Licenciado en Estudios Orientales. Posgrado en Negocios y Comercio de Asia Pacífico e India. Política Internacional; extremismo religioso.

Pabellones separados, pocas escaleras, equipamiento hospitalario y sillas de ruedas es la realidad de algunos centros penitenciarios en la República de Corea. 

Según mediciones de Naciones Unidas la población coreana es considerada de las más ancianas, con casi el 14% de sus ciudadanos superando los 65 años. La jubilación es un término relativamente nuevo; recién en 1988 fue introducido y en 1990 como un concepto obligatorio, por lo que buena parte de los abuelos que habitan el territorio no cuenta con herramientas de seguridad social. Sin trabajos que los integren a la sociedad, los adultos mayores empezaron a exhibir comportamientos antisociales y depresión que se combina con la aparición de enfermedades como la demencia, genera con cóctel explosivo para las fuerzas de seguridad. Según datos oficiales, hubo un incremento del 45% de los crímenes cometidos por aquellos que tienen 65 años o más desde 2013; 70% cuando hablamos de asesinato, violación y robos. 

Algunos casos que conmocionaron a la sociedad coreana fueron los de una señora de 69 años que esparció pesticida en una comida de un evento en su pueblo o el de un padre de 75 que apuñaló a su hijo en Incheon (ciudad reconocida por la batalla en la Guerra de las Dos Coreas). A este listado se suman delitos sexuales, como violación o abuso.

Dos caras de la misma moneda

Mientras que la economía coreana crece y los más jóvenes viven con hábitos de consumo similares a los de Occidente, más de la mitad de los ancianos vive en la pobreza. No obstante, la situación económica no lo es todo: más del 80% pasa su tiempo mirando televisión y cerca del 20% vive solo. El Ministerio de Salud y Bienestar menciona que cerca del 21% experimenta depresión. Una población con mayor presencia de ancianos y condiciones de vida precarias llevan a este problema contra el que se enfrenta el gobierno establecido en Seúl.

En Argentina, aunque las edades de nuestros criminales sean diametralmente opuestas a las de los coreanos, la tendencia es la misma. Condiciones de pobreza, aislamiento y de poca contención llevan a una alienación del ciudadano haciendo que sienta que no tiene nada para perder. Cuando hay un grupo de apoyo, si tomamos la palabra de los expertos, es menos probable que aparezca la compulsión a cometer un crimen. Aquí lo vemos con nuestros jóvenes: las escasas oportunidades de crecimiento personal, la desigualdad y mínima contención por parte de instituciones estatales lleva a crecer que una vida de crimen no tendrá impacto real en su situación y aumenta las chances de cometer ilícitos.

Cárceles a la medida

La mayoría de los “criminales grises” se encuentran detenidos en pabellones aislados. El choque generacional con los presos más jóvenes, adaptados al nuevo mundo, generaba disputas y los más entrados en años contaban con las de perder. Buena parte de estos presos nació durante la guerra con el Norte por lo que la diferencia no es sólo generacional sino cultural. Los hábitos de consumo, los valores, usos y costumbres son distintos: son dos Coreas distintas. Una hoy es próspera y moderna, mientras que la otra refleja un pasado de pobreza y reconstrucción.

Estas alas de las prisiones se han adaptado a las necesidades de sus nuevos inquilinos: por cuestiones lógicas la atención médica es fundamental y enfermedades propias de la edad como el cáncer, la demencia y problemas renales. La cárcel termina siendo, una especie de casa de retiro forzosa donde los ancianos son contenidos y sus necesidades básicas son cubiertas. La generación que levantó un país desde las cenizas se quedó con poco y nada, por lo que cuando son liberados muchos vuelven a reincidir. No tienen trabajo, ni casa ni una pensión que les permita cubrir alimentos y medicamentos; sienten que fueron desplazados por los jóvenes en la búsqueda del progreso y su sacrificio no es compensado.

Corea del Sur deberá empezar a implementar medidas para frenar esta nueva epidemia, dado que por su pirámide demográfica el problema solo se agravará. Se espera que para el 2025 la población coreana se una a Japón como la más anciana de todas, aumentando la cantidad de personas sin acceso a un trabajo ni seguridad social.

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