020, no alcanzaron para detener el fenómeno del crecimiento de la pobreza. Tampoco lo hizo el interesante saldo positivo en la cuenta corriente, el cual arrojó un superávit de 12.528 millones de dólares.
Por otro lado, es más que sabido que las herramientas que puso a disposición el Gobierno Nacional (ATP e IFE, por ejemplo) para paliar la crisis fueron efectivas y evitaron una profundización mayor de estos flagelos. Sin embargo, faltaron regulaciones en materia inflacionaria.
Como vengo mencionando, la inflación ha sido durante estos últimos años, el gran enemigo del poder adquisitivo de los argentinos. La razón es muy simple. Mientras que, en periodos pasados, la carrera entre salarios y precios podía ser ganada por los sueldos (no sin previa discusión sobre la veracidad de los datos), la constante desde finales de 2017 es una perdida sostenida de los ingresos de las personas trabajadoras frente a la inflación.
Párrafo aparte merece el crecimiento de los precios de los alimentos y de la canasta básica. La canasta básica alimentaria tuvo un incremento del 45,5% y la canasta básica total un 39,1% durante 2020. Ambos sensiblemente por encima del nivel general de inflación, ubicado en un 36,1%. Es decir, los bienes y servicios esenciales para una vida digna están aumentando su precio por encima del promedio, haciendo así, más dificultoso escaparle a la pobreza.
Por otro lado, y retomando lo previamente comentado, si los salarios pierden contra la inflación, pero en mayor medida contra la canasta alimentaria y total, año tras año, es claro que la masa de personas que se encuentren en la línea de pobreza será mayor. En este aspecto, el monitor de salarios del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional muestra que, durante 2020, los sueldos de los trabajadores registrados cayeron un 3,4% en relación a la inflación, un 5,5% respecto a la canasta básica total y un 10,1% respecto a la canasta básica alimentaria.
Entonces, estos números alarmantes pueden ser explicados por dos cuestiones, la primera vinculada a la caída de la actividad económica general que margina a miles de familias y la segunda, la cuestión distributiva.
Con respecto a la actividad económica está claro que la pandemia hace lo suyo y condiciona en sobremanera el repunte de la misma. Es todo un desafío lograr una recuperación que devuelva la producción a niveles pre pandemia, sobretodo con la segunda ola en ciernes.
Sin embargo, se puede hacer mucho en lo vinculado a distribución del ingreso. Un plan de contención integral de precios (especialmente a bienes alimentarios) es necesario para que el salario deje de diluirse mes a mes. Está a la vista que en esta materia el Gobierno Nacional no ha tenido medidas certeras y contundentes. Sin una recuperación salarial será difícil lograr que la pobreza disminuya, y si esto no sucede, ¿Qué sentido tiene que la economía mejore en los demás aspectos?