Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN). Fueguino

Durante los últimos dos meses la preocupación respecto al COVID-19 ha ido en crecimiento en todo el mundo hasta poner en estado de alarma total a países desarrollados y periféricos por igual, incluso estando a miles de kilómetros del foco inicial en China.

Haciendo la salvedad de que la primera preocupación de todo gobierno en crisis como esta debe ser la cuestión sanitaria, es destacable el daño económico a escala global que está generando esta pandemia.

Un buen ejercicio para proyectar en alguna medida lo que puede llegar a pasar en nuestra economía y la del mundo en general es observar cuales fueron los efectos en el lugar de origen, China. La Oficina Nacional de Estadísticas de dicho país señaló que cayeron tres indicadores que bien podrían ser considerados como el pulso de una economía: la producción industrial, las ventas al por menor y la inversión en activos fijos. Los mismos cayeron en 13,5%, 20,5% y 24,5% respectivamente. Una caída más que importante si tenemos en cuenta que China es un país acostumbrado a crecer a tasas muy por encima de la media mundial en las últimas décadas.

Por otro lado, este parate en la economía del país milenario trae aparejado un importante efecto derrame en el resto de las economías del globo. La producción de bienes y servicios en el mundo está organizada por lo que se llama “Cadenas globales de valor”, es decir, complejos entramados productivos donde las tareas de diseño, producción, venta y post venta no necesariamente se llevan adelante en un mismo lugar. Con respecto a las tareas de producción, sabemos bien que China actúa como fabrica del mundo, incluso proveyendo insumos intermedios para que en el resto de los países se finalice la etapa productiva mediante ensamble. La situación vivida frenó y atrasó buena parte del funcionamiento de las cadenas globales de valor, sumando un problema más al ya preexistente coronavirus.

Si bien China ya comienza a mostrar signos de recuperación en cuanto a la normalización de la vida en general y también respecto a lo productivo, esta caída en el sistema puede generar complicaciones en los países que tienen relaciones comerciales con China (todos).

Por otro lado, resta analizar la demanda. Habiendo establecido que el aparato productivo global quedó en jaque (con algunos beneficios ambientales, no está mal aclarar) por el Coronavirus, así también se vio afectado el consumo. La merma en el país chino y en general en el mundo, por múltiples motivos, siendo uno de ellos la necesidad de establecer que la gente se quede en su casa, ha hecho que el precio de los bienes primarios caiga. Atención Latinoamérica. Ya se está observando una caída importante en los valores de las principales commodities, lo cual obviamente va a complicar la actividad de los países de la región. Las economías europeas y la de Estados Unidos no serán la excepción, teniendo esta ultima un plan agresivo para el sostenimiento de las condiciones de vida de su población a partir de la activación de la Ley de Defensa de la Producción para garantizar el abastecimiento a partir de mayores atribuciones al estado. En definitiva, la situación global para este año puede llegar a ser de recesión a escala mundial. 

En este marco, enfatizando nuevamente que la prioridad hoy (y siempre) no debe ser la economía sino la salud es importante remarcar los debates que se refuerzan a las vistas de lo que hoy nos sucede. Es evidente que tanto a nivel micro como macro, el capitalismo actual comienza a ser cuestionado con mayor vehemencia en el sentido de que tiene mecanismos de resistencia demasiado endebles a la hora de prevenir situaciones como la que vivimos, desde lo sanitario hasta lo productivo. Visiones más moderadas plantean que como mínimo no todas las áreas de la reproducción de la vida pueden estar en manos del mercado, caso salud. Es en este aspecto en donde los estados nacionales, deslegitimados en las últimas décadas por diversos motivos, tienen la tarea de reforzar su accionar, eficiencia y predisposición a la hora de ordenar y coordinar la vida en sociedad para atravesar de manera exitosa esta crisis. Está más que claro que pandemias de este tipo nos muestran que el mundo puede ser un lugar peor pero también nos invitan a pensar que otra forma de organizar la vida puede ser posible, para nosotros, para las generaciones que vienen e incluso para la salud de nuestro planeta. 

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