A lo largo de este año se ha observado, a un escala global, un renacimiento del aislacionismo. Este resurgir del proteccionismo comercial viene liderado de movimientos como el Brexit, la administración Trump y otros movimientos de derecha en el continente europeo. Ayer martes, luego de un gesto político por acelerar las negociaciones, la Unión Europea y Japón firmaron el tratado más importante de comercio de los últimos tiempos.
Mientras que USA y China se ponen barreras arancelarias ya rondando la centena de miles de millones japoneses y europeos presentan un gesto a los Estados Unidos: la liberalización es el camino hacia el crecimiento. Este acuerdo abarcará a 600 millones de personas y cerca de un tercio de la economía mundial.
Con una lista muy reducida de productos no abarcados por esta “tasa cero” Japón y Europa verán una baja en el precio de los productos importados del otro territorio: maquinaria y bienes industriales llegarán a mejor precio al viejo continente, mientras que el país del sol naciente disfrutará de alimentos y productos regionales.
El tratado estaba dispuesto a ser firmado en Bruselas, pero ante una serie de inundaciones severas en territorio japonés; el presidente Shinzo Abe decidió quedarse a enfrentar la crisis que dejó más de 200 muertos. Ante dicha situación funcionarios de la UE viajaron a Japón donde el martes dieron la firma final.
¿Por qué el apuro? Acá entran en juego el rol de algunos aliados. Por un lado los dos principales aliados americanos le dan una demostración de disconformidad a la administración de Trump y su proteccionismo. No sólo no siguen sus pasos sino que aceleran, y por lo tanto ceden en posturas históricas, en pos de un mayor flujo comercial entre dos economías titánicas.
Por otro lado, le meten el dedo en la oreja al Reino Unido: firman cuando el proceso de Brexit aún no ha sido materializado un acuerdo que los británicos no podrán mejorar luego de su salida. Con la presión popular y una falta de consenso en el gabinete de Londres se siguen sumando puntos para evitar el quiebre.
Japón llevaba en tratativas con la Unión Europea desde 2013, pero la intención política por cerrar el acuerdo es reciente. Así también Abe avanza en el famoso TPP (el tratado transpacífico del que EEUU se bajó luego de la salida de Obama). Ahí aparecen territorios como México, Chile, Perú y Canadá de nuestro continente, Australia y Nueva Zelanda desde Oceanía y entre los asiáticos figuran Malasia, Singapur, Vietnam y Brunei.
Este intento por mejorar las relaciones comerciales es parte de un proyecto integral del primer ministro Abe en pos de recuperar la economía japonesa, estancada luego de la crisis de los 90’s. La pata comercial, así como una desrregulación en lo laboral y nuevos beneficios para las PyMEs permitirían a Japón ver una mejora en sus indicadores macroeconómicos.
¿Qué pasa con Argentina? El tratado entre Japón y la UE no nos afecta directamente, pero en el mediano plazo podría cambiar el nivel de competitividad de ciertos productos en la canasta exportadora.
Nuestra relación con Europa no tendría grandes cambios: Japón les exporta maquinaria y alta tecnología mientras que nuestros productos pasan por la agroindustria y aún con trabas arancelarias y topes son competitivos.
Ahora bien: ¿Qué pasa con nuestras exportaciones a Japón? Si bien se han cerrado acuerdos para la exportación de carne vacuna y limones en el último tiempo; otros productos podrían verse afectados. Pensemos vino, donde el 3% de nuestras exportaciones terminan en Japón. ¿Cuál sería el impacto de competir en precio con productos como los franceses o españoles? Pensemos productos de mar como crustáceos (cerca del 9% va a Japón), filetes de pescado (cerca del 7%) países como Malta, Croacia o Dinamarca ya tienen mercado y ahora tendrán más facilidades para el ingreso. Es cierto que Japón no es nuestro principal socio comercial y que en ninguno de los productos mencionados el volumen es mayoritario; pero gran parte de estos bienes son de producción regional, por lo que bajas de 5, 10 o 15 millones de dólares (números ínfimos a nivel país) podría generar un descalabro en muchas empresas locales, base del empleo privado en las provincias. No es sólo el valor de los granos un elemento para alertarse.