Los conflictos sociales en Chile, las elecciones fallidas en Bolivia y posterior golpe de estado, los resultados electorales tanto en Uruguay y Argentina denotan que algo en la región no está funcionando y los ciudadanos quieren algún tipo de cambio. Influencias externas aparte, América del Sur atraviesa un período de cambio; ya no hay un consenso general en políticas como fue durante los inicios del siglo con la “Patria Grande” sino que vemos fluctuaciones entre representantes más progresistas y conservadores. Siempre, con una mecánica un tanto pendular: gobiernos progresistas seguidos por conservadores o viceversa. El problema, más que un círculo vicioso de mejoramiento de la economía y adoptar posturas más pro-mercado (como algunos analistas señalan) parece responder a una falla sistémica en las instituciones y representantes que lideran los destinos de los países comprendidos en la región.
Venezuela
Quizá el caso más simple y más complejo a la vez: mientras que institucionalmente sigue persistiendo la figura de Maduro como presidente reconocido para la mayoría de los estados, la oposición presentó a Guaidó como la máxima autoridad de la Asamblea Nacional de Venezuela y es reconocido por estados como Argentina, Brasil, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, USA, Francia, Guatemala, Perú, Paraguay y Reino Unido. La débil economía y continuas manifestaciones por un momento hicieron pender de un hilo a Maduro, que no parece tener el mismo arrastre de masas que Chávez ni el mismo apoyo de los países del Este. A pesar de esto, con el apoyo de las fuerzas armadas, Maduro retiene el cargo y el poder formal del país. Cabe destacar que las denuncias de corrupción dentro de la oposición debilitaron la figura de Guaidó, pero aún no se han visto repercusiones que lo llevasen a deslindarse del poder. Unos años más atrás en el tiempo, podemos hablar de la figura de Capriles, que peleó muy de cerca las elecciones de 2012 con Chávez y 2013 con Maduro, pero ahora ha dado un paso al costado como representante de la oposición venezolana.
Chile
En Chile la situación es fluida y todavía resta ver como las medidas aplicadas por el presidente Piñera impactan en la sociedad. No obstante de haberse generado algunas escisiones dentro de los manifestantes con los acuerdos propuestos por el oficialismo, la situación sigue tensa y la nueva agenda de seguridad ( penaliza la interrupción de servicios públicos, el derecho de autodefensa ante las autoridades policiales, el corte del tránsito y la toma de edificios). Se suma a ello las numerosas denuncias de abuso de la autoridad y violación por parte de los carabineros.
El mandato de Piñera, en mi opinión, no corre riesgos: la oposición parlamentaria parece no tan dispuesta a ceder a las demandas de la Mesa de Unidad Social (el movimiento popular que ha tomado la posta como representantes de las manifestaciones). Parecer haber cierta cohesión entre los políticos chilenos sobre las medidas y la dirección que el país debe tomar. No obstante, Chile tendrá elecciones en 2021, para lo que no falta tanto y el recuerdo de las manifestaciones, si es que se resuelven las demandas, aún permanecerá fresco en la ciudadanía. No sería descabellado ver un giro hacia un gobierno más progresista y hasta quizá la inclusión de un outsider que no sea una de las figuras hegemónicas de la política chilena.
Brasil
Un poco más atrasado, o adelantado dependiendo de la perspectiva del lector, Brasil ya experimentó un cambio brusco luego de la destitución de Dilma Rousseff en 2016. Luego del gobierno de transición de Temer, eligió a un candidato que pocos esperaban en Bolsonaro. Con pocas promesas cumplidas, una crisis ambiental en el medio y una alianza con Estados Unidos que no ha dejado grandes réditos, Bolsonaro parece estar un poco entre las espada y la pared si la “economía no levanta”. Reaccionario y polémico, con el cambio de gobierno argentino, se puso en un aprieto mediático que lo podría forzarse a dejar el Mercosur atrás y perder la buena relación diplomática que tiene con uno de sus principales socios comerciales y vecino Argentina.
No olvidemos, como ya mencionamos en un artículo tiempo atrás, que desde su círculo más cercano parece haber cierto vínculo con el asesinato de Marielle Franco, la concejal de Río de Janeiro que fue muerta a disparos en 2018.
Ya casi en una nota de color, Jair Bolsonaro se cruzó con Leonardo DiCaprio, acusándolo de financiar organizaciones que incitaron incendios en el Amazonas; cuando los principales beneficiados con dichos incendios fueron compañías y socios suyos.
