En una votación abrumadora, el proyecto de acuerdo del gobierno británico fue rechazado por los parlamentarios. Con 230 votos de diferencia (432 por el no y 202 por el sí) la derrota entrará en los libros como la más grande de la historia.
El acuerdo ya había sido rechazado, y como en aquella ocasión, disparará un voto de confianza. Este voto es una forma de validar o no la presencia del partido gobernante o la búsqueda de una nueva alternativa en la oficina de Primer Ministro. Si la votación fuese en contra de May y ningún partido pudiese formar una coalición que lidere Inglaterra podría llamar a elecciones generales, las cuales no están previstas hasta 2022.
Brexit sigue siendo un dolor de cabeza desde su inicio en 2016. Sin una clara posición para un acuerdo el golpe de la salida podría debilitar la economía del Reino Unido a tal punto que le llevaría cerca de una década recuperarse.
La derrota, según explican los analistas, era clara y el gobierno de May la utilizó para disparar otras medidas. De ganar el voto de confianza (algo plausible), la Primer Ministro tendrá algunas opciones: por un lado podrá ir por una salida dura, es decir abandonar la Unión Europea sin ningún tipo de acuerdo. Por otro lado podrá pedir una extensión para concretar el “divorcio” entre Reino Unido y Europa, teniendo más herramientas y tiempo para una negociación que deje a ambas partes conformes. Por último, se podría llamar a un nuevo referendo. El mismo no sería inmediato (por lo que se requeriría una extensión) pero abre las puertas a una infinidad de opciones.
La primer ministro cuenta con buen capital político y el apoyo de su partido, por lo que una salida prematura del gobierno parece lejano. Lo cierto es que aprovechó lo que tenía a su disposición para poner la pelota del lado de la Unión Europea. En Bruselas saben que May, si es que obtiene el voto de confianza, irá a exigir nuevas condiciones más favorables para el Reino Unido, dando a entender que una negativa podría derivar en una salida sin acuerdo; la cual sería desastrosa para todos los involucrados.
La salida está pautada para el 29 de marzo, por lo que sea cual sea el plan deberá ser ejecutado rápido. La incertidumbre generada podría derivar en fuertes cimbronazos en los mercados financieros alrededor del mundo. En Bruselas el Consejo Europeo entiende que el Reino Unido no tiene claro que hacer, por su parte ellos manifestaron estar preparados para cualquier escenario, sea este con o sin acuerdo. Su presidente, Donald Tusk, dio a entender que los británicos podrían cancelar salida unilateralmente, pero que nadie tiene la cintura política para cargar con esa medida.
Allá por mediados de 2016 el 51.9% de los británicos votó por la salida y desde entonces Reino Unido ha transitado uno de sus períodos más tumultuosos, políticamente hablando, en tiempos modernos. Los conflictos con ambas Irlandas, las compañías establecidas en Europa con base en Inglaterra, los problemas fronterizos y de defensa son algunos de los puntos por los que han pasado los acuerdos sin lograr definiciones. A falta de 73 días para la salida hay más dudas que certezas. El gobierno europeo y el británico llevan 2 años y medios de un tira y afloja en donde ambos son perdedores y se verán gravemente afectados en todos los ámbitos. A Reino Unido parece faltarle un opositor que levante el perfil y agrupe a la gran masa de parlamentarios disconformes con la actual negociación.