Bolivia
Después de un tumultoso octubre y noviembre donde se pasó de un nuevo mandato de Evo Morales a prácticamente amenazarlo desde el gobierno si vuelve al país, da la sensación que nuevas elecciones sin la figura más importante de la política boliviana podrían llevarse a cabo. Jeanine Áñez tomó el cargo luego de las renuncias masivas y se encuentra en el proceso de transición que lleve a un nuevo escrutinio en el país. El anterior, fue ratificado en el informe final de la OEA como “manipulación dolosa” en las elecciones. Ahora Áñez pasó una ley que impedirá a Morales presentarse, pero su partido el Movimiento al Socialismo no tendrá limitaciones. Para algunos Áñez hizo aplicar la constitución y desestimó el fallo de la justicia que permitía a Evo presentarse para respetar sus “derechos políticos”, mientras que otros la acusan de coartar la voluntad del pueblo. Evo por su parte, dijo que está dispuesto a volver en cualquier momento, desde su asilo político en México.
Uruguay
Con unas elecciones más que ajustadas, Lacalle Pou se proclamará presidente de Uruguay por el próximo período, propinándole una derrota al Frente Amplio, que llevaba 15 años en el poder. Uruguay, el último refugio progresista durante un giro conservador en sus vecinos Chile, Argentina y Brasil, tuvo dos mandatos intercalados de Tabaré Vázquez y uno de José “Pepe” Mujica. El Frente Amplio se va con grandes conquistas sociales como la legalización de la marihuana, el derecho sobre la interrupción del embarazo, el matrimonio igualitario, mejoras en los salarios, jubilaciones, reducción de la pobreza y un crecimiento sostenido del PIB. Entonces, ¿cómo pierden las elecciones? El crecimiento de la inseguridad y la violencia del narcotráfico, un impacto en el poder adquisitivo de la población con los aumentos en la energía y combustibles propio de las crisis en la región que aumentaron el déficit fiscal, desempleo y devaluaron la moneda, son algunas de las razones por las cuales la centro-derecha logró hacerse con la presidencia. La falta de nuevas políticas o un recambio le dio lugar a una coalición de la oposición, que supo tomar ventaja de los desaciertos del oficialismo en su plataforma de campaña.
Argentina
Quitando de lado los matices y opiniones personales, podemos decir que Argentina transita su período institucional más estable, con la primer presidencia democrática no peronista en completar su mandato desde la primera de Yrigoyen. Luego de la crisis de 2001 y el surgimiento de un nuevo tipo de peronismo que gobernó por 12 años, Mauricio Macri se presentó como una oposición compuesta de partidos históricos como el radicalismo y otros nuevos como el PRO. Con una grave cisis económica en 2018 y otra en 2019, devaluaciones masivas y un préstamo considerable del FMI en las espaldas, dejará el sillón de Rivadavia a Alberto Fernández, hombre del riñón de Néstor Kirchner, luego enfrentado políticamente con quién será su vicepresidenta, la figura política más importante del país, Cristina Fernández de Kirchner. Con un peronismo heterogéneo articulado por movimientos sociales, los peronistas federales, La Cámpora y el Massismo, tendrá la dura tarea de no sólo navegar la crisis económica a la que se enfrenta el país. Para Alberto Fernández el desafío es doble: por un lado deberá acordar con la oposición de Juntos por el Cambio para conseguir las leyes necesarias para su gobierno, pero no podrá descuidar demasiado a sus aliados: que esperan propuestas más radicales. Siendo un poco el que está en el medio, Alberto tendrá que encontrar un balance entre sus rivales políticos y aliados, sin caer en medidas que dejen a todos contentos, sino que resuelvan las problemáticas a las que se enfrenta la Nación.
Ahora Argentina parece aproximarse a un bipartidismo entre peronismo y un frente más de centro-derecha, con unas elecciones donde Macri sacó más votos de los que muchos se esperaban. Resta ver si la UCR y el PRO pueden mantenerse juntos para que este esquema sea duradero.
El mapa político sudamericano es de constante cambio y tiene una tendencia pendular: la región atraviesa períodos donde los conservadores son mayoría y otros donde los progresistas ejercen las presidencias. Esto, a mi criterio, responde más a una falta de soluciones sistémica de la política regional, los desgastes suelen verse reflejados por la inacción o falta de medidas de mediano y largo plazo, por lo que cuando las condiciones externas no son las mejores, los cimbronazos parecen más fuertes de lo que deberían ser. Aunque la región creció en los últimos diez años, parece que no ha habido un desarrollo que la haga despegar como en los casos asiáticos y africanos, donde las instituciones han cobrado mayor relevancia y los datos de calidad de vida y macroeconomía demuestran un salto de calidad cualitativo.
El 2020 será un año de desafíos para la región: Chile y Bolivia deberán encontrar soluciones reales a los conflictos sociales que atraviesan, Brasil y Argentina tendrán que decidir si el choque de ideas de sus gobiernos dejan al Mercosur en un limbo o encuentran puntos comunes para un desarrollo sustentable de los sectores industriales de ambos países. El acuerdo con la UE será en gran parte uno de los temas más complejos para ambos territorios. Mientras tanto Uruguay, un poco atrapado en el caso de sus vecinos, tendrá que reformular su esquema productivo, a fin de ofrecer chances de abandonar el estancamiento de su economía por los costos energéticos a los que se enfrenta. El panorama es de cambio, restar ver si el mismo será positivo